Después de una tarde de amor pasión Hannah desaparece de la vida de Sebastián, dejándolo sumido en la más cruel desesperación. Pero él no escatimará en gastos, ni en esfuerzos para traerla de regreso a su vida. ¿La traerá para amarla o para hacerle pagar todo su dolor?
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CAPÍTULO 20
Mientras tanto en Colombia...
Marco Aurelio trataba de proteger a su familia de los numerosos ataques que estaban recibiendo.
Alexia, por su parte, se sentía frustrada y agobiada. Ella quería estar al lado de su marido. No soportaba el llanto del pequeño Aurelio. Ella había aceptado criarlo junto a su padre, pero ahora que Marcos se había alejado de ella no le veía ningún sentido a tenerlo a su lado.
Entonces Alexia contrató una niñera a tiempo completo para que se encargara de atender al pequeño. Ella solo tendrá contacto con él cuando Marco Aurelio venga de visita. Ese día, será la mejor madre del mundo. Pero mientras tanto, no quiere saber nada de ese niño.
Por otra parte, Hannah estaba feliz con sus pequeños. Los gemelos eran muy traviesos y activos. Ella era una madre dulce y dedicada, aunque había comenzado a trabajar desde su casa. Desde ahí movía sus inversiones, para asegurar el futuro de sus hijos.
Aunque Alexei le daba todo a manos llenas, ella quería ser independiente y valerse por sí misma.
Mientras tanto, en la mansión Santoro...
Un grupo comando se preparaba para viajar a Colombia. Máximo había reunido a sus mejores hombres, pero en calidad de mercenarios, para visitar a Marco Aurelio y tratar de indagar sobre su pequeño sobrino.
Genoveva había mostrado algunas fotos de Sebastián cuánto era pequeño y no podían negar que había algunos rasgos muy similares entre los dos bebés.
—Hermano. ¿De qué se trata todo esto? —le preguntó Sebastián, que llegó de imprevisto a la mansión.
—Estoy colaborando en una misión, Pero no te preocupes, hermano. Yo solo dirigiré desde la distancia.
—Ah ok. Nada de arriesgarte. Tienes tres hijos que cuidar.
—Si hermano tienes razón. Y los niños son nuestra prioridad. —Máximo abrazó a su hermano y se despidió de todos, para abordar su camioneta. En otro vehículo, viajaron Cristiano y Santiago, que decidieron unirse a la misión de rescate de su nieto.
Toda la tropa abordó los aviones y emprendieron su largo viaje.
Mientras tanto en Colombia...
Marco Aurelio se encontraba sentado en el despacho de su hacienda. El hombre no podía negar que se sentía muy preocupado. Todos sus intentos de llegar a una tregua con sus enemigos han resultado fallidos y cada día los ataques que recibían eran más certeros. Ya había perdido a dos de sus hombres más cercanos y sentía que su momento de ajustar cuentas con la muerte había llegado.
Marcos Aurelio, lleno de ansiedad y desesperación, tomó su bolígrafo y una hoja, para comenzar a escribir una carta. Una carta que él deseaba que jamás llegara a su destino. Una carta que solo significa su partida de este mundo y la revelación de su más cruel pecado.
Pero a pesar de todo, Marcó Aurelio no se sentía arrepentido. Si pequeño Aurelio Jr. había llenado su vida de luz y felicidad. Ese pequeño se convirtió en su milagro de vida. Ese pequeño era un niño con la sangre de su esposa, de esa mujer que fue el amor de su vida y con quien le hubiese gustado envejecer.
Marco Aurelio se concentró en su escritura y no pudo evitar llorar con cada palabra, con cada frase sentía que su corazón se oprimía. Escribir esta carta solo había abierto heridas profundas en su corazón y en su alma.
—¡Jefe! ¡Jefe! Debemos salir de aquí. Acaban de reportar dos hombres desconocidos sobrevolando la zona en un helicóptero. Ya este lugar no es seguro para usted.
Marco Aurelio levantó su cabeza y miró fijamente a Carmelio uno de sus últimos hombres de confianza en pie.
Él valoró tanto la preocupación del hombre que no tuvo el valor de decirle que ya se había rendido, que ya no quería seguir arriesgando la vida de su familia por aferrarse a seguir en este mundo.
La amenaza de su enemigo era clara. Si Marco Aurelio no se entregaba, iría tras su familia y los torturaría en frente de él hasta que murieran agonizando.
El gran Marco Aurelio había perdido a todos sus aliados, todos habían comenzado a darle la espalda e incluso a unirse a su enemigo. Él estaba experimentando la caída de su imperio.
Marco Aurelio se levantó y guardó la carta en su caja fuerte. Después tomó su arma y salió detrás de su último amigo.
—Vamos Carmelio. Salgamos de aquí. Hoy no es un buen día para morir —le dijo Marco Aurelio a su amigo, mientras corría junto a él, para internarse en los pasadizos secretos de la hacienda.
Ellos corrieron por horas y lograron salir hacia las afueras de la propiedad. Ahí existían unas cuevas donde podían abastecerse de agua y comida. Mientras llegaban los refuerzos que Alexei le había enviado.
Muchas horas pasaron...
Al fin, Máximo y su equipo llegaron a Colombia y sin perder tiempo, se dirigieron a la Hacienda de Marco Aurelio.
Más de una hora en helicóptero les llevó llegar a las cercanías de la hacienda. Desde ahí debían seguir en vehículos rústicos. Era un viaje de dos horas más.
Pero todo valía la pena por recuperar al Santibáñez más chico.
Él viaje estuvo muy movido y peligroso. Sobre todo porque se enfrentaron a un equipo de mercenarios que estaba en el área. Al parecer la cabeza de Marco Aurelio tenía precio y era muy alto.
Esto había motivado a muchos sicarios y mercenarios a ir por él.
Un viaje de dos horas se convirtió en una travesía de cinco horas, pero afortunadamente llegaron a la hacienda sin perder a ningún hombre.
Aunque el escenario que encontraron fue devastador.
Por otra parte, Marco Aurelio y Carmelio decidieron moverse al enterarse de que la hacienda había sido atacada y que solo quedaban ellos dos.
Entonces, se adentraron en la espesa selva y encontraron un Jeep con provisiones y armas, que estaba ahí para casos de emergencia.
Carmelio fue el primero en llegar, pero al acercarse al vehículo, se giró hacia su amigo y le gritó:
—¡Corre!, ¡corre! —Fue lo último que hizo antes de recibir un disparo en la frente.
Marcos corrió hacia el cuerpo de su amigo, ahí sintió la calidez del motor del Jeep. En ese momento, entendió lo que su amigo había descubierto. Ese Jeep no estaba ahí para salvarlos, sino para sellar su muerte.