El Caballero & El Rebelde

Hugo se sentía cada vez más frustrado. Cuanto más buscaba a Roberto, más se alejaba de encontrarlo. Las pistas se desvanecían y la esperanza disminuía. Decidió que era hora de dejar de lado esa búsqueda, al menos por el momento. Quizás el destino tenía otros planes para ellos.

Un día, mientras almorzaba con su mejor amigo, este lo miró con una expresión seria.

— ¿Sabes lo que acabo de escuchar? — preguntó, acercándose a su oído.

Hugo negó con la cabeza, intrigado.

— Resulta que nuestros padres han estado hablando con el director sobre enviarnos a estudiar a Francia el próximo año.

Hugo se quedó helado. Francia. Siempre había soñado con estudiar en el extranjero, pero la noticia lo tomó por sorpresa.

— ¿En serio? — preguntó, tratando de ocultar su emoción.

— Sí, parece que está todo arreglado. Nos iríamos después de graduarnos.

Hugo asintió lentamente. Por un lado, estaba emocionado ante la perspectiva de vivir una nueva experiencia y conocer gente de diferentes culturas. Pero por otro lado, no podía evitar sentir una punzada de tristeza. Se daría cuenta de que se alejaba aún más de Roberto.

Después de clases, Hugo se dirigió a la oficina del director. Quería confirmar la noticia y, de paso, tratar de obtener más información sobre los planes para su futuro.

— Buenas tardes, director. Quería hablar con usted sobre... — comenzó Hugo, pero el director lo interrumpió.

— Ah, Hugo, qué gusto verte. Ven, toma asiento. — El director sonrió amablemente. — Sé que esta noticia te tomará por sorpresa, pero tus padres y yo hemos estado hablando sobre tu futuro. Y creemos que estudiar en Francia sería una excelente oportunidad para ti.

Hugo asintió, sintiendo una mezcla de alegría y tristeza.

— Entiendo. Es una gran oportunidad.

— Lo es, en efecto. Y estoy seguro de que te irá muy bien.

A pesar de la emoción que sentía por esta nueva etapa en su vida, Hugo no podía dejar de pensar en Roberto. ¿Qué pasaría si se encontraba con él en Francia? ¿Y si nunca volvían a verse?

Esa noche, Hugo no pudo dormir. Daba vueltas en la cama, pensando en todo lo que había pasado. Se sentía perdido y confundido.

Al día siguiente, se encontró con su mejor amigo en el parque.

— ¿Estás emocionado por ir a Francia? — preguntó su amigo.

Hugo suspiró. — Sí, pero también siento una cierta tristeza.

— ¿Por qué?

— Porque siento que me estoy alejando de todo lo que conozco. Y además, ¿qué pasa con Roberto? ¿Y si nunca más lo vuelvo a ver?

Su amigo lo miró con comprensión. — Sé que es difícil, pero tienes que pensar en tu futuro. Estudiar en Francia será una experiencia increíble. Y quién sabe, quizás te encuentres con Roberto en algún momento.

Hugo asintió con la cabeza, pero no estaba convencido. Se sentía atrapado entre la emoción por el futuro y la tristeza por el pasado.

En los meses siguientes, Hugo se preparó para su viaje a Francia. Aprendió francés, hizo las maletas y se despidió de sus amigos y familiares. El día de su partida, se sentía a la vez emocionado y triste.

Mientras esperaba en el aeropuerto, no pudo evitar pensar en Roberto. ¿Estaría pensando en él también? ¿Se encontrarían algún día?

Al subir al avión, Hugo miró por la ventana y vio cómo la ciudad se hacía cada vez más pequeña. Se dio cuenta de que estaba empezando un nuevo capítulo en su vida, pero una parte de él siempre estaría conectada con el pasado y con aquel chico que había conocido en el parque.

Hugo tiraba de la cremallera de su maleta, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. El zumbido constante del aire acondicionado del aeropuerto creaba una atmósfera relajante, perfecta para reflexionar sobre los últimos meses en Francia. Había sido una experiencia enriquecedora, pero ahora anhelaba volver a casa y reencontrarse con sus amigos y su familia.

Iván, su inseparable compañero de aventuras, se acercó con una sonrisa. "Listo para la fiesta de bienvenida, Hugo?" preguntó, chocando su puño contra el de Hugo.

"¡Por supuesto! Necesito un poco de normalidad después de tanto estudio." Hugo respondió, riendo.

Ambos se dirigieron a la puerta de embarque, sumergiéndose en la multitud de viajeros. El avión despegó suavemente, elevándose por encima de las nubes. Desde la ventanilla, Hugo observaba el mundo a sus pies, diminuto y hermoso.

En el avión, la conversación fluía con facilidad. Iván y Hugo hablaban de todo un poco: sus experiencias en Francia, sus planes para el futuro, y por supuesto, de la gran fiesta que les esperaba al llegar a casa. El ruido del motor del avión y el murmullo de los demás pasajeros creaban una banda sonora constante de fondo.

"Imagina, Iván. Volver a casa, pedir una pizza, y pasar la noche jugando videojuegos. ¡Qué lujo!" exclamó Hugo, con una sonrisa.

"Y no te olvides de las chicas," añadió Iván, guiñándole un ojo.

Hugo se rió. "Claro, claro. Pero primero, necesito descansar un poco."

A medida que el avión se acercaba a su destino, la emoción de Hugo iba en aumento. Podía sentir el calor del sol a través de la ventanilla y el olor de la ciudad que lo esperaba. Al aterrizar, ambos amigos se levantaron de sus asientos y estiraron sus piernas, listos para comenzar una nueva aventura.

[Aquí continúa la historia con el encuentro entre Hugo y Roberto]

Una noche, mientras Roberto pintaba un mural en una pared abandonada, sintió una presencia a su lado. Era un joven elegante, con una mirada perdida y un aire de melancolía. Era Hugo, el heredero de una de las familias más ricas de la ciudad, buscando algo más allá de su vida privilegiada.

Este encuentro marcaría un antes y un después en la vida de ambos. Roberto, con su espíritu libre y rebelde, y Hugo, con su alma atormentada por la soledad, estaban destinados a cruzarse en el camino.