LA AMANTE DEL EMBAJADOR
"RECUERDA SIEMPRE... EL FIN NO SIEMPRE ES UN FINAL FELIZ"
Una mujer de larga cabellera violeta, vestida con una bata casi transparente, se encontraba dormida mientras sus ojos se movían erráticamente, intentando despertarla de aquella fatídica pesadilla. Aunque la ventana estuviera abierta y el calor estuviera moderado, todo su cuerpo estaba sudado, marcando aún más sus senos.
Abriendo bruscamente sus ojos, dio una gran bocanada de aire, sintiéndose como si estuviera ahogándose en un lago profundo y oscuro. Levantándose, aun con medio cuerpo en la cama, sostuvo con fuerza su corazón. Solo Dios y el mismo diablo eran testigo de cuántas veces había tenido aquel fatídico viaje.
Tomando un libro bañado en oro debajo, se levantó tambaleándose hasta la lámpara de aceite que había en su escritorio y encendiéndola con una cerilla, notó con ayuda de la luz que el reloj marcaba diez minutos para la media noche.
—Es cuestión de unos minutos para que él llegue—susurró—¿Podré esta vez salvarlo?
Su piel se erizó de tan solo recordar lo que había hecho para que el alma de su fallecido cuñado y su sobrina, volvieran del purgatorio. Ofreciendo su propia alma al diablo para rescatarlos. Pero nada sería fácil, menos con el vil demonio que gobernaba el infierno.
El muy mentiroso había cumplido parte de su plan, sentenciándola así a pertenecerle, pero con una condición: aquellas dos almas que deseaba salvar, volverían a la vida, pero en un mundo distinto, uno que ella conocía, puesto que era de su novela favorita y tendrían el mismo destino trágico.
"La amante del embajador"
Observó el título del libro en sus manos, con ira reprimida. El destino y el diablo eran crueles, al hacer que dos de las almas más bondadosas que había conocido reencarnaran en un mundo cuya historia también era cruel para ellos.
Gracias a una habilidad que descubrió que tenía, en la que podía transformar las cosas en oro, no solo descubrió que podía encantarlas, sino que podía traspasar parte de su mente a esta. No sabía si habían sido cien o mil intentos, pero, gracias a encantar su libro con su magia, podía entrar a la historia.
—Solo espero que esta vez pueda salvarlos—susurró con tristeza.
Cerró sus ojos con fuerza, intentando analizar la situación. Según lo que recordaba, en aquel hotel donde se hospedaba, su cuñado entraría a robar a un banquero y este en defensa propia lo mataría. Por eso, en aquella ocasión, había intentado hacer algo diferente: hospedarse ella en la suite presidencial que se hospedaría originalmente el banquero.
—¡Je,je,je!—la voz ronca de un hombre resonó—¿De verdad piensas que podrás hacer algo?
Esther suspiró con cansancio, y aunque tenía miedo, se levantó para darle la cara al ser monstruoso que estaba sentado en la silla de la esquina de su habitación. Solo la luz de la luna podía dejarla ver la silueta de aquel ser humanoide con cuernos que la observaba.
—Al final de cuentas mi alma es tuya—respondió—, ya que me vas a llevar al mismo infierno... ¿Qué más da intentar modificar algunas cosas?
—¿Ir en contra del propio destino?—cuestionó con burla—eres interesante... tonta, pero interesante.
—No creo en el destino—fue firme—tengo fe que con la fuerza de voluntad necesaria, cambiaré las cosas.
—¡Entonces hagamos un nuevo trato!—aplaudió—eres la primera alma que hago un contrato que está dispuesta a morir mil veces por amor... así que, si eres capaz de cambiar el destino del libro, yo pondré fin a todo y haré que ellos tengan un final feliz.
—¿Pero?—cuestionó dudosa.
—Será el fin del juego—respondió antes de desvanecerse—tú te irás conmigo al infierno y ellos volverán al purgatorio.
Esther sollozó antes de volver a sentarse, se sentía muy dolida. No podía entender como Dios los había abandonado, sobre todo a su cuñado y sobrina. Ella podía haber muerto fácilmente, siendo maltratada como una bastarda por la familia de su padre, pero no podía permitir que ellos murieran de manera injusta.
Sobando con dolor su cuello, mientras el reloj seguía con su tic-tac, intentó tranquilizarse mientras su mente le jugaba una mala pasada y hacía que recordara como fue que su sobrina había muerto hacía tan solo un año.
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UN AÑO ANTES...
Por primera vez en más de 30 décadas, estaba lloviendo en casi todo el desierto; sin embargo, lo que para muchos era motivo de alegría, para un hombre era solo evidencia de la oscuridad que azotaba su corazón.
—¡Esto es tu culpa, Arthur!—expresó Verónica—¡Te di muchas oportunidades, pero nunca hiciste nada!
El hombre, de casi cuarenta años, intentaba usar lo mínimo de paciencia que tenía para no gritar, mientras acunaba en sus brazos a su hija recién nacida.
—Ya... ya—intentó calmarla.
No obstante, era su corazón el que también deseaba ser calmado. Al ver como su hija seguía sudando, ardiendo en fiebre, su corazón se estrujó más, el dolor que estaba pasando aumentaba al saber que su enferma hija podía morirse en cualquier momento, mientras su madre planeaba abandonarlos.
—¿Me estás escuchando?—gritó Verónica azotando la mesa—¡Imbécil, muerto de hambre!
—Si tanto te quieres ir con tu amante—exclamó observando el carruaje por la ventana—si tanto te repudia la vida que tenías conmigo... ¿Por qué te casaste con un muerto de hambre? ¿Por qué tener una hija para luego abandonarla?
—¡Imbécil!—gritó levantando su maleta—¿Por qué crees? ¡Tú eres el culpable de todo! ¡Si me hubieras dado la vida que me prometiste, no hubiera llegado a este extremo!
Recordando el cómo se había enfrentado a su familia, a su padre, el poderoso alcalde de la ciudad vecina, para casarse con un hombre al cual amaba y que juró trabajar para darle una buena vida, hizo que sintiera sangre brotar de su garganta.
Nota: Originalmente, esta historia la cree a la par de otra llamada "Mi querido vaquero ladrón" la cual sería su segunda parte; sin embargo, para mejor entendimiento y continuidad, decidí reestructurar la historia. Así que, espero les guste.
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Comments
Maria Elena Maciel Campusano
Bueno Autora qué puedo decirte, pues eres sorprendente, gracias ☺️
2024-08-19
0
Nery Meléndez
Muy interesante, un capítulo que me atrapó
2024-08-19
4