En un mundo de apariencias perfectas, Marina creía tenerlo todo: un matrimonio sólido, una vida de ensueño y una rutina sin sobresaltos en el exclusivo vecindario de La Arboleda. Pero cuando una serie de mentiras y comportamientos extraños la llevan a descubrir la verdad sobre Nicolás, su esposo, su vida se desmorona de manera inimaginable.
El amor, la traición y un secreto desgarrador se entrelazan en esta historia llena de misterio y suspenso.
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El fuego y la hoguera
El eco de sus pasos resonaba por la casa mientras Marina cruzaba la sala con una maleta en la mano. El aire estaba cargado de una tensión asfixiante, y cada segundo parecía estirarse como si el tiempo se burlara de ellos. Nicolás estaba de pie junto a la puerta, los hombros tensos, los ojos inyectados de emociones que luchaban por contenerse. Marina apenas podía mirarlo. El hombre que había amado toda su vida ya no existía.
—¿Así que esto es todo? —preguntó Nicolás, rompiendo el silencio. Su voz era un susurro, pero cargada de una desesperación palpable.
Marina soltó una risa amarga mientras colocaba su bolso sobre el sofá. —¿De verdad tienes el descaro de preguntar eso? Después de lo que vi... —Se volvió hacia él, su mirada como cuchillas de hielo. —¡¿Cómo pudiste, Nicolás?! ¡¿Cómo pudiste mentirme durante tantos años?!
Nicolás cerró los ojos como si cada palabra de ella fuera un golpe físico. —No es tan simple...
—¡Claro que no es simple! —Marina alzó la voz, sintiendo un nudo en su garganta que la ahogaba. —Esto no es una aventura. Esto no es un error. Es... Es algo que nunca vi venir, y ahora todo mi mundo se está desmoronando.
Nicolás dio un paso hacia ella, pero se detuvo, como si cruzar esa línea invisible que los separaba pudiera empeorar todo. —Marina, yo nunca quise lastimarte. Nunca quise que te enteraras así.
—¿Y cómo esperabas que me enterara? —replicó ella, sarcástica. —¿Con una nota en la mesa? ¿O pensabas llevar esta doble vida hasta que todo explotara en mi cara? Porque, ¡sorpresa! Eso es exactamente lo que pasó.
La confesión
Nicolás respiró hondo, sus manos temblaban. —No sabía cómo manejarlo. Esto... Esto no es algo que haya planeado. Nunca quise que pasara, pero lo hizo.
Marina frunció el ceño, su rabia mezclándose con una confusión profunda. —¿Qué pasaste tú, Nicolás? ¡Soy yo quien está viviendo esta pesadilla!
Él finalmente levantó la mirada, y en sus ojos había algo que Marina no había visto antes: miedo. —Lo que siento por él... Es real, Marina. Es algo que nunca había sentido antes, ni siquiera contigo.
El golpe de esas palabras la dejó sin aliento. Ni siquiera contigo. Se quedó inmóvil, como si las paredes de la sala se cerraran sobre ella.
—¿Sabes lo que acabas de decir? —Marina habló en un susurro. Su voz ya no era fuerte ni desafiante. Era frágil, quebrada. —¿Sabes lo que eso significa?
Nicolás asintió, pero sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. —Lo sé. Y no puedo cambiarlo.
La ruptura
Marina sintió que las piernas le fallaban. Se dejó caer en el sofá, con la mirada perdida en la alfombra persa que tanto esfuerzo le había costado elegir. Esa casa, su hogar, todo lo que habían construido juntos... ¿Era todo una mentira?
—Tú eras mi hogar, Nicolás. Mi lugar seguro. ¿Cómo esperas que viva con esto? —preguntó finalmente, con la voz apagada.
Él no respondió. Solo la miraba, como si estuviera esperando su veredicto.
—No puedo quedarme aquí. —dijo Marina después de un largo silencio. Su decisión estaba tomada, aunque cada palabra le dolía como una herida abierta. —No puedo vivir en esta casa sabiendo lo que sé. Necesito irme.
—Marina, por favor... —Nicolás extendió una mano hacia ella, pero ella la rechazó de inmediato.
—No. —Su tono fue cortante. —Esto no es algo que podamos solucionar con palabras, Nicolás. Esto es el final.
El objeto antiguo
Mientras recogía las últimas cosas de su habitación, Marina vio el pequeño relicario que había comprado meses atrás en un mercado de antigüedades. Era una joya curiosa, de bronce envejecido con detalles intrincados en forma de hojas. El vendedor le había contado una historia extraña: que el relicario pertenecía a una mujer que había perdido todo por culpa del amor.
En ese momento, había sido solo un capricho. Pero ahora, sosteniéndolo en sus manos, Marina sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era como si el objeto vibrara, como si guardara un secreto que quería revelar.
—¿Qué haces con eso? —preguntó Nicolás desde la puerta.
Marina levantó la vista, sorprendida. —Nada. Lo vi y... no sé. Es lo único que me voy a llevar de esta casa.
Nicolás la miró con algo parecido a la melancolía. —Te daría todo si eso arreglara las cosas.
—Lo único que quiero es recuperar mi vida. —respondió Marina sin titubear. —Y tú no puedes dármela.
Nicolás no insistió. Se limitó a asentir, derrotado, mientras Marina cerraba su maleta y pasaba junto a él sin mirarlo.
Una conexión inexplicable
Ya en el taxi, Marina no podía apartar los ojos del relicario. Algo en él la atraía de una manera que no podía explicar. Con los dedos temblorosos, lo abrió por primera vez desde que lo había comprado. En su interior había un mechón de cabello oscuro y un pedazo de papel amarillento con una frase escrita a mano:
"El fuego consume, pero también purifica. Solo en las cenizas encontrarás la verdad."
Marina sintió un escalofrío aún más intenso. La frase parecía escrita para ella, como si el relicario supiera lo que estaba viviendo. ¿Pero cómo?
—¿Está bien, señora? —preguntó el conductor, sacándola de sus pensamientos.
—Sí, estoy bien. —respondió, aunque sabía que estaba lejos de estarlo.
Mientras el taxi se alejaba de La Arboleda, Marina miró hacia atrás, hacia la casa que había sido su hogar. El fuego consume... pero también purifica. Las palabras resonaban en su mente, como si el relicario le estuviera prometiendo algo más. Algo que no podía comprender todavía.
El inicio de algo más
Marina no lo sabía en ese momento, pero ese pequeño objeto antiguo era mucho más que una reliquia. Era una conexión, un puente entre su pasado y un futuro que no podía imaginar. Un futuro lleno de misterios, tragedias y verdades ocultas que cambiarían su vida para siempre.
Mientras el taxi la llevaba hacia lo desconocido, Marina apretó el relicario contra su pecho. Porque, aunque no podía explicarlo, sentía que dentro de ese objeto se encontraba la clave para entender lo que realmente había sucedido... y lo que estaba por venir.