Una noche. Un desconocido. Y un giro que cambiará su vida para siempre.
Ana, una joven mexicana marcada por las expectativas de su estricta familia, comete un "error" imperdonable: pasar la noche con un hombre al que no conoce, huyendo del matrimonio arreglado que le han impuesto. Al despertar, no recuerda cómo llegó allí… solo que debe huir de las consecuencias.
Humillada y juzgada, es enviada sola a Nueva York a estudiar, lejos de todo lo que conoce. Pero su exilio toma un giro inesperado cuando descubre que está embarazada. De gemelos. Y no tiene idea de quién es el padre.
Mientras Ana intenta rehacer su vida con determinación y miedo, el destino no ha dicho su última palabra. Porque el hombre de aquella noche… también guarda recuerdos fragmentados, y sus caminos están a punto de cruzarse otra vez.
¿Puede el amor nacer en medio del caos? ¿Qué ocurre cuando el destino une lo que el pasado rompió?
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Capítulo 4 – Ecos del pasado
Ana no había dejado de pensar en ese nombre desde que lo escuchó: Lían Hunter.
Había algo en él que le revolvía el estómago, y no era por el embarazo.
No sabía si era una corazonada o simplemente su ansiedad habitual jugando con su mente, pero el presentimiento no la dejaba en paz.
Durante días buscó excusas para no presentarse a la reunión con el CEO. Pero el decano insistió, y rechazar esa oportunidad podría levantar sospechas innecesarias. Así que aceptó, aunque su cuerpo temblara al pensarlo.
Mientras tanto, en su pequeño apartamento en Brooklyn, Ana preparaba una carpeta con la propuesta arquitectónica, haciendo malabares con el peso de su vientre que ya comenzaba a notarse. Se había convertido en experta en esconderlo con ropa holgada y bufandas estratégicas. Solo sus médicos sabían la verdad. Ni una sola amiga, ni su familia, ni mucho menos él.
Él…
¿Por qué no podía sacarlo de su mente?
La noche que había querido olvidar estaba volviendo, lentamente, a asomarse en su memoria. Un susurro aquí. Una mirada intensa allá. Una risa… y luego un vacío.
¿Y si es él?
La pregunta le martillaba las sienes.
¿Y si Lían Hunter es el hombre de aquella noche?
Pero era absurdo. ¿Qué probabilidades había de que justo él fuera el CEO que llegaría a evaluar su propuesta?
Ninguna. O eso se decía para calmarse.
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Lían llegó a Nueva York una tarde de primavera.
Su chofer lo esperaba en el aeropuerto con la discreción habitual.
Durante el trayecto al hotel, revisó el portafolio del proyecto universitario por tercera vez. Algo en aquel documento le había llamado la atención. Un detalle en la propuesta. Un trazo en los planos que tenía algo... familiar.
Y ese nombre.
Ana Camargo.
No sabía por qué resonaba con tanta fuerza en su interior.
Desde que había perdido el rastro de la mujer de aquella noche en México, no había vuelto a involucrarse con nadie. No porque no pudiera, sino porque nada le provocaba verdadero interés.
Esa mujer lo había marcado más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Y ahora, su intuición volvía a encenderse.
Algo estaba por ocurrir. Lo sentía.
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El día de la presentación llegó.
Ana se paró frente al espejo y eligió cuidadosamente su atuendo. Optó por una blusa holgada y un pantalón negro que ocultaban bien su estado. Ató su cabello en una coleta baja y aplicó solo un poco de maquillaje. Quería lucir profesional, segura… aunque por dentro fuera un nudo de nervios.
Al llegar al campus, el decano ya la esperaba. Le sonrió amablemente, ajeno al torbellino que Ana llevaba por dentro.
—¿Lista? —le preguntó.
Ana asintió, tragando saliva.
La sala de conferencias estaba preparada para la reunión. Al entrar, sus ojos recorrieron el lugar en busca de aquel rostro que había empezado a reconstruir en su mente.
Y entonces lo vio.
El mundo se detuvo.
Lían Hunter estaba de pie, revisando unos documentos, con un traje oscuro impecable y una expresión seria. Su porte era imponente, seguro, calculado.
Pero Ana no necesitó más de un segundo para reconocerlo.
Era él.
El hombre de aquella noche.
El padre de sus hijos.
Su respiración se cortó, el aire se volvió denso, sus manos sudaban.
Lían levantó la vista… y sus ojos se encontraron.
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Lían no supo por qué su corazón se aceleró tan de pronto.
Ni por qué la miró con tanta intensidad.
Pero cuando vio a Ana… algo dentro de él se activó.
Un recuerdo.
Una sensación.
Una certeza.
No podía explicarlo. No estaba del todo seguro todavía. Pero esos ojos… él los había visto antes.
Y no los había olvidado.
Ella.
La mujer de aquella noche.
El mundo, por un segundo, pareció encajar.
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—Lían Hunter —dijo el decano con una sonrisa—. Ella es Ana Camargo, nuestra coordinadora del proyecto.
Ana apenas logró extender la mano.
Su voz salió temblorosa.
—Un gusto.
Lían la tomó con suavidad. Su mirada se quedó fija en ella un segundo más de lo necesario.
—El gusto es mío.
Ambos sabían, en el fondo, que aquello no era la primera vez.
Solo faltaba que la verdad emergiera del todo.