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Capítulo 18
"Haam, eso fue tan aburrido", bostezo kisho.
"Todo se ha vuelto tan aburrido", siguió quejándose.
"Entonces, puedes irte, no entiendo por qué sigues aquí, que estés aquí me pone nervioso", regañó Einar.
Todo había terminado desde que Yeisan se fue, Emmett tenía una nueva vida llena de tranquilidad, era un nuevo comienzo sin ningún recuerdo de sus vidas pasadas.
Todo se veía bien, pero kisho no se había ido, al cabo de dos semanas desde que todo terminó, kisho volvió a aparecer, y lo peor era que casi siempre aparecía frente a Einar.
"¿Fue así cuando se conocieron la primera vez?", preguntó kisho quién se encontraba recostado sobre el césped mientras comía una manzana.
"No lo sé, no tengo la costumbre de espiar a las personas a diferencia tuya, además, no debería importarte lo que Emmett haga", contestó Einar con impaciencia.
La sola presencia de kisho le ponía los nervios de punta.
"Mmm, pues es divertido ver lo que hacen las personas", dijo kisho.
"Además, tengo algunos asuntos por aquí, así que me verás más tiempo de lo que deseas, tal vez me quede el tiempo suficiente hasta que nazca tu bebé", sonrió kisho mordiendo la manzana.
"Ja ja ja, supiste aprovechar muuuy bien tu tiempo", añadió con risa.
Esta era la cuarta semana de gestación de Einar, él y su esposo esperaban ansiosos la llegada del nuevo integrante de la familia.
"... Tan molesto", resopló Einar ruborizado.
Como hoy hacía buen tiempo, salió al jardín para tomar un poco de aire fresco y disfrutar de los rayos del sol mientras permanecía acostado en la mecedora.
Pronto las nubes cubrirían el cielo para que la época nevada de comienzo, Einar fijó su mirada al cielo pensando en Yeisan, como un alma que ha vagado por tantos años entre los vivos, su alma descansaría por varios siglos hasta que se le concediera la oportunidad de renacer, solo quedaba desearle un buen descanso.
"Él está bien", pronunció kisho interrumpiendo los pensamientos de Einar.
"No tienes por qué decírmelo, no lo estaba preguntando", dijo Einar cerrando los ojos para descansar.
Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de kisho mientras terminaba de comer la manzana.
"Sí, él está muy bien"
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La exposición de pintura tendría lugar en un salón privado, solo se podía ingresar con una invitación vip.
Emmett llegó a recoger a Lucien a su casa y se encontró con la madre de este esperando en la puerta de entrada.
"Es un gusto conocerlo, tenía tantas ganas de verlo en persona", saludó la madre de Lucien.
Emmett Howell era un alfa dominante conocido en el ámbito empresarial, un alfa muy capaz que manejaba las empresas de la familia Howell dentro de la ciudad.
Estaba muy emocionada cuando oyó de su hijo que se reuniría con el alfa nuevamente.
"Es un placer conocerla Señora Klein", saludó Emmett con cortesía.
"Cuidaré muy bien de su hijo, así que no tiene que preocuparse", sonrió guiando a Lucien hacia el auto.
"Sí, si, te lo encargo, es un joven muy delicado, así que cuídalo bien", encargó la señora Klein.
"Ya podremos conversar en otra ocasión, y tal vez podamos organizar una cena familiar con tus padres", sonrió la señora.
"Claro, que tenga un buen día", se despidió Emmett y entró al asiento del conductor.
El auto avanzó por las calles hasta llegar a la autopista.
"Disculpa a mi madre, es solo que está muy emocionada", dijo Lucien luego de que el auto empezó a marchar.
"No tengas cuidado, se ve que es alguien agradable", contestó Emmett.
"Así es, siempre a admirado a la Señora Howell y siempre ha tenido el deseo de conocerla, ese es el porqué de su emoción, espero que algún día se cumpla su deseo", sonrió Lucien.
La madre de Emmett, la Señora Howell, era una elegante mujer muy conocida por su belleza e ingenio, razón por la cual varias personas siempre buscaban acercarse a ella.
En lugar de responder, Emmett sonrió y se concentró en conducir.
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El lugar ya estaba lleno, varias personas importantes se dieron cita a la exposición y veían los cuadros con admiración.
La recaudación de las entradas y pinturas vendidas, irían a un centro de ayuda social, así que varios burgueses adquirían las pinturas para mostrar su buena obra social.
"Son hermosas", dijo Lucien contemplando las diferentes obras.
"Pero cuestan demasiado", sonrió.
"Esta clase de eventos siempre atrae más clientes, una causa que se vuelve en un sobreprecio para las recaudaciones", comentó Emmett.
Más que ayudar a un bien social, las personas en este evento peleaban por mostrar su poder al obtener las obras más caras, algo que aprovechaba el organizador del evento.
"... Ya veo", sonrió Lucien con vergüenza.
"Pero eso no nos impide disfrutar de las pinturas", dijo Emmett guiando a Lucien hacia otro salón.
Como era un evento privado, había atención especial, meseros que se encargaban de alcanzar bebidas a los invitados así como también distintos bocadillos.
Ambos pasaron el tiempo recorriendo los diferentes salones para apreciar los cuadros de pintura.
Emmett era conocedor de este arte y disfrutaba verlos, pero hubo un cuadro en especial que llamó su atención.
Ubicado en el centro del salón más prestigiado, colgaba un cuadro, el salón en especial, estaba decorado con bellas luces y un campo de distintas flores amarillas hacían un sendero para llegar al cuadro.
Rodeado de varias personas, el cuadro traía un sentimiento de nostalgia.
Un gran castillo pintado con delicadeza que era rodeado de un gran campo de rosas amarillas, escondiendo dentro del hermoso campo un centenar de sueños perdidos.