Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 22. Lazo profundo.
—Mierda —musitó Emmett en voz baja, con un nudo formándose en su garganta mientras miraba su teléfono. Alex, quien estaba sentado frente a él, levantó una ceja, era su manera silenciosa de preguntar “¿qué te pasa ahora?”
—Ansel rechazó, otra vez, mi invitación al cine —respondió Emmett, dejando caer el celular sobre la mesa con frustración, su pecho apretado por la misma ansiedad que lo acompañaba desde hacía semanas.
Ronan, que estaba al lado de Alex, arrugó las cejas y lanzó una mirada inquisitiva. Ambos intercambiaron un gesto que no pasó desapercibido para Emmett. Sabían lo que estaba sucediendo, y su preocupación era palpable.
—¿Cuánto tiempo lleva así? —preguntó Ronan, mirándolo con cautela—. ¿Dos meses ya, no?
Emmett asintió, soltando un largo suspiro cargado de frustración y desilusión. Todos estaban preocupados. Ansel se había comportado de manera extraña y distante en las últimas semanas, algo que había empezado como pequeñas excusas para no salir, pero que con el tiempo se había vuelto más evidente. Aunque todavía se unía a ellos para comer, cada vez que lo invitaban a hacer algo fuera del campus, siempre tenía una excusa: trabajos pendientes, estudios, compromisos que antes jamás habrían sido un obstáculo.
Y aunque todos sabían que la carrera de Ansel le exigía mucho, se sentía como si hubiera algo más, algo que Emmett no lograba descifrar, pero que le carcomía el alma. Lo observaba cada día, notando pequeños cambios, detalles en su comportamiento que parecían decirle que algo estaba roto. Ansel seguía sonriendo, pero había una distancia en su mirada, un brillo que ya no estaba ahí. Las conversaciones entre ellos se volvían más superficiales, monótonas, como si estuvieran forzadas, y el contacto físico... eso se había vuelto casi inexistente.
Antes, Ansel lo abrazaba sin razón, lo tomaba por el cuello mientras caminaban y se inclinaba hacia él como si fueran los únicos en el mundo. Ahora, evitaba el contacto de una manera tan sutil, pero dolorosa, que Emmett se sentía cada vez más impotente. La brecha entre ellos crecía con cada día que pasaba, y la sensación de pérdida era como un peso insoportable sobre su pecho.
—Ronan, cuando tu hermano terminó con su novia, ¿cómo fue que se deterioró su relación? —preguntó Emmett en un susurro, su voz apenas audible, cargada de tristeza. No sabía por qué había hecho esa pregunta, quizás porque temía que su situación con Ansel fuera por el mismo camino. Las palabras salían, pero con ellas también un miedo que hasta ahora no había admitido en voz alta.
Ronan lo miró, sorprendido por el cambio repentino de tema, mientras Alex lo observaba con una mezcla de incredulidad y preocupación.
—Carajo, ¿estás insinuando que Ansel te está engañando? —espetó Alex, casi escupiendo la soda que acababa de tomar. Su tono era directo, como siempre, sin filtros ni suavidad.
—¿Engañarme? —repitió Emmett, negando con la cabeza, con una mezcla de convicción y miedo—. Ansel no sería capaz de hacer algo así. Él no rompería su palabra. Sé que no lo haría. —Quiso sonar firme, pero la inseguridad en sus ojos traicionaba esa certeza. Por dentro, una pequeña parte de él temía estar equivocado, pero no podía soportar la idea de que Ansel lo hubiera traicionado de esa manera.
—Entonces, ¿qué está pasando? —preguntó Ronan, su tono más moderado que el de Alex.
—No lo sé. Solo... solo sé que algo está mal. Pero no quiero pensar lo peor —admitió Emmett, jugando nerviosamente con sus manos—. Quizá está estresado, tal vez la universidad lo está abrumando, pero... —Emmett calló, incapaz de terminar la frase. El silencio que siguió fue casi insoportable.
—Bueno, cuando mi hermano terminó con su novia, todo parecía estar bien al principio —empezó a decir Ronan, tratando de ofrecer algo de perspectiva—, pero con el tiempo ella empezó a quejarse de que no tenían tiempo para estar juntos, que la universidad era más estresante de lo que había imaginado. Al final, decidieron tomarse un tiempo. Claro, después de un par de meses, mi hermano descubrió que ella ya estaba saliendo con otra persona.
Emmett asintió lentamente, procesando esas palabras, aunque no quería compararlas con su propia situación. No podía imaginar a Ansel haciendo algo así, pero el cambio repentino de actitud... la distancia creciente... ¿Era posible?
—¿Ustedes siguen en esa relación ambigua? —preguntó Alex de repente, mirando a Emmett con una ceja levantada. Alex siempre había sido intuitivo, y hacía tiempo que había notado la relación entre Emmett y Ansel, aunque ninguno de los dos lo admitiera abiertamente. Sabía que lo que tenían iba más allá de una simple amistad.
Emmett asintió nuevamente. Nunca le habían puesto un nombre a lo suyo. Ambos evitaban esa conversación, pero ahora se daba cuenta de que tal vez Ansel necesitaba algo más. Tal vez estaba cansado de la ambigüedad, de la falta de claridad. Pero Emmett... Emmett siempre había pensado que no necesitaban definirlo. Para él, simplemente estar con Ansel era suficiente. Pero, ¿y para Ansel?
—Emmett —empezó Alex, con una severidad que rara vez utilizaba—, voy a ser honesto contigo porque parece que tú solo no vas a descubrirlo nunca: eres un gran hijo de puta.
Emmett frunció el ceño, sorprendido por la dureza de sus palabras, aunque sabía que Alex no era de los que endulzaban las cosas.
—Alex —lo regañó Ronan, dándole un codazo en las costillas, pero Alex no se inmutó.
—No me malinterpretes. No estoy diciendo que seas mala persona, pero no tienes el valor para hablarle de frente a Ansel. Esperas que él dé el primer paso cuando tú también puedes hacerlo. ¿Por qué no lo haces?
Emmett bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de su amigo. Sabía que Alex tenía razón, pero la idea de enfrentar a Ansel lo aterraba. El miedo a perderlo, a que todo lo que tenían se desmoronara por una conversación, lo paralizaba.
—No sé si eres estúpido o simplemente estás fingiendo serlo, pero, joder, Emmett, no puedes seguir manteniendo algo tan ambiguo y esperar que todo esté bien —continuó Alex, sin perder su tono directo.
—Lo sé —murmuró Emmett, apenas audible—, pero primero necesito enfrentar a mis padres. No puedo hablar con Ansel hasta que lo resuelva con ellos.
—Al fin, estás empezando a hablar con algo de sentido —dijo Alex, casi con un tono de celebración—. Haz algo al respecto y deja de darme lástima. Te juro que si sigues así, la próxima vez te golpeo.
Emmett sonrió ligeramente, agradeciendo la brutal sinceridad de su amigo. Pero por dentro, la tormenta de emociones no cesaba.
Después de dejar a sus amigos, Emmett regresó a su casa. Aparcó el auto frente a la entrada y, por instinto, miró hacia la ventana de la habitación de Ansel. Las cortinas estaban cerradas, igual que sus oportunidades de hablar con él esa noche. Recordó que Ansel le había dicho que tenía una tarea importante que hacer, así que decidió no insistir. Subió a su habitación y se dejó caer en la cama, mirando el techo blanco, como si ahí pudiera encontrar las respuestas a todos sus problemas.
Su mente se llenó de recuerdos de Ansel, de los momentos felices que compartieron antes de que todo empezara a cambiar. Recordó los paseos por el parque, las noches en las que se quedaban hablando hasta el amanecer, los abrazos y las sonrisas que ahora parecían tan lejanas. Emmett siempre había pensado que su amistad con Ansel era inquebrantable, que nada ni nadie podría separarlos. Pero ahora... ahora no estaba tan seguro.
Alex tenía razón. Necesitaba enfrentar la situación, enfrentar a sus padres, y, sobre todo, hablar con Ansel. Pero el miedo lo consumía. ¿Y si lo perdía? ¿Y si, después de todo, Ansel ya no lo quería de la misma manera?
Se levantó de la cama y se dirigió a su armario. Sacó un pequeño cofre negro con un diseño antiguo. Lo abrió con cuidado, introduciendo la contraseña que solo él conocía. Dentro había fotos, recuerdos, y en el fondo, una hoja de papel doblada con cuidado. La había leído cientos de veces, pero aún así la sacó y la desdobló con manos temblorosas.
..."Me gustas, Emmett. Sé que no me puedes querer de la misma manera, sé que es Sheira quien te gusta y me siento culpable por gustar de ti. No quiero que me odies, así que, por favor, no lo hagas. Quiero permanecer a tu lado aunque sea solo como un amigo más"....
Emmett acariciaba la nota de Ansel con una mezcla de nostalgia y desesperación. Sentía que el tiempo se le escurría entre los dedos, y el miedo a perder a Ansel lo consumía. Sabía que las cosas entre ellos ya no eran como antes, pero no podía evitar aferrarse a esos momentos que compartieron, a esa conexión única que los unía desde niños. Aun cuando no le habían puesto un nombre, su relación tenía un lazo profundo, más allá de las palabras.
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De verdad que ya no quiero seguir escribiendo 。:゚(;´∩`;)゚:。 voy a hacer esto más corto, porque ya no quiero hacerlo sufrir y lo que viene se pone mucho peor ( ≧Д≦)