"El Misterio del Bosque Encantado" es una emocionante novela de aventuras que sigue a Lucas, un joven aventurero que, desafiando las advertencias de su pueblo, explora un bosque misterioso lleno de secretos. Tras encontrar una puerta oculta y enfrentarse a una criatura mítica, Lucas descubre que su destino está ligado a una espada ancestral y a un portal que lo transporta a un mundo desconocido. Allí, es recibido por un grupo de guerreros que lo guiarán en una nueva misión, mucho más peligrosa de lo que jamás imaginó. Esta es la historia de un viaje lleno de valor, misterio y descubrimientos.
NovelToon tiene autorización de Ronmell Preza para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El Corazón del Abismo
Las puertas de la fortaleza de Azaroth se cerraron detrás de ellos con un estruendo, sumiéndolos en una penumbra aún más densa que la del exterior. El aire era pesado, cargado con el olor acre de la descomposición, y las paredes de la fortaleza parecían respirar con vida propia, como si la misma estructura estuviera consciente de su presencia. Lucas, Mara y Torak avanzaron lentamente, sus pasos resonando en el vasto silencio que los rodeaba.
La única luz provenía de la llave purificada que Lucas llevaba, cuyo suave resplandor dorado iluminaba apenas unos metros a su alrededor. A cada paso, sentía cómo la oscuridad se agolpaba en las sombras, observándolos con ojos invisibles, como si estuvieran siendo cazados desde las profundidades mismas del abismo.
—Este lugar está… vivo —murmuró Mara, con los ojos bien abiertos mientras examinaba las paredes, que parecían retorcerse como si estuvieran hechas de carne y no de piedra.
Torak, siempre el más pragmático, mantenía su espada en alto, listo para cualquier ataque sorpresa.
—No me gusta —gruñó—. Esto es una trampa. Lo sé.
Lucas no necesitaba las palabras de Torak para comprenderlo. El lugar exudaba una sensación de peligro inminente, como si estuvieran caminando hacia las fauces de una bestia colosal. La llave purificada vibraba en su interior, como si sintiera la proximidad de su opuesto, el corazón de la oscuridad que debían destruir.
Siguieron avanzando por lo que parecía un interminable corredor serpenteante. A medida que avanzaban, las paredes parecían cerrarse más y más, y el suelo bajo sus pies se volvió pegajoso, como si estuvieran caminando sobre una sustancia viva. El silencio era sepulcral, interrumpido solo por el leve eco de sus pasos y el golpeteo de su respiración agitada.
De repente, Mara se detuvo en seco. Extendió su mano, señalando hacia adelante, y Lucas sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.
—¿Lo sientes? —preguntó ella, susurrando como si temiera ser escuchada por algo más allá de ellos.
Lucas cerró los ojos por un momento, enfocándose en la llave. La sentía vibrar con una intensidad creciente. Algo estaba cerca, algo poderoso y maligno.
—Estamos cerca —respondió, abriendo los ojos con determinación—. El corazón de la oscuridad. Tiene que estar adelante.
Torak asintió, apretando la empuñadura de su espada.
—Si es el corazón de la oscuridad, lo cortaremos. No importa qué o quién lo proteja.
El corredor finalmente se abrió a una vasta sala circular, cuyas paredes estaban cubiertas de runas oscuras que brillaban débilmente con un resplandor púrpura. En el centro de la sala, sobre un pedestal de obsidiana negra, se encontraba un objeto que parecía palpitar con energía maligna: un orbe oscuro, envuelto en sombras que se movían y retorcían como serpientes vivientes.
—Ahí está —dijo Mara, su voz apenas un susurro—. Esa es la fuente de todo.
Lucas sintió un tirón en su pecho, como si la llave estuviera siendo atraída hacia el orbe. Su energía opuesta era tan poderosa que casi lo hizo tambalearse.
—El corazón de la oscuridad —murmuró, acercándose lentamente—. Si lo destruimos, todo terminará.
Pero antes de que pudiera dar otro paso, una risa profunda y gutural resonó en la sala. Las sombras se agitaron y de ellas emergió una figura encapuchada, alta y delgada, con ojos que brillaban como brasas en la oscuridad. Su voz resonaba con una mezcla de burla y poder antiguo.
—¿Creían que podían llegar tan lejos sin enfrentarme? —dijo la figura, avanzando hacia ellos—. Han purificado la llave, sí, pero eso solo ha acelerado su destino.
Lucas retrocedió, colocando una mano sobre la empuñadura de su espada. Sabía que estaban en presencia de un ser de inmenso poder, el verdadero guardián del corazón de la oscuridad.
—¿Quién eres? —exigió saber Torak, interponiéndose entre la figura y Lucas.
—Soy lo que siempre ha sido y lo que siempre será —respondió la figura, con una sonrisa maligna—. Soy el señor de esta fortaleza, el maestro de la oscuridad que ustedes buscan destruir. Pero sepan que todo lo que hagan aquí es en vano. La oscuridad no puede ser destruida, solo contenida. Y yo soy su guardián eterno.
Lucas sintió un nudo en el estómago. La figura no mentía. La oscuridad era una fuerza eterna, que siempre había existido y siempre existiría. Sin embargo, algo dentro de él, algo relacionado con la purificación de la llave, le decía que había una manera. La luz y la oscuridad podían coexistir, sí, pero la balanza había sido alterada, y eso era lo que debían restaurar.
—No estamos aquí para destruirla completamente —dijo Lucas, su voz firme—. Solo para restaurar el equilibrio.
La figura rió de nuevo, esta vez con más fuerza, como si hubiera escuchado el chiste más divertido del mundo.
—¡Equilibrio! —exclamó—. No hay equilibrio en este mundo, joven portador. La luz ha reinado demasiado tiempo. Es el momento de que la oscuridad reclame lo que es suyo por derecho.
Con esas palabras, la figura levantó las manos, y las sombras que la rodeaban se arremolinaron, extendiéndose por la sala como un manto que lo cubría todo. La luz de la llave se debilitó momentáneamente, y Lucas sintió cómo la oscuridad intentaba sofocar la energía que fluía en su interior.
—¡No podemos dejar que nos rodee! —gritó Mara, levantando sus manos para conjurar un escudo protector.
Torak cargó hacia la figura, espada en mano, pero antes de que pudiera alcanzarla, fue lanzado hacia atrás por una ola de energía oscura que lo golpeó como un muro invisible. Cayó al suelo, aturdido.
—¡Torak! —gritó Mara, corriendo hacia él.
Lucas apretó la llave con fuerza. Sabía que este era el momento. Tenía que encontrar la forma de liberar el poder de la luz, no solo para defenderse, sino para contrarrestar la oscuridad que los envolvía.
—¡Lucas! —gritó Mara—. ¡Hazlo ahora! ¡Es nuestra única oportunidad!
Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, Lucas cerró los ojos y se concentró. Podía sentir la llave pulsando con vida propia. El sacrificio que había hecho en el Templo de la Luz le había mostrado que el verdadero poder no provenía solo de la luz o la oscuridad, sino del equilibrio entre ambas. Tenía que encontrar ese equilibrio dentro de sí mismo.
—No voy a destruir la oscuridad —murmuró para sí mismo—. Voy a restaurar el equilibrio.
Abriendo los ojos de golpe, levantó la llave, que ahora brillaba con una luz cegadora. El orbe oscuro en el centro de la sala comenzó a vibrar, como si respondiera a la energía de la llave. La figura encapuchada gritó en agonía, como si la luz lo estuviera quemando desde dentro.
—¡No puedes! —gritó, intentando resistir.
Pero ya era demasiado tarde. La luz y la oscuridad se encontraron en un choque cataclísmico, y el mundo a su alrededor pareció temblar mientras el equilibrio comenzaba a restablecerse.
La figura se desvaneció en un aullido de desesperación, y el orbe oscuro se desintegró en un estallido de luz. Lucas cayó de rodillas, exhausto, pero al mismo tiempo, sintió una paz profunda. Sabía que habían ganado.
El equilibrio había sido restaurado.
Mara y Torak se acercaron a él, ambos con expresiones de asombro y alivio.
—Lo hiciste —dijo Mara, ayudándolo a ponerse de pie.
—No lo hice solo —respondió Lucas, con una sonrisa débil—. Lo hicimos juntos.
Con la oscuridad disipada y el corazón destruido, la fortaleza de Azaroth comenzó a derrumbarse lentamente a su alrededor. Sin perder tiempo, los tres se apresuraron a salir, sabiendo que el mundo exterior, por fin, estaba a salvo.