— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
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Duda culposa
Después de un buen rato de haberme ido, hice mi aparición en la sala. Encontré una botella de vino en el piso y líquido regado por el suelo. Automáticamente, supuse lo mal que había terminado eso y me dirigí hasta su habitación donde la hallé dormida con una expresión incómoda. Me senté en el escritorio, analizando la situación. Ella despertó hasta otras cinco horas más tarde, a partir de allí. Cuando lo hizo, pude sentir cómo le reventaba la cabeza y apagué la percepción en mi interior. ¿Cómo es que eso no le impedía volver a caer en afán de tomar otra botella después?
Al incorporarse, entrecerró los ojos para vislumbrarme mejor. Sus lentes no estaban cerca y seguramente los había dejado tirados por algún lado.
—¿No podías irte por un poco más de tiempo? —preguntó, apenas le salía la voz.
Se tomó la cabeza entre las manos en un intento de opacar la presión que sentía. No respondí a la pregunta, en cambio me fijé detenidamente, y con extrañeza, en la venda que la cubría. La tela estaba manchada de sangre.
—¿Qué pasó con tu mano?
Ella miró la mano que se encontraba sosteniendo su cabeza como si ella misma intentara adivinar lo que había sucedido.
—Solo fue un corte.
—¿Y ese corte se hizo solo?
—No lo sé... —confesó—. No lo recuerdo con claridad.
—¿Me estás diciendo que no recuerdas nada entre que bebiste y te cortaste?
—¿Ahora crees que eres mi padre o algo así? —cuestionó, cambiando su actitud.
Me quedé un instante en silencio antes de responder.
—Eres tan infantil, ¿sabes?
Se levantó de la cama. Fue hacia el baño para poder asearse, en lo que yo esperaba desde su escritorio y estudiaba las cosas. ¿Estaba arrepentido por haberla dejado sola? Puede que sí, pero por qué. Ciertamente, estaba pensando en que ese corte no estaba ahí por casualidad. Y si tal vez ella, por alguna razón, decidiera terminar con todo esto por su cuenta, yo ya no tendría poder sobre su alma al atravesar el umbral, sola. Y si la buscaba nuevamente, no creía que podría volver a encontrarla. ¿Verdad que era por eso? Definitivamente tenía que ser esa la razón que explicaba mi preocupación.
Al salir del baño, Makeline fue directo hacia la cocina. Observé cómo servía un vaso con agua y lo llenaba con todos los hielos que podía, del congelador.
—Tienes resaca, ¿no? —Me miró mientras bebía, sin prestarme mucha atención—. Deberías tomar aspirina, te lo agradecerá la cabeza —continué.
—Dijiste que los medicamentos me harían daño.
Así que sí me prestaba atención.
—Bueno, tendrías que haber pensado en eso antes de beber tanto.
Makeline masticaba uno de los hielos. Dejó el vaso a un costado, en el fregadero, y giró su muñeca para ver mejor el corte. Desprendió el broche e intentó quitarse la venda con un poco de dolor en su rostro. La sangre se había secado y eso había provocado que el material se quedara pegado a su piel.
—Deberías mantenerla puesta —advertí. Pero ella persistió en tratar de retirarlo y me acerqué a ella y sin previo aviso, quitando la venda de un tirón, me maldijo—. Si no vas a hacerme caso y la quitarás de todas formas es mejor que lo hagas rápido, mientras más tardes, más alargarás el dolor —. Mire su mano más de cerca, el corte sí era algo profundo—. ¿Cuánto bebiste?
—La verdad eso tampoco lo sé.
Quise aproximar mi mano hacia la herida, pero retiró el brazo por instinto.
—Demasiado, obviamente. —Tomé su muñeca y la obligué a avanzar hasta el lavabo para hacer que se limpiara con desinfectante—. Vas a necesitar que alguien te suture. Y realmente espero que no vuelvas a tomar en esas cantidades. Aunque, lo mejor sería que no tomes en lo absoluto —musité la última parte.
Esta chica tenía un problema con el alcohol y no se daba cuenta de ello.
—Es un poco molesto que trates de ser mi niñera.
—Solo quiero asegurarme de que no te mates tú misma con el alcohol.
Dejé su mano reposar sobre la encimera mientras cogía la caja de medicamentos que le había visto guardar anteriormente. Busqué una venda nueva y regresé para envolverle la mano.
—¿Por qué no? —preguntó con una risa para intentar aligerar la realidad—. Lo harás tú de todas formas.
Ignoré eso.
Cuando terminé de envolver su mano, volví a la caja para buscar un antibiótico. Me costó un poco encontrar uno que sirviera, todos habían pasado la fecha de caducidad. Irresponsable. Saqué un paquete y se lo extendí.
—No creo que sea buena idea, la mayoría de medicamentos que tengo ahí están vencidos.
—¿Tú quién crees que soy? —pregunté un poco ofendido, regresando la caja a su lugar—. Ese paquete no está vencido, yo sé lo que hago.
No me contradijo más, enjuagó el vaso que había dejado a un lado y lo volvió a llenar de agua. Sacó una pastilla del blister y se la llevó a la boca. Crucé los brazos ante mi pecho, esperando a que terminara de tomarla.
—Dejando todo de lado. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Haces muchas preguntas —dijo, tirando el paquete a la basura.
—Solo será una, lo prometo.
—Está bien, dime —se apoyó sobre la barra con la mano sana.
—¿Lo hiciste tú misma? —guié mi dedo a su mano, dejando la pregunta en el aire.
—¿Qué? —frunció el ceño y luego empezó a reír forzadamente—. ¿Tú crees que hice esto —señaló su vendaje— adrede?
Observé con seriedad. Ella desvaneció su risa, se dio cuenta de que no estaba jugando, ni mucho menos.
—¿No lo hiciste? —volví a preguntar con un tono grave.
—Pues claro que no, ¿por qué piensas eso?
—Se ve demasiado profunda para haber sido accidental y estuviste muy rara antes de que me fuera. Es difícil no pensarlo cuando tu herida luce de esa forma.
—Dios —giró los ojos y se volteó para lavar el vaso y luego dejarlo reposando junto con el resto de la vajilla.
Se fue hasta la sala, tomando asiento en el sofá.
—Deja de decir eso —dije con fastidio, avanzando en su dirección.
—Ya sé que no recuerdo cómo lo hice pero... yo sé que no fue a propósito, ¿sí?
Su voz era firme. Me di cuenta de que no solo quería convencerme a mí. De hecho, podría asegurar que no pretendía hacerlo en absoluto, quería convencerse a sí misma.
—¿Cómo puedes estar tan segura si ni siquiera lo recuerdas?
—Porque yo sé de qué soy capaz, Azazel. Si me hubiera empezado a lesionar cuando mis problemas comenzaron, ni siquiera tendríamos esta conversación ahora mismo.
—Eso no significa nada. La mayoría empieza por primera vez sin aviso.
—Cierra la boca. Yo sé que no fue así —lanzó su cabeza contra la pared del sofá.
Realmente quería creer en sus palabras. Su reacción me llevó a pensar que en verdad había algo más en ella de lo que no estaba enterado. Las palabraa seguían flotando, ya me había plantado la inquietante idea en la mente.