León es un reconocido diseñador de modas, famoso por su elegancia y su estilo impecable, un hombre dandi que vive rodeado de lujo y sofisticación. Su reputación como un hombre delicado y perfeccionista lo ha llevado a ser considerado gay .
Todo cambia cuando Sophia, una joven asistente recién llegada, entra en su vida , que cautiva a León de una manera que jamás había experimentado. Aunque ella parece un "bombón " su encanto va más allá de lo físico, y su aura de frescura e ingenuidad pone a León al borde de la desesperación.
A medida que trabajan juntos, la tensión entre ambos crece, una mezcla de deseo reprimido y una conexión que desafía las expectativas de ambos.
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Capítulo 7: Ecos de una Relación
La luz de la mañana entraba suavemente por las ventanas del estudio, iluminando el sofá donde Sophia comenzaba a despertarse. Bostezó con ternura, estirándose mientras sus manos buscaban acariciar a los gatos que aún estaban acomodados a su lado. George ronroneó con satisfacción, Thalos se estiró perezosamente y Emperatriz, con su elegancia habitual, aceptó las caricias de Sophia como si fueran un tributo merecido.
—Buenos días, pequeños —murmuró con voz suave, mientras se levantaba con cuidado para no molestarlos demasiado.
Al girarse, se encontró con León, que estaba de pie junto a la mesa del desayuno, sosteniendo una taza de café. La sonrisa que le dirigió era ligera, casi burlona, pero había algo cálido en su mirada.
—Dormiste como una princesa rodeada de tu corte real —comentó, señalando a los gatos que aún reposaban en el sofá.
Sophia le devolvió la sonrisa, aunque pronto su expresión cambió al recordar algo. Su rostro se volvió pálido de repente, y comenzó a buscar frenéticamente su teléfono en su bolso. León frunció el ceño, observándola con curiosidad.
—¿Ocurre algo? —preguntó.
Sophia no respondió de inmediato. Finalmente encontró su teléfono y vio la pantalla llena de notificaciones de llamadas perdidas. Su respiración se aceleró, y con un movimiento tembloroso, devolvió una de las llamadas. León, intrigado, se quedó en silencio, observando desde la distancia.
—Hola... sí, soy yo —dijo Sophia al otro lado de la línea, su voz intentando sonar tranquila.
La respuesta que llegó del otro lado fue un torrente de palabras rápidas y cortantes, en un tono claramente molesto. León no pudo evitar notar cómo Sophia apretaba el teléfono contra su oído, como si eso pudiera amortiguar la intensidad de la voz masculina que se escuchaba a través del altavoz.
—Lo siento, me quedé dormida... —intentó explicar Sophia, pero la interrupción de su interlocutor fue inmediata y agresiva.
—¿Dónde diablos estás? ¿Qué estás haciendo? —se oyó la voz del hombre, fría y exigente.
Sophia cerró los ojos, respirando profundamente para calmarse.
—No me grites, por favor. No he hecho nada malo.
León, que seguía observando la escena, alzó una ceja. Había algo en la manera en que Sophia hablaba, en su tono apaciguador, que lo inquietó profundamente.
—¡No me vengas con eso! —rugió la voz al otro lado.
Sophia apretó los labios, claramente incómoda, y finalmente colgó el teléfono. Su rostro estaba tenso, pero trató de sonreír mientras se giraba hacia León.
—Es mi pareja... —dijo, intentando sonar despreocupada—. Se preocupó porque no llegué anoche.
León dejó su taza de café sobre la mesa, cruzando los brazos mientras la miraba con una mezcla de incredulidad y desagrado.
—¿Preocupado? —repitió, su tono cargado de escepticismo—. Lo que yo escuché no sonaba a preocupación. Parecía más bien... violencia.
Sophia se encogió de hombros, evitando su mirada.
—Es así cuando se molesta. Pero no es tan malo, de verdad.
León permaneció en silencio por un momento, observándola detenidamente. Había algo en la forma en que Sophia hablaba, en cómo trataba de justificar el comportamiento de su pareja, que lo incomodó profundamente.
—Sophia —dijo finalmente, su voz más seria de lo habitual—, no quiero meterme en tu vida personal, pero... ¿estás segura de que eso es normal?
Sophia lo miró con sorpresa, como si no esperara esa pregunta.
—Él solo se preocupa por mí, León. A veces se pasa un poco, pero es porque me quiere.
León suspiró, pasándose una mano por el cabello. Había visto esa dinámica antes, en otras personas, y sabía reconocer los signos de una relación tóxica. Pero no quería presionarla. No aún.
—Si necesitas hablar, estoy aquí —dijo finalmente, su tono más suave—. Y recuerda que nadie tiene derecho a tratarte mal, sin importar la razón.
Sophia asintió, aunque su sonrisa parecía forzada.
León no dijo nada más, pero mientras ella se alejaba para comenzar su día, no pudo evitar mirar hacia los gatos, que ahora lo observaban con sus ojos penetrantes, como si también entendieran lo que estaba pasando. "Ella no se da cuenta", pensó León, sintiendo una inesperada necesidad de proteger a Sophia, aunque aún no sabía cómo.