La Rebelde Mila Y El Mafioso.

Perspectiva de Kenán.

En dos pasos estoy frente a ella, no sé por qué, pero siento la necesidad de estar cerca de ella, meto mi mano en su cabello desde la nuca, veo como se estremece cuando lo hago, nos miramos fijamente a los ojos y juro por Dios que me quiero perder en la profundidad de sus ojos, solo un instante basto para apoderarme de sus labios, un beso, nada tierno, no es delicado todo lo contrario, ardiente, apasionado, salvaje.

Ella lo responde con la misma intensidad, como si hubiera estado deseando lo mismo, mi mano libre la coloco en su espalda baja y la presiono un poco más a mi cuerpo, ella instintivamente enrolla sus piernas en mi cintura, Dios, está mujer sabe divino.

Con sus manos sobre mi pecho, sus piernas en mi cuerpo, si no es por este montón de ropa que tenemos de por medio, ya estaría dentro de ella.

La siento sobre el barandal de madera y hago presión con mi miembro erecto en su húmeda intimidad, parece que esto la hace reaccionar.

Perspectiva de Mila.

¿Por qué me mira como un animal hambriento?, lo peor es que me excita que me mire así.

Mete sus dedos en mi cabello y sentir sus dedos fríos sobre mi piel, sin duda causa un escalofrío en todo mi cuerpo, se apodera de mis labios, no lo puedo creer que estoy haciendo, estoy respondiendo a su loco beso con la misma intensidad, juego con su lengua, es suave no parece que fuera la lengua de un asesino.

Siento que me acerca más a él, y mi cuerpo tiene vida propia, el cerebro no coordina bien lo que quiere, enrollo mis piernas en su cintura y puedo sentir su endurecido miembro.

¿Qué estoy haciendo?, ¡esto no puedo permitir que suceda!, lo alejo un poco.

—¿Qué haces?—Apenas puedo respirar.

—No lo sé, disculpa, me baja del barandal—lo siento, no sé qué me sucedió, debo irme—intenta marcharse.

—No te vayas—lo agarro de la chaqueta—quédate.

—Lo siento Mila, esto es una locura.

—Te preparé esto—señaló la mesa con la torta.

Se mete una mano el bolsillo, la otra la pasa por su rostro, luego suspira—¿tú lo hiciste?

—Yo solita con mis manitos—Hablo como tonta, mientras le muestro mis manos.

—A ver dame un pedazo, para que no digas que soy mal agradecido.

Corto un pedazo y se lo coloco en un plato—¿Quieres vino?

—¿Vino?, ¿dónde hay vino?, ¡es está casa!… Ok ya entiendo, Elías—Suspira.

—No lo regañes, yo lo obligue, ya sabes que es muy difícil que se pueda negar a cumplir algo de lo que yo quiero.

—Imagino que lo vuelves loco solo con respirar—cierra los ojos y suspira—Por cierto, ¿quién te dijo que es mi cumpleaños?

—Un pajarito, no te diré, ¿te gusta?

Mete un poco de pastel en su boca—Sonia dijo que te gusta el arequipe, por eso le coloque bastante.

—Gracias es muy amable de tu parte no debiste.

—No te preocupes, no tengo nada más que hacer aquí adentro, ya sé cocinar casi de todo—Me mira con una ceja arqueada.

—Quisiera probar.

—Cuando quieras no tengo problema.

Salgo de la habitación para decirle a Sonia que me traiga la botella.

—¿Se molestó?

—No lo sé, no me ha dicho nada, tranquila, que no pasa nada—me da dos copas y la botella—La comida no la sirvas, eso lo dejaremos para otro día.

—Permíteme—se levanta al verme entrar, toma la botella y las copas, la descorcha y sirve un poco.

—Estoy molesto, me engañaron.

—No me quedo de otra, esto es solo un susto, que conste que cuando me ignores me cortó las venas, siento que voy a enloquecer aquí adentro—me mira con vergüenza.

—Lo siento.

—Tranquilo entiendo que es tu trabajo, siempre y cuando no le hagas daño a mi familia o a mí, todo está bien.

Tomamos vino, varias copas, deseo en lo profundo de mi ser que me bese de esa manera, tan posesiva, tan dominante.

—¿Cuándo me dejarás ir?—Tensa la mandíbula.

—No lo sé, hay que esperar que se calmen un poco las cosas, tranquila de mi parte todo estará bien, tu familia sabe cuidarse, ellos si son precavidos—Sonríe.

—Si la única que jode de más soy yo, por eso estoy aquí encerrada, lo que más odio.

—Estarías de luna de miel en este momento.

—Puede ser, pensándolo bien, no era mala idea casarme con el conde, está bien bueno el condenado—me relamo los labios.

—Bueno, creo que ahora sí me voy—Se levanta. 

—¿Horacio te puedo preguntar algo?

—Dime.

—¿El matrimonio no es válido?, eso quiere decir que mi papá igual me va a obligar a casar con el conde en cuanto salga de aquí.

—Es lo más probable, no te preocupes seguro, estará tan contento que no querrá obligarte a que hagas algo que no quieras.

—Horacio—me mira—me puedes comprar un atuendo de cuero, que me haga lucir como una chica mala, también me puedes enseñar a disparar, a pelear.

—No, ¿para qué quieres aprender eso?

—Para defenderme, ahora me doy cuenta de que siempre estaré en problemas, me falta un tornillo, ¿sabes?

—Lo sospeché, déjame pensar, igual le puedes decir a Elías, es muy bueno.

—Y yo soy muy torpe, a cada rato voy a necesitar que me expliquen, seguramente que me explique tomando mi mano ya sabes.

—Está bien, me convenciste—dice con una sonrisa—vendré algunas tardes y te enseñaré, sé que esto es cuchillo para mi garganta—dice después.

—Hasta mañana Horacio.

—¡Gracias por la torta!, me sorprendiste en serio—Sale de la habitación.

Termino de tomar lo que queda en la botella, me doy cuenta de que me siento feliz, y no sé por qué, suspiro, Horacio, me gusta, me gusta como ningún hombre me ha gustado, y sus besos son, ¡Dios, Divinos!