Beatriz Salinas, conocida como Bea, asume con entusiasmo la vida; sin embargo, pronto su vida cambiará de un momento a otro y una vorágine de emociones, sentimientos y acontecimientos la podrían llevar a conocer al verdadero amor.
Bea desconoce que tras ella existe una persona obsesionada con acabar con su existencia; y que la vida perfecta que creía tener se puede desmoronar en cualquier momento.
¿Podrá Bea liberarse de quien quiere lastimarla?
¿Podrá Bea reconocer el amor de su vida en medio del caos que se avecina?
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1. Un atolondrado encuentro
Hace frío, el viento recorre presuroso aquellas calles, en un remolino que parece congelar el alma, no hay gente en la calle como otros días, los curiosos, los periodistas, y todo aquel que quiere enterarse de la última novedad que está sucediendo en aquella ciudad están en la iglesia principal o la andan rondando; una boda se debía realizar.
Pero la novia no llega, el novio está impaciente, los invitados no comprenden; una llamada del servicio de emergencia alerta a la madre de la novia, un evento extraño envuelve a la familia, lo que le informan la congela, resulta que el padre de la novia se debate entre la vida y la muerte; la señora de nariz respingada pregunta por su hija, pero no hay respuesta.
Beatriz Salinas, la mayoría la llama Bea, se casaba esa noche, y ha desaparecido, se teme lo peor, tal vez la amenaza que cernía sobre ella la ha alcanzado, tal vez esa persona obsesionada tiene por fin a la presa que ha buscado alcanzar durante tanto tiempo, el miedo cierne y la búsqueda empieza.
...Beatriz Salinas...
Bea corre descalza en medio de la oscura noche, entre calles que parecen confundirla, lo que le hayan dado para dormirla no ha funcionado completamente, porque despertó y mientras quien la secuestró hablaba con alguien por el móvil, ella bajó del auto.
Es difícil desplazarse con el vestido de novia puesto, pero fue así como se la llevaron, aún confundida y agobiada, lo único que hace es correr, sus ojos miel parecen cansados de mantenerse abiertos, pero no los deja cerrarse; su cabello castaño claro tiene tierra, cuando escapó se cayó dos veces sobre el suelo mojado al pie del camino; y el vestido blanco, es ahora una tela rasgada con matices de colores.
Bea jamás imaginó que al momento de cumplir veintidos años su vida cambiaría tanto y que un año después estaría huyendo con todas sus fuerzas para preservar su vida; quiere volver a ver a su familia, y en su confusión también piensa en besar con intensidad al único hombre que realmente ama con todo su ser.
...✒️ Un año atrás ✒️...
Bea y su amiga Ara Park, una pelinegra de rasgos orientales bastante marcados, caminan por el centro comercial buscando que se compraran para celebrar el cumpleaños número veintidos de Bea.
Bea es una abogada recién graduada, fue una estudiante destacada, y hace unos meses ha empezado a trabajar en un importante estudio de abogados. Ara tiene veintiun años también se acaba de graduar, pero como enfermera y pronto ingresará a trabajar en un hospital universitario.
...Ara Park...
Mientras Bea es alegre, dinámica, bastante extrovertida, Ara es algo más moderada, pensativa e introvertida. Pese a la gran diferencia de personalidad, ambas se llevan muy bien.
- "Hay muchas opciones, y aún no eliges una", dijo Ara.
- "No estoy segura, si verme extremadamente bonita o llevar algo cómodo para bailar sin problema", manifestó Bea.
Ara solo sonrió, su amiga siempre parecía tener el rostro iluminado, a cualquier lugar donde iba, en cambio, ella solo guardaba silencio para tratar de que no se den cuenta del terror que siente al llegar a su casa, solo espera tener un poco más de dinero para poder llevar a su madre y hermanos lejos de aquel lugar; disfruta los momentos en que trabaja o los pocos momentos cuando sale con Bea porque se olvida de su realidad.
Bea corre para ver la vitrina de una tienda; le encanta el top elegante con cuello halter de lentejuelas sin mangas que tiene el maniquí que lo expone a todo ojo que pueda resultar cautivado por el brillo y el diseño, ha encontrado la prenda perfecta y no dudó en ingresar rápidamente a comprarlo.
Cuando Bea está saliendo emocionada, haciendo bailar la bolsa de cartón donde lleva el top recién comprado, el tacón de su zapato se queda incrustado en una grieta en el piso, la bolsa sale volando y golpea por accidente a una pareja que estaba transitando por el mismo lugar.
Edward Safra es un joven médico de veinticinco años que se ha mudado de su ciudad natal, para olvidar los problemas que tiene con su familia; no ha comentado con nadie en aquel nuevo lugar sobre su pasado, en el hospital donde labora tanto el personal como los pacientes consideran que es una maravillosa persona, y que el único problema que tiene es su antipática novia.
...Edward Safra...
Edward ha ayudado a Bea a reincorporarse, puesto que al romperse el tacón, perdió el equilibrio; ella se pierde embobada por un momento en aquellos ojos azul cielo del hombre que tiene en frente.
- "Niña estúpida, ten cuidado", increpó la novia de Edward, sacándola de aquel momento que podría describirse casi mágico, para luego recriminarse interiormente por hacerlo, después de todo tiene novio, con quién se verá esa noche.
Ara había ido a recoger la bolsa que quedó en el piso, y luego tomó del brazo a Bea.
- "Linda, fue solo un accidente", expresó Edward tratando de calmar las cosas.
- "Lo siento, en verdad fue un accidente. Lo bueno es que pareces estar bien", manifestó Bea tratando de ser cortés.
- "Tengo raspado el brazo por una niña tonta como tú", agregó Linda.
- "Ya me disculpé, si quieres una reparación por un rasguño que no veo dime cuánto es", dijo Bea incómoda, podía notar que esa mujer solo quería llamar la atención.
- "Vamos, Linda, solo fue un accidente", dijo Edward y tomó a su novia de la mano, alejándola del lugar, mientras Linda hacía una mueca de disgusto hacia Bea.
- "No hagas nada, ya pasó, no dejes que esto arruine el festejo de esta noche", se apresuró a decir Ara para calmar a su amiga.
- "Tienes razón, amiga, mejor vámonos, igual con el zapato roto, no puedo hacer nada más", dijo Bea tomando sus zapatos en la mano.
En la noche, mientras ingresaban al club con sus respectivos acompañantes, Bea y Edward se volvieron a encontrar, ambos se quedaron mirando por la sorpresa, o tal vez por algo más fuerte que ellos mismos puedan reconocer en ese momento.