Hay un justo momento en la Vida, que se cruzan los caminos, de dos personas destinadas a estar juntas, cual es la fuerza que los atrae, quién los une? se han preguntado porque solo con una mirada, se revoluciona todo, nuestro ser sin pensar objetivamente. Estará dispuesto Fernando Cáceres permitirse vivir esto que está sintiendo o seguir con su vida. como si nada hubiese pasado.
Fernando tendrá que Permitir el nuevo amor de su Madre Emma.
Emma, dejara atrás los prejuicios, y se entregara al amor. A que edad se deja de sentir.
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Capítulo 3 El Encuentro Parte I
Sofía: Estoy emocionada. Llevo dos semanas en la casa de los Cáceres. La Señora Cáceres es amable; su esposo murió hace 4 años, tiene un hijo, se llama Fernando; está encargado de la empresa familiar; todavía no lo he visto.
La señora se entristece, porque no viene a verla, pero ella lo justifica, que es un hombre ocupado.
Por eso me contrato; necesita compañía; leemos en las tardes; me encargo de organizar sus cosas, la compra de víveres y todo lo que se requiera para el funcionamiento de casa.
He preparado el desayuno en varias oportunidades. Queda encantada con mi comida. Y ni hablar de los postres le encantan.
A las chicas de la cocina, en el principio, no les gustó la idea, pero entendieron que me gusta cocinar.
Fernando: Estoy en la oficina, trabajando, pero de pronto pienso: mi madre no ha llamado.
Todos los días, ante comenzar a trabajar, siempre, le indico a mi secretaria Tiffany que no me pases llamada de mi madre, porque llama cada rato, pero ha pasado como dos semanas y no sé nada de ella…
Señorita Tiffany ¿Mi madre no se ha comunicado?
No, señor, responde mi secretaria.
Busco rápido mi celular y reviso nada ni un mensaje.
Esto me parece raro.
¿Le Marcó tarda para responder?…
Aló, hijo, ¿cómo estás? Responde mi madre.
Fernando: Evaluó su tono, está "feliz".
Fernando: Hola, Madre, ¿Cómo estás?
Emma: ¿ ¿Muy bien y tú?
Fernando: ¿Bien y tu salud?
Emma: Excelente, mejor imposible, dime, hijo, ¿para qué me llamas?
Fernando: Para saber de ti.
Emma: Umm, qué raro, hijo, estoy bien, bueno, no tengo mucho tiempo, adiós, cuídate.
Fernando
Me colgó. Esto no me gusta. Me colgó. Voy a casa de mi madre.
Bajo rápidamente al estacionamiento y entro en mi deportivo; quiero manejar. Viajo en silencio, un poco preocupado.
Llegó a la mansión 20 minutos después.
Abro la puerta, no se ve nada, pero se escuchan risas provenientes de la cocina. Ya estoy molesto por lo que pasa aquí.
Mi madre está con las empleadas preparando una especie de postre, pero si ella no se acerca a la cocina, será que está delirando.
Hola, hijo, qué sorpresa, a hora que lo pienso, tú no llamas y mucho menos vienes a esta hora. Pasa algo.
No, Madre, no te preocupes, no pasa nada, solo quería visitarte.
Todas se quedaron atónicas, viéndolo; eso era extraño; ahora parecía un loco o mentiroso. En ese momento aparece una joven muy hermosa, con un delantal y el postre en sus manos. Fernando no podía quitar la mirada; ella lo miró, y quitó rápido la mirada, sin ninguna expresión en sus ojos; en cambio, el corazón de Fernando saltó.
Emma: dice, hijo, ella es Sofía, la contraté como asistente, me llevas las cuentas, me organiza todo, a veces cocina, leemos y te confieso algo; me tiene adicta a sus postres.
Fernando: Ella me miró, asintió, con la cabeza.
Sofía: Mucho gusto, Señor Fernando.
Fernando notaba que ella Estaba tranquila, a diferencia de él, que estaba sin habla.
Fernando No sabe, que me pasa. Trata de retomar el aliento. Gracias a Dios, su madre lo lleva al despacho, pero antes toma dos porciones del postre.
Hijo ¿estás bien? Pregunta
Emma con curiosidad.
Fernando: madre, me pareció extraño que no llamaras.
Emma: ¿Es eso? Es que ahora tengo compañía, y muchas actividades. Sofía me ha enseñado a buscar lo que me gusta hacer, ¿sabes? Se me da bien cocinar.
Fernando: Madre, tú en la cocina, lo viera mi padre.
Emma: Esta muchacha, en solo dos semanas, me hizo ver que aún tengo vida, y puedo hacer muchas cosas.
Fernando: ¿Esta joven de donde salió tiene familia?
Emma: Aquí no, en su país solo un tío y su familia; sus padres murieron; creo que eso la hizo madurar, pero lo más destacable es que eso no marcó su vida para mal; siente que debe luchar por un futuro mejor.
Fernando: No sé, madre; debes de irte con cuidado.
Emma: Hijo, come tu postre a ver si así te endulzas un poco.
Fernando: Este postre está delicioso.
Emma: Muy bueno, como se llama torta tres leches, muy bueno. Lo hizo Sofía.
Fernando: Quisiera hablar a solas con Sofía, madre.
Emma: ¿por qué? ¿Para qué?
Fernando: Madre por favor.
Emma: está bien; ya la llamo.
Sale a llamar a la joven.
Fernando: Espero que lo que pasó antes solo fue la impresión de ver alguien nuevo en la casa de mis padres. Me saca de mis pensamientos el toque de la puerta.
Adelante.
Entra Sofía.
Fernando: Mi corazón palpita que me pasa, no soy un adolescente, ¿por qué reaccionó así?
Sofía: Me mandó a llamar señor.
Fernando: Si quería hablarte de mi Madre, la veo contenta. Me preocupa un poco.
Sofía: Disculpe, señor. Con todo respeto le preocupa que su madre esté feliz.
Fernando: No me lo tomes a mal, pero eres una extraña; ella es una persona mayor, que puede ser influenciada. Por una persona astuta. Que quiera aprovecharse de ella.
Fernando: Su rostro cambió, estaba molesta. ¿Me puede decir, señorita, tengo razón en preocuparme?
Sofía: ¿Le puedo responder francamente?
Fernando: Sí, eso espero.
Sofía: Primero, usted, como bien dice, no me conoce, y creo que sí, su madre le dio ese tamaño y le enseñó lo que sabe. No debe ser tan ingenua para dejarse engañar por una jovencita.
Segundo, debería darle vergüenza que su madre tenga que contratar a esta extraña, para no sentirse sola, porque su hijo no la toma en cuenta.
Tercero, le agradezco que me respete, y a la medida de lo posible no me dirija la palabra.
Cuarto y no se preocupe; como le dije a su madre, este empleo tiene que ser temporal, porque estoy estudiando; aspiro a lograr mis metas con mi esfuerzo y el favor de Dios, y no ando casando, señoras mayores abandonadas por su hijo, para hacerle, quién sabe qué, según su retorcida mente… Y me disculpa. Me retiro.
Fernando salió de la oficina. Me quedé sin palabras. Aturdido. Que no le dirija la palabra. Que sea creído.
NARRADOR
Fernando no podría creer lo que le acaba de ocurrir una empleada hablándole de esa forma, y mucho menos que su corazón no dejaba de latir.
Cuando Sofía lo miró directamente a los ojos, él vio lo hermosa que era.
Y con ese carácter Sofía era de armas tomar.