Álvaro, creyente en la reencarnación, se encuentra atrapado en el cuerpo de Felipe, un ladrón muerto en un tiroteo. Con una nueva identidad, pero con la misma mente astuta y sedienta de justicia, decide vengarse de Catalina y de su amante. Usando sus habilidades empresariales y su inteligencia, se infiltra en su propia casa, ahora ocupada por otros, y empieza a mover las piezas de un plan de venganza que se va tornando cada vez más complejo.
Entre situaciones cómicas y tensiones dramáticas, la novela explora temas de identidad, amor, traición y justicia, mientras Álvaro navega en un mundo que no le pertenece, pero que está dispuesto a dominar. La lucha interna entre el alma de Álvaro y el cuerpo de Felipe crea un conflicto fascinante, mientras él busca vengarse de aquellos que lo destruyeron.
NovelToon tiene autorización de Carlos Contreras para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La seducción de Catalina
El reloj de la mansión marcaba las 3:00 p.m. cuando Álvaro, oculto tras el cuerpo de Felipe, se encontró con Catalina en la biblioteca. Ella estaba sentada en un sofá de terciopelo verde, con un libro abierto en las manos. Los rayos de luz que atravesaban las ventanas acentuaban las suaves curvas de su rostro. Era una imagen tan familiar que, por un instante, Álvaro se olvidó de quién era ahora.
—¿Qué lees? — preguntó, inclinándose para ver la portada.
Catalina levantó la mirada, sorprendida. Había algo en la voz de Felipe que, aunque áspera, tenía un tono que le resultaba extrañamente cercano.
—Es un viejo libro de poesía. Me relaja cuando el día es complicado, — respondió con un tono cortante, como si quisiera mantenerlo a distancia.
Pero Álvaro, con años de experiencia leyendo cada gesto de ella, supo que no era rechazo. Era la defensa que Catalina siempre usaba cuando se sentía vulnerable.
—¿Complicado? — continuó Álvaro con una sonrisa suave, recogiendo un libro al azar de la estantería. —¿Qué podría ser complicado para alguien que parece tenerlo todo?
Catalina entrecerró los ojos, estudiándolo. Este Felipe tenía algo que la desconcertaba. Había conocido a muchos empleados que intentaban impresionarla, pero este no parecía buscar nada a cambio.
—Las cosas no siempre son lo que parecen, Felipe, — dijo finalmente, cerrando el libro en sus manos. —Deberías saberlo.
Álvaro sonrió internamente. Catalina estaba abriendo una puerta, y él estaba listo para entrar.
El primer movimiento
Durante los días siguientes, Álvaro comenzó a acercarse a Catalina de maneras calculadas pero sutiles. Aprendió sus rutinas: los días en los que se refugiaba en la biblioteca, las tardes en las que disfrutaba del vino en el jardín. Siempre aparecía en los momentos justos, como si el destino los estuviera uniendo.
Un día, mientras Catalina descansaba en el jardín con una copa de vino en la mano, Álvaro se le acercó con una rosa recién cortada del jardín.
—Esto no estaba en mi trabajo, pero pensé que alegraría tu tarde, — dijo, extendiendo la flor.
Catalina lo miró, sorprendida. —No sabía que tenías este lado romántico.
—A veces, las personas te sorprenden, — respondió Álvaro, dándole la rosa.
La sonrisa de Catalina fue breve, pero real. Fue la primera grieta en la armadura que ella había construido alrededor de sí misma.
El juego psicológico
Álvaro sabía que seducir a Catalina no podía ser un juego directo. Ella era demasiado astuta para caer en halagos superficiales o gestos evidentes. Su estrategia era diferente: debía recordar por qué una vez ella lo amó y, al mismo tiempo, presentarle algo nuevo.
En una ocasión, mientras Catalina se encontraba en el comedor, Álvaro dejó un poema en la mesa, doblado cuidadosamente. Era un fragmento que solía recitarle en su vida pasada, uno que ella adoraba.
Catalina lo encontró al regresar y leyó las líneas con detenimiento. Su corazón latió más rápido, aunque no entendía por qué. Al mirar a su alrededor, vio a Felipe trabajando en silencio en una esquina. Algo en él... algo en sus gestos, en su forma de estar presente sin imponerse, le resultaba inquietantemente familiar.
Esa noche, Catalina no pudo dormir. Las palabras del poema resonaban en su mente, y con ellas, una inexplicable sensación de pérdida mezclada con una atracción que no podía entender.
Una cena inesperada
El momento culminante llegó una noche lluviosa. Catalina, cansada tras un día agotador, bajó al comedor para encontrar a Felipe esperando con una mesa perfectamente arreglada y un plato de sopa caliente.
—¿Qué es esto? — preguntó, cruzando los brazos.
—Parecías tener un día difícil, así que pensé en preparar algo para ti. Espero que no sea una molestia, — dijo Álvaro con calma, apartando una silla para que se sentara.
Catalina dudó, pero el aroma de la sopa y la calidez del gesto la convencieron de aceptar. Se sentó frente a él, observándolo con atención mientras él servía el vino.
—Eres... diferente, Felipe, — dijo finalmente, después de unos minutos de silencio.
—¿Por qué lo dices? — preguntó, sentándose frente a ella.
—No lo sé. Hay algo en ti que me hace sentir... cómoda. Es extraño, porque no te conozco realmente, pero es como si... — Catalina se detuvo, incapaz de encontrar las palabras.
Álvaro sonrió suavemente, sintiendo cómo su plan avanzaba. —Quizás no necesitas conocerme tanto como crees. A veces, las conexiones más fuertes no tienen explicación.
Catalina se quedó en silencio, sus ojos buscando algo en los de Felipe. Por un momento, pensó que veía un destello de alguien que creía haber perdido.
Al terminar la cena, Catalina subió a su habitación, perturbada por la intensidad de sus propios pensamientos. Felipe, mientras tanto, recogió los platos con calma, saboreando su pequeña victoria.
Pero antes de irse a dormir, Catalina bajó nuevamente, encontrándolo en la cocina.
—Felipe, — dijo, deteniéndose en el marco de la puerta.
Él se giró, sus ojos encontrándose con los de ella. —¿Sí, señora?
Ella lo observó durante lo que pareció una eternidad, como si intentara descifrar algo que no podía poner en palabras. Finalmente, suspiró.
—Nada. Buenas noches, — dijo, dándose la vuelta y subiendo nuevamente las escaleras.
Álvaro se quedó allí, viendo cómo desaparecía de su vista. Sabía que había plantado una semilla en su mente, una duda que no la dejaría tranquila.
Cuando la casa quedó en completo silencio, Álvaro fue al espejo de su habitación. Se miró fijamente, su expresión dura y decidida.
—Te tengo, Catalina. No puedo esperar a que descubras quién soy realmente, — murmuró, su sonrisa fría iluminando la penumbra.
El sonido de un trueno resonó a lo lejos, marcando el final de un día y el inicio de un nuevo movimiento en su elaborado juego.