Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Ruptura
El infierno se desata, ellos siguen disparando, aunque es inútil; el helicóptero se fue, solo logran darle a uno de los vehículos y este gira cuando una bala impacta en uno de los cauchos, aunque por desgracia todos los que iban a bordo mueren tras el choque.
Gia se acerca a lo que parece ser el cuerpo de Nicolle que está en llamas; trata de acercarse, pero la detienen. El lugar minutos después se llena de colegas, paramédicos y bomberos, pero ya es tarde para la dulce Nicolle, o eso es lo que cree su familia.
Una vez que los bomberos apagan el fuego, Lía se acerca y abraza el cuerpo calcinado, lo pega a su pecho y grita. Tratan de quitárselo por eso de las evidencias, pero es ridículo, ya que está totalmente carbonizado.
—¡Mi bebé!... ¡No, no…! ¡Mi bebé no! —Liga está desquiciada; Gia no se queda atrás; ambas abrazan el cadáver irreconocible, solo la medalla en su cuello y el anillo en su mano.
Es horrible para ella ver a su hija así, está toda echa carbón, le falta una pierna y lo poco que queda está que se cae a pedazos; la mujer llora sin parar, le duele el alma, su corazón tiene un gran vacío y la culpa la está matando.
—¡Fue mi maldita culpa, yo la maté; mi maldito orgullo lo hizo! —las palabras de Lía derrumbarían al más fuerte de todos; por fin las logran apartar y el dolor los ciega a todos. Nicholas tiene un semblante aterrador. El dolor se plasma en sus ojos inyectados en sangre.
Massimo corre y la abraza, la acerca también a su pecho y ve el relicario, también el anillo.
—¡No, mi angelito, no! ¡Esto es una maldita mentira! El dolor lo está consumiendo poco a poco, le carcome el alma.
—¡Nicolle! —el grito muy fuerte; la mujer que ama ya no está y él no tiene vida; no siente más que dolor y vacío.
—Coronel, debemos llevarnos el cuerpo —dicen y meten a la chica en una bolsa negra. Para esa familia es lo peor que ha tenido que aguantar. Esto los sobrepasa; el lugar ahora está siendo invadido por periodistas, a los cuales envió la perra de Antonella.
Toda la familia entra a la mansión; los gemelos y Enzo llevan a Lía y a Gia. Están desconsoladas.
Nicholas y Andrew lloran en silencio; no ha dicho nada; Tomás se fue con su esposa a pesar de que el alma la tiene rota.
Una vez que la familia entera está adentro, todos se sueltan a llorar, los gemelos no pueden más, Enzo está desquiciado, André abraza a su esposa y grita, aprieta fuerte a uno de sus hijos con miedo a que se lo arranquen, Lorenzo, Leonardo y Gino gritan con rabia y dolor.
Las mujeres lloran; los bisabuelos de la joven no lo creen; no están asimilando la locura que vieron.
Lía está en el suelo, llora con dolor, grita y se culpa al igual que Lía.
Lía corre a la habitación de su niña y al entrar grita, toca su ropa y acaricia cada cosa como si fuese ella. Abraza a su oso y se deja caer al suelo.
—Mi niña, perdóname, bebé… Mi pequeña guerrera, perdón —dice mientras abraza a ese oso tan fuerte que por suerte es un peluche o lo hubiese lastimado.
Gritos, ruidos, cosas partiéndose, se oyen en la habitación de Lía y Nicholas. Ella entra y allí está él. Parece un demonio; barrió con sus manos todo lo que estaba en el tocador, partió el espejo de un golpe y puso patas arriba cada mueble mientras gritaba.
Lía se acerca y él gira mirándola como jamás lo había hecho. Nicholas no está pensando; él está dolido y es su dolor quien ahora lo controla.
—Tú… ¿Qué hiciste con mi bebita? Hay resentimiento en sus palabras, hay decepción, hay frialdad.
—¡Maldición Lia! ¿Por qué? Por qué me quitaste a mi pedacito de cielo, por qué me arrebataste a mi princesa —cae de rodillas ante ella y llora.
—Dime, solo dime, ¿por qué? Tu trabajo era cuidarla; te confié a ti, a la mujer que según me ama mi tesoro más preciado, porque créeme que ahora lo dudo —dagas afiladas eran las palabras de Nicholas. El pecho de Lía dolía aún más y lo peor de todo era que tenía razón; ella era la única culpable; ella sentía tanta culpa que en ese momento se odió.
—Sabes… Cuando supe que el bebé se había salvado, respiré, cuando estabas en coma y me dijeron que ella había resistido… Joder, volví a vivir. Nicholas hablaba y la mataba con cada palabra; ella solo lo veía arrodillado en el suelo, mirándola con una mirada que jamás le vio.
—Me volví un energúmeno cuando estabas en coma, no tenía motivos para sonreír… Hasta que… —se ríe llorando.
—La vi por primera vez, sabes, Lia… Mi corazón saltó cuando escuché el de ella, mi corazón revivió cuando supe su sexo, yo volví a sentirme con vida… —ese hombre estaba deshecho.
—Cuando nació, demonios… Cuando nació fui el ser más feliz del mundo, pero no tanto como cuando dijo papá, su primera palabra: maldición, Lia, ¿qué me hiciste?… —las lágrimas no lo dejaban hablar y ella también sollozó fuerte.
—Dime algo… ¿Valió la pena demostrar que nuestra hija era una guerrera con tus genes? ...
¿Valió la pena seguir con el legado de tu madre? ...
—Para, por favor... Ya detente, no más te lo suplico —calló delante de él también de rodillas.
—Mi bebé murió hoy, Lia y yo morí con ella, no puedo, ya no quiero esta vida, perdí a las dos mujeres de mi vida porque hoy me di cuenta de que tú no me amas… — Nicholas temblaba mientras hablaba.
—No digas eso por favor, yo te… —comenzó Lia.
—¿Tú qué? El amor es confianza y la rompiste, hiciste que mi hija me mintiera, no puedo seguir aquí, me voy a volver loco —Nicholas salió y tiró la puerta, dejó a Lía llorando y después de bajar las escaleras salió en su auto como un demente.
Gia también estaba tirada abajo llorando. Andrew también fue duro con ella y le dijo que necesitaba tiempo, que si se quedaba diría cosas que no quería. Él también huyó antes que Nicholas.
André no se acercó más a su hermana y madre, y así fue como la familia más unida conocida se fracturó. Nicole se llevó la alegría de esas personas y su muerte le echó tierra a los lazos que tenían.