LA AMANTE DEL EMBAJADOR

Provocando que Alex levitara, tan solo con su pantalón puesto, el embajador observó con horror como la bruja oscura entraba en la habitación del abuelo de Penélope. Tras un revuelo, y unos segundos en silencio, un frío extremo recorrió su piel: por alguna extraña razón, su alma sentía como la bruja había asesinado al pobre anciano enfermo.

—Ahora tú y yo nos vamos—dijo—no sin antes...

Sacando una tarjeta, la dejó en la mesa del comedor, para luego observarlo con una sonrisa negra y putrefacta, que hizo que su alma se horrorizara aún más.

—¡No te saldrás con la tuya! ¡Ni tú ni Alicia!—dijo adivinando la relación entre ambas—¡Maldita bruja! ¡Eres tú quien ha estado ayudando a esa perra!

—¡Estoy tan cansada!—espetó la bruja—después de matar al amigo tuyo, me dejó muerta de hambre. Así que... cállate.

—¿By...Byron?—cuestionó asustado.

El embajador, quien había enviado a su mayordomo por pruebas para detener así a su esposa, había desaparecido. Después de ordenar buscarlo, lo único que encontraron fueron sus manos enviadas en un cesto a su propia casa.

—¿De verdad pensaron que entrarían a mi terreno y no me daría cuenta?—preguntó un poco burlona—en fin, si hubiera visto usted como sufrió su pobre mayordomo... lástima que por obedecerlo sufrió tan cruel destino, como el que sufrirá también su hijo.

—Perra...—susurró mientras sentía el aire faltarle.

—Te mostraré lo perra que aún me falta por ser—respondió enojada.

Con un solo chasquido, no solo hizo que una bruma negra los envolviera a ambos, sino que una explosión ocasionara que parte del apartamento que vivía Penélope, encima de su panadería, explotara.

Los vecinos, quienes querían auxiliarla, no podían tan siquiera dar un paso afuera debido a la tormenta tan fuerte que incluso provocaba que los techos de sus viviendas se vieran afectadas. No fue pasada una hora cuando esta comenzó a calmarse poco a poco.

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Después de la explosión que ocasiono la bruja, esta se terminaría llevando a Alex mientras Penélope seguía inconsciente. La mujer, quien se encontraba nadando en un mar de pesadillas, rememoraba una y otra vez un extraño, borroso pero familiar recuerdo.

Una mujer, bañada bajo la luz de la luna, se encontraba de pie, frente a lo que parecía ser la silueta oscura de un ser demoníaco, quien estaba sentado de manera despreocupada en una esquina de una extraña habitación.

—Al final de cuentas mi alma es tuya—respondió—, ya que me vas a llevar al mismo infierno... ¿Qué más da intentar modificar algunas cosas?

—¿Ir en contra del propio destino?—cuestionó con burla—eres interesante... tonta, pero interesante.

—No creo en el destino—fue firme—tengo fe que con la fuerza de voluntad necesaria, cambiaré las cosas.

—¡Entonces hagamos un nuevo trato!—aplaudió—eres la primera alma que hago un contrato que está dispuesta a morir mil veces por amor... así que, si eres capaz de cambiar el destino del libro, yo pondré fin a todo y haré que ellos tengan un final feliz.

—¿Pero?—cuestionó dudosa.

—Será el fin del juego—respondió antes de desvanecerse—tú te irás conmigo al infierno y ellos volverán al purgatorio.

Penélope tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para seguir en aquel recuerdo, dentro de esa pesadilla, e intentar averiguar más al respecto.