Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 21
Isabella se encontraba en la sala de espera del hospital, rodeada por parte del equipo de Montserrat Construcciones. La atmósfera estaba cargada de tensión, y cada minuto que pasaba parecía alargar la incertidumbre que flotaba en el aire. Todos estaban esperando noticias sobre Clara Montserrat, que estaba en trabajo de parto, mientras las recientes noticias del asesinato de Delacroix seguían resonando en sus mentes.
Isabella miró a su alrededor, observando a cada uno de sus colegas, pero su atención se fijó en Giulia Ferraro, quien, con una expresión sombría, se levantó y salió al exterior. Isabella decidió seguirla, sintiendo que podría obtener información útil en ese momento de vulnerabilidad.
Al salir, encontró a Giulia tratando de encender un cigarrillo, pero sus manos temblaban tanto por los nervios que no lograba encenderlo. Giulia, normalmente tan compuesta, ahora parecía una sombra de sí misma, claramente afectada por la situación.
—¿Te ayudo? —preguntó Isabella, acercándose a Giulia con una expresión de preocupación, aunque internamente sabía que esta era una oportunidad para acercarse aún más a ella.
Giulia la miró, sus ojos mostrando un destello de frustración, pero asintió. Isabella tomó el encendedor de sus manos y, con un movimiento suave, encendió el cigarrillo para ella.
Giulia inhaló profundamente, dejando que el humo llenara sus pulmones antes de exhalar lentamente, lo que pareció calmarla un poco.
—Este proyecto está al borde del colapso —dijo Giulia, finalmente rompiendo el silencio.
Isabella, fingiendo ignorancia, arqueó una ceja.
—¿Por qué dices eso?
Giulia la miró como si hubiera hecho una pregunta obvia, su expresión un tanto incrédula.
—Es obvio, Isabella. Mataron al ingeniero en jefe, y la administradora y presidenta de la constructora está dando a luz en este momento. Los periodistas no tardarán en vincular todo esto con un ajuste de cuentas de la mafia o algo peor. El proyecto Las Torres Émiris está en peligro.
Isabella fingió sorpresa, aunque por dentro ya estaba considerando las implicaciones. Mantuvo su tono neutral mientras respondía.
—El hombre que disparó confesó que lo hizo porque Delacroix había tenido relaciones sexuales con su hija durante un año. Delacroix era un cerdo, un idiota.
Giulia exhaló humo, su mirada se tornó más dura.
—Y ahora, ¿quién parece más idiota? ¿El hombre que ahora está muerto o quienes lo contrataron?
Isabella dejó que las palabras de Giulia se asimilaran en su mente por un momento antes de responder, su tono medido.
—Tal vez haya una manera de salvar esto… —comenzó Isabella, sus palabras cuidadosamente elegidas.
Giulia la miró con escepticismo, sus ojos entrecerrados mientras trataba de entender hacia dónde iba Isabella con esto.
—¿Qué estás sugiriendo?
Isabella sonrió ligeramente, sus ojos brillando con un destello de astucia.
—Podemos culpar de todo a De Luca. Es una opción que nadie esperaría.
Giulia soltó una risa amarga, llena de incredulidad.
—¿Cómo crees que eso sería posible?
Isabella mantuvo su mirada firme, sintiendo que tenía la ventaja.
—Piensa en esto. Tú eres la diseñadora del proyecto, Clara es la administradora, y Marcello De Luca es el encargado de muchas otras cosas, incluyendo la contratación de personal clave. Tres dueños, tres responsables. Si algo sale mal, ¿quién crees que se verá más afectado si todos los dedos apuntan hacia él? De seguro sabía sobre las fechorías de ese hijo de puta de Delacroix.
—¿Segura? —preguntó Giulia mirándola fijamente.
Con toda la confianza que Isabella pudo tener asintió.
—Claro. Esas cosas no se lcultan por mucho tiempo. Recuerda: la mierda flota. Y Delacroix tenía mucha mierda.
Giulia inhaló otro trago de humo, dejando que las palabras de Isabella se asentaran. El humo flotaba en el aire mientras ella consideraba las posibilidades. Finalmente, asintió lentamente.
—Puede ser… puede ser —murmuró Giulia, más para sí misma que para Isabella.
Isabella, viendo que había plantado una semilla de duda, continuó.
—No solo puede ser. Es lo que debe ser. Ahora es el momento de actuar, Giulia. No podemos permitir que el proyecto se hunda. Necesitamos una cabeza de turco, y Marcello encaja perfectamente.
Giulia asintió nuevamente, más segura ahora. Luego se giró y comenzó a caminar hacia su coche, sacando su teléfono móvil mientras lo hacía. Isabella observó cómo Giulia se alejaba, preguntándose si su idea sería suficiente para desestabilizar la frágil alianza dentro de Montserrat Construcciones. Sabía que, si jugaba bien sus cartas, podría salir más fortalecida de este caos.
Regresó al hospital, donde encontró a Valeria en el pasillo. Valeria, siempre tan dedicada a Clara, parecía preocupada y estaba mirando su teléfono nerviosamente. Isabella se le acercó, decidiendo aprovechar la situación.
—Valeria, ¿sabes algo sobre las contrataciones? —preguntó Isabella, con un tono casual, aunque calculado.
Valeria levantó la vista, sorprendida por la pregunta.
—¿Y tu para qué quieres saber eso? —respondió Valeria, su tono un poco defensivo.
—Solo tenía curiosidad —dijo Isabella, tratando de sonar inocente—. Me preguntaba quién había contratado a Delacroix.
Valeria entrecerró los ojos, claramente desconfiando de las intenciones de Isabella.
—Eso es confidencial. No deberías preocuparte por eso y mejor sigue con tu trabajo —respondió Valeria, su tono más cortante de lo habitual.
Isabella rodó los ojos, fingiendo indiferencia, y se alejó. Sabía que presionar más a Valeria en ese momento podría ser contraproducente, pero había plantado otra semilla de duda.
Valeria, por su parte, se quedó parada en el pasillo, sintiendo que las preguntas de Isabella la habían dejado intranquila. Sabía que el asesinato de Delacroix podía ser utilizado por la prensa para vincular a la empresa con la mafia, ademas claro de que podian salir a la luz los intentos de la emñresa por cubrir las estupideces dd Delacroix, y más ahora que Clara estaba fuera de servicio por el parto. Valeria se acercó a Marcello De Luca, que estaba en el pasillo cerca de la sala de espera, hablando por teléfono con una expresión seria.
—Marcello —lo interrumpió Valeria, su tono urgente—. Creo que deberíamos preocuparnos por cómo la prensa va a manejar esto de Delacroix. Podrían intentar vincularnos con la mafia y eso afectaría nuestras acciones, especialmente con Clara fuera de servicio.
Marcello la miró, claramente molesto, pero mantuvo la calma.
—¿Piensas que no me he dado cuenta, idiota? Claro que sí, Valeria. Necesitamos arreglar esto rápido, antes de que todo se salga de control.
Isabella, que había estado observando desde la distancia, se acercó con un aire de curiosidad inocente.
—¿En qué piensan? —preguntó con un tono ligero, como si simplemente estuviera interesada en la conversación.
Valeria la miró con desdén.
—Nada que te importe, chismosa.
Isabella sonrió ligeramente, ignorando el desaire.
—Si es sobre Delacroix, creo que deberían saber algo. Giulia me mencionó que iba a hablar con unos periodistas sobre que Marcello fue quien contrató a Delacroix, insinuando que podría estar detrás de su muerte.
Marcello frunció el ceño, su expresión se volvió oscura.
—¿Qué? ¡Eso no lo permitiré! —exclamó, claramente irritado—. Valeria, organiza una rueda de prensa inmediatamente. Necesitamos controlar esta narrativa antes de que Giulia haga algún daño.
Isabella continuó, sabiendo que podía causar aún más discordia.
—Además, Giulia también mencionó que está planeando cambiar de constructora a El Real. Tal vez ellos estén detrás del asesinato, queriendo desestabilizarnos para quitarle no solo un proyecto, sino también clientes a Montserrat Construcciones.
Marcello apretó los dientes, su ira aumentando con cada palabra de Isabella.
—Eso sería una traición absoluta —dijo, más para sí mismo que para Isabella—. No permitiré que se salga con la suya. Si eso es lo que planea, tendrá que enfrentarse a las consecuencias.
Isabella observó cómo la ira de Marcello se intensificaba, satisfecha con el caos que estaba sembrando entre ellos. Sabía que, al desestabilizar a las figuras clave dentro de la empresa, ella ganaría más confianza y control. Mientras Valeria y Marcello discutían sobre los próximos pasos, Isabella se alejó discretamente, sabiendo que su plan estaba funcionando perfectamente. Cada movimiento que hacía la acercaba más a su objetivo final: la caída de Clara Montserrat y la justicia por lo que su padre había sufrido.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho