Un Juego Peligroso

En la oficina de juntas, todos los socios de la firma, incluido el señor Agustín, ex jefe de Scarlett, estaban un poco nerviosos. Massimo los miraba a todos con dureza, como el jefe que era. Su fama como empresario y abogado era conocida por todos; era como un león que sigilosamente atrapaba a sus presas y luego las destrozaba. En el bufete, no se habían sentido tan intimidados como lo estaban en ese momento.

— Desde ahora en adelante, mi hijo Massimo se encargará de todo lo relacionado con el bufete. También estará postulado a la presidencia, teniendo en cuenta que conserva el 30% de las acciones. Sumando que mi voto es del 25% de las acciones, tendríamos la mayor cantidad de poder en la compañía. No acepto críticas ni habladurías —habló el patriarca de la familia Vitale.

Agustín sonrió como todo un adulador.

— Por supuesto que aceptamos al jefe. Tiene muy buena fama en Estados Unidos, yo lo apruebo —dijo el hombre, a quien todos miraban con algo de desagrado.

— Mi padre no les pidió su aprobación. Si lo aprueban o no, es lo que menos importa. Por ahora, yo estaré a cargo. Quiero a todos listos con cada uno de sus informes. Les avisé por correo, no quiero errores —sin más, Massimo se levantó para ir a la que sería su oficina.

Su padre lo siguió.

— No es necesario que les hagas monitoreo. Te aseguro que son buenos trabajadores y de confianza —le dijo el patriarca.

— Por favor, papá, yo no confío en nadie y menos lo haré en ellos. Quiero todo en orden, esta es mi forma de trabajo —Massimo se tocó el puente de la nariz—. Tú me pediste que volviera a la firma, entonces te pido que me dejes trabajar como me gusta. Tú eres demasiado blando con ellos, y puede que quizás eso no haya sido lo mejor.

Durante todo el día, Massimo estuvo enfocado en cada uno de los informes. Había encontrado varios errores e incluso desfalcos pequeños que a simple vista no se hubieran notado, pero él fue capaz de hacerlo. A cada uno de los ladrones y ambiciosos los fue despidiendo; para él, nadie era indispensable. Al ver un informe de casos resueltos, quedó sorprendido. Eran casos complicados que debían ser tratados por los mejores abogados, y sin embargo, los había resuelto una novata, aunque todo el crédito se lo había llevado otra persona. Massimo se levantó y fue a la oficina de Agustín, quien al verlo se levantó con una sonrisa mientras alistaba su traje.

— Quiero hablar con Scarlett Donovan. Llámela, es su jefe —le dijo Massimo apenas ingresó.

— ¿La señorita Donovan? —dijo Agustín sin entender.

— ¿Acaso es sordo? Sí, la señorita Donovan.

— Lo siento, jefe, pero la señorita Donovan ya no trabaja para nosotros —dijo Agustín con orgullo, pensando que lo más seguro era que Massimo, al enterarse de que la exnovia de su sobrino trabajaba allí, iría a despedirla.

— ¿Despidió a la señorita Donovan? No hay ninguna notificación de su dimisión.

— Eso es porque hoy fue que presentó su dimisión. En este momento se debería estar haciendo efectiva —dijo Agustín, ya menos orgulloso.

— Solo un imbécil como usted puede perder a una empleada tan eficiente como la señorita Donovan. Pero está bien, ahora espero que pueda conseguir una empleada tan capacitada como lo era ella, para ver si sigue manteniendo su reputación como abogado.

Agustín estaba un poco desorientado.

— ¿Qué quiere decir con eso?

— Nada que no sea verdad. Solo espero que la próxima a la cual le robe sus ideas sea tan capaz como la señorita Donovan. Si no lo despido en este momento es porque en su contrato, que no sé quién lo redactó, hay una cláusula que no nos favorece, pero le recuerdo que solo le queda año y medio en esta compañía.

Massimo se retiró. La ex de su sobrino no era santa de su devoción, pero él sabía mantener lo personal fuera del trabajo. Independientemente de cómo terminó la relación entre ambos jóvenes, no podía negar que Scarlett era una pieza fundamental en el bufete.

Scarlett, a pesar de haber iniciado a trabajar como abogada en la empresa Donovan, sentía un vacío y dolor, en su mente solo estaba en la traición de Gianluca y Claudia, aquella mujer que ella creía su mejor amiga.

Niccolo lo notaba, sabía que su hermana no estaba del todo bien, ya lo había hablado con su abuelo y ambos acordaron que Scarlett necesitaba ir a terapias, Pero no sabían cómo se lo tomaría la joven. Su baja autoestima, era lo que realmente la estaba afectando, Gianluca se había encargado de mantenerla por los suelos, haciendo que ella viera en el al único hombre capaz de quererla, cuando en realidad solo quería aprovecharse de su apellido.

— Scarlett, no sé cómo te lo tomes, Pero necesito proponerte esto — Niccolo estaba sentado frente a su hermana en la gran sala de su mansión familiar

— Bien, pues suéltalo — Le dijo la joven

— El abuelo y yo hemos pensado que quizás te vendría bien ir con nuestra psicóloga, es muy buena y estoy seguro de que te ayudará mucho —

— También lo pensé, y ya agende una cita. El abuelo y tu pueden estar tranquilos, esto solo es una etapa que superaré o me dejó de llorar ar Scarlett

Niccolo sonrió, quizás su hermana no estaba tan mal como el pensaba.

Scarlett empezó a ir a terapias, lo cual cada día la motivaban más, se sentía bien, libre, consigo misma y con todo lo que la representaba, sabía que el único culpable era Gianluca, de todo su dolor solo era el. Por lo que sentada frente a su espejo, se miro y recordó las palabras de aquel idiota que debía estar tan tranquilo en su hogar.

A la mañana siguiente Scarlett se encontraba en el centro comercial, cuando se encontró con la abuela y matriarca de la familia Vitale, la mujer la reconoció y de inmediato coloco una mueca.

— Señora Vitale, es un gusto ver qué se encuentra bien — Le dijo la joven con cordialidad

— Quisiera decir lo mismo, Pero no me junto con desvergonzadas —

Scarlett se sorprendió ante la actitud de la ansían, si bien antes no era como una abuela, al menos la trataba con cordialidad

— ¿Perdón? ¿Acaso la he ofendido? — Le pregunto Scarlett

— Tu sola presencia es una ofensa, ¿acostarte con otro hombre te fue satisfactorio? Por qué mi nieto si que sufrió por tu culpa — La mujer la señaló — No te vuelvas a acercar a mi familia mujerzuela desvergonzada

Sin más la anciana paso sin siquiera voltear, las lágrimas llegaron a los ojos de Scarlett.