Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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El lago
Renji
–¿Yo era así de pequeño, mami? –le pregunta Dylan a Emma, quien tiene a Taylor en sus brazos.
–Sí, cielo, así de pequeñito –le responde y luego acaricia la frente de Taylor con sus labios–. Es preciosa –les dice a los orgullosos padres, que no pueden quitarle la vista de encima a la pequeña bebé.
–Lo sabemos –dice Conor orgulloso–. Es la princesa de esta casa.
–Y luego, cuando crezca, será tu dolor de cabeza –le dice su abuela con una sonrisa mientras decora una torta, a petición de Colin.
Estamos todos sentados alrededor de la enorme mesa, menos la abuela de Conor, quién está de pie al lado de la isla, decorando la torta.
–Y es genial también –dice Colin mirando a Dylan–. Ha vomitado a papá muchas veces.
–¡Qué genial! –exclama Dylan, sacándonos una carcajada a todos.
–Sí, genial –bromea Conor–. Me encanta recibir sus vómitos de leche. Es lo mejor de mi día.
–Mi papi tiene suerte –dice Dylan mirándome con la hermosa sonrisa que heredó de su madre–. Porque yo nunca pude vomitarle encima. ¿Verdad, papi?
–Yo no lo llamaría suerte –digo con una sonrisa triste–. Me hubiese gustado estar cuando naciste.
Mel y Emma comparten una mirada culpable.
–¿Te hubiese gustado que te vomitara encima? –pregunta mi hijo haciendo una mueca de asco.
–Me encantaría no haberme perdido nada –le respondo.
Emma muerde su labio, claramente nerviosa y culpable. Le entrega la pequeña a su madre y luego camina hasta la puerta de vidrio.
–Necesito tomar aire –se excusa antes de salir.
Melanie me mira con reticencia. –Se siente culpable, y yo también.
–Deberían –dice Conor–. Lo que le hicieron a Renji es casi imposible de perdonar.
–Te agradezco la lealtad, Conor, pero no es necesario que te enojes en mi nombre, yo estoy bien con todo. El pasado no lo podemos cambiar, y creo que tú y yo sabemos eso muy bien.
Mi amigo asiente. –Tienes razón. El pasado no se puede cambiar.
Lanzo una última mirada a Dylan, quien está correteando entre la sala y la cocina, con Colin siguiéndolo.
–Saldré un momento –digo y salgo hacia la enorme extensión de terreno, siguiendo a Emma.
El campo no es para mí, necesito estar rodeado de edificios y del bullicio de una enorme ciudad, pero debo admitir que el lugar es hermoso.
Busco a Emma por todos lados, pero no puedo divisarla. Me alejo más de la casa en dirección al lago, y la veo.
Está arrodillada frente al lago observando el hermoso paisaje.
Mi corazón se acelera dentro de mi pecho cuando puedo observarla libremente. Es hermosa, casi etérea. Su cabello ondulado vuela sobre su cabeza, gracias al viento. Su pequeña cintura es un bello contraste con la redondez de su trasero.
Quisiera poder tocarla, pasar mis dedos por cada ondulación de su piel, pero sé que no debo. Asustarla es lo último que quiero hacer después de todo el daño que le causé.
Emma se levanta y se quita su falda gris, quedando en unas diminutas bragas negras. Los latidos de mi corazón se aceleran aún más cuando se quita la blusa en un movimiento, quedando prácticamente desnuda.
No lleva brasier.
Cuando camina hacia el agua puedo ver la forma de sus pechos. Todavía puedo recordar cómo se sintieron en mi boca. Gruño cuando me empalmo completamente.
Es claro que esa bella mujer tiene mucho poder sobre mí. Más del que cualquiera ha tenido nunca, a excepción de Dylan.
Ellos, sin lugar a duda, son los únicos que podrían destruirme completamente.
Pensé que ya no quedaba un corazón dentro de mí que pudiera volver a ser destruido, pensé que mis padres se habían encargado de eso, pero me equivoqué.
Tengo un corazón que late por ellos. Indomable, incansable.
Creo que debo aceptar, que, por primera vez en mi vida, estoy enamorado. Enamorado de una mujer que nunca podrá ser mía. Una mujer que no puede amarme de la forma en que yo lo hago.
Hipnotizado por la belleza que flota sobre el lago, me quito mi ropa hasta quedar solo en bóxer y entro al agua, sin emitir sonido alguno.
Camino hasta estar cerca de ella. Sus pechos son lo primero que veo. Están flotando con las puntas rosadas apuntando al cielo. El agua acaricia su vientre y juega con su ombligo. Pequeñas olas chocan contra el vértice de sus piernas. Nunca pensé que podría estar celoso del agua, pero lo estoy.
Tan malditamente celoso.
Cuando estoy a su lado veo pequeñas líneas blancas que cruzan sus piernas y vientre. Las reconozco, yo también las tenía antes de tatuar mi piel y camuflarlas de mi vista y la de todos. Son las marcas que quedan cuando el látigo rompe tu piel.
–Yo también tengo cicatrices.
Emma se asusta y comienza a hundirse, pero coloco mis manos debajo de su trasero y espalda.
Cruza sus brazos y tapa sus pechos, los cuales también tienen pequeñas cicatrices blancas y otras redondas, seguramente causadas por quemaduras de cigarrillos.
–¿Qué haces aquí? –pregunta mientras todo su cuerpo se tensa.
–No debes tenerme miedo, Emma. Nunca te lastimaría.
–No te tengo miedo.
–Tu cuerpo me dice otra cosa –digo y paso las yemas de mis dedos por su tierno vientre. El lugar que le dio vida a mi hijo–. Nunca te haré daño. Lo sabes, ¿verdad?
Sus preciosos ojos se enfocan en los míos y luego, poco a poco, su cuerpo comienza a relajarse.
–Sé que estoy a salvo a tu lado.
Su mano alcanza mi pecho y comienza a seguir el contorno de la flor de loto.
–Siempre quise poder tocarla –susurra, olvidando cubrir sus pechos–. Soñé tantas veces con poder tocarte así –agrega en un suspiro–. Es gracioso. A este lugar vine a llorar esa mañana que no pudiste recordarme. Lloré tanto que mis ojos se secaron y me juré que nunca nadie volvería a lastimarme así de nuevo.
Enredo mis dedos en su cabello. –Lo siento, Emma. Me hubiese gustado haberte recordado, todo sería tan distinto si lo hubiese hecho.
Sus ojos se oscurecen con culpa. –Lo siento –susurra–. Te quité tantas experiencias con Dylan. Nunca me perdonaré por eso. Tú y nuestro hijo merecen algo mejor que una mujer rota. Una mujer con tantos miedos y mentiras.
–Creo que yo y Dylan somos muy afortunados de tenerte.
–¿Tenerme? –pregunta mordiendo su labio inferior, nerviosa.
Sé que debería ser mejor que mis instintos, pero lo único que puedo hacer es acercar mi rostro al de ella.
Un hambre que no conocía se abre paso en mi cuerpo, empujándome a Emma.
–Tú no me tienes, Renji –dice cuando mis labios están a unos centímetros de los suyos.
–Yo no pienso lo mismo –digo antes de bajar mi boca y tomar lo que es mío, lo que siempre ha sido mío.
Emma jadea, sorprendida y aprovecho de meter mi lengua en la dulzura de su boca.
Gruño al sentir su sabor y su calor.
Pensé que la recordaba, pero no lo hacía. No recordaba lo que se siente poder hundir mis dedos en su cabello y guiar su boca para que se amolde a la mía. No recordaba con claridad su dulce sabor. La boca de Emma sabe a una fruta madura y deliciosa. Tampoco recordaba los pequeños gemidos que salen de su boca cuando enredo mi lengua con la suya.
Emma se empuja hasta incorporarse y luego enreda sus dedos en mi cabello. Empujándome más cerca de ella.
Las puntas de sus pechos se clavan en mi torso y ahora el que gime soy yo.
Levanto los muslos de Emma y ella de inmediato enreda sus piernas en mi cadera, obediente y complaciente.
Me alejo cuando entiendo que la hermosa mujer en mis brazos fue doctrinada para obedecer y complacer. Obligada a aceptar los avances de sus abusadores, en contra de sus deseos.
No. No quiero esto. No la quiero así.
–Emma no tienes que hacer esto.
Sus ojos oscuros, casi salvajes, buscan los míos, y luego deja caer su frente sobre la mía.
–Haz que las voces en mi cabeza desaparezcan, por favor –pide antes de volver a besarme–. Ayúdame a olvidar –susurra sobre mis labios.
Vuelvo a besarla y esta vez me permito hundirme en las sensaciones. Me permito disfrutar de su capacidad para saber qué es lo que necesito antes de que yo lo sepa. Me permito recorrer su espalda y trasero con mis manos, acariciando su suave piel.
Me permito amarla.
–¡Mami!
Emma se tensa en mis brazos al igual que yo cuando escuchamos a Dylan detrás nuestro.
Me giro, cubriendo a Emma con mi cuerpo y veo como mi pequeño corre a toda velocidad hacia nosotros.
–¡Yo también quiero nadar! –grita antes de lanzarse al lago con ropa y todo.
Beso la frente de Emma antes de nadar a la orilla hacia nuestro hijo, quién está teniendo problemas para mantenerse a flote.
Supongo que tendré que esperar hasta tener un momento a solas con Emma.
Tenemos muchas cosas que aclarar.
pudiste alargarle más pero así está perfecta espero sigas escribiendo