Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 5
Celina no se sentía orgullosa de sus recientes acciones.
Pero hackear las cuentas del maldito Jáuregui y extraer pequeñas cantidades de dinero es lo que ha hecho posible llevar una vida más o menos cómoda con su pequeño y con mucha vergüenza, es lo que le enseñará a su hijo, para que él pueda sobrevivir si ella llegara a partir antes de tiempo.
El tratamiento de Celina es en realidad costoso y lo poco que le manda su padre solo cubre los gastos básicos.
Además, ella no podía exigirle nada, sabía perfectamente que no era su hija de verdad y que él jamás estuvo de acuerdo con ese procedimiento de inseminación improvisado que ella se realizó.
Pero ella solo deseó tener un hijo de su amor platónico y hacerlo un hombre de bien como su padre. Ella jamás ha tenido la intención de volver a cruzarse en la vida de ese hombre. Ella había obtenido de él el mejor de los regalos. Solo que no contaba con la crueldad del destino de dejarla padecer una enfermedad tan grave.
Por Dios, solo tiene veintidós años y tenía una vida llena de planes con su pequeño gran amor.
Celina salió de sus pensamientos al sentir un beso húmedo en sus mejillas.
—Mami, me encanta mi regalo —le dijo el pequeño abrazando la laptop contra su pecho. Mientras le mostraba a su madre sus pequeños dientes.
—Me alegra mucho, mi vida. A mí también me encanta. ¿Quieres cenar? Ya pasó la Noche Buena y no hemos comido nada.
El pequeño la miró a los ojos y asintió con la cabeza.
—Sí, mami. Quiero un sándwich.
—Ja, ja, ja. No, mi pequeño, eso no es comida para un niño grande y fuerte como tú.
—Mami, apenas tengo dos años. —le dijo el pequeño, haciéndole señas con sus dos dedos frente a ella.
—Sí, pero pareces de cuatro. Estoy segura de que serás tan grande como tu padre. —Celina dejó escapar estás palabras y después se arrepintió. Sobre todo al ver a su pequeño fijar su mirada en ella.
—Mami, dijiste que no lo conocías. Que fui concebido por una inseminación artificial.
—No. No lo conozco, amor. Solo puedo imaginarlo, porque yo no soy tan alta y tú eres un gigante. Eres mi pequeño gigante. —le dijo Celina besando la frente de su amado hijo, para tratar de desviar el tema.
Celina no quería que su amor platónico se enterara de lo que ella había hecho. Ella sabe que indudablemente Máximo Santibáñez la odiará por eso y con justa razón. Ella no tenía derecho a obligarlo a tener un hijo.
Otra vez la dulce voz de su hijo la trajo a la realidad.
—¡Mami! Vamos por un sándwich gigante de cuatro pisos, para un gigante como yo. —le decía el pequeño, haciendo señas con sus manos, separándolas para mostrar el tamaño del sándwich.
Celina no pudo evitar sonreír y despeinar un poco el cabello de su hijo.
—Está bien, mi príncipe. Vamos por tu cena.
Los dos se levantaron de la cama y caminaron hasta la mesa. En realidad, Celina no había preparado un festín navideño. Solo cocinó un poco de pollo y una ensalada, lo demás eran las frutas preferidas de su hijo y una deliciosa torta de nueces y pasas.
Pero ahora el pequeño le había cambiado el menú y ella sin duda lo complacería.
Celina preparó la cena de su hijo y con un tierno puchero la convenció de dejarlo comer en la cama, mientras jugaba con la laptop.
Celina trató de permanecer despierta para acompañar a su hijo. Pero, el efecto de las quimioterapias eran devastadores en ella, siempre se sentía débil y agotada.
El pequeño, al verla cabecear, recogió la laptop y sacudió la cama para acostarse a dormir.
Al día siguiente, Máximo Jr. se levantó y le dio un beso en la mejilla a su madre. Él amaba a su madre con todo su corazón. Todos los días, jueves, su madre iba a la clínica. Y hoy era uno de esos días, dónde Máximo Jr. deseaba tener poderes mágicos y salvar a su madre.
Él la veía sufrir cada semana, los efectos de las quimioterapias eran devastadores y él se sentía inútil. Solo podía traerle agua, sostener su cabello, mientras vomitaba y acariciar su cabello hasta que se quedara dormida.
Máximo en el fondo soñaba con conocer a su padre. Él tenía la esperanza de que ese hombre pudiera ayudar a su madre y se convirtiera en su héroe, ese que todo niño anhela tener.
Pero sabía que eso era imposible. Entonces, arrodillarse cada noche y suplicar por la vida de su madre, con la esperanza de ser escuchado, era su única opción.
Máximo Jr. se levantó, fue al baño y se vistió, después fue hasta la cocina y se preparó un plato de cereal con leche.
Después de desayunar, fue a despertar a su mamá. Ellos debían llegar a tiempo, por eso, se había vestido él solo, para que su madre pudiese descansar un poco más.
Máximo Jr. regresó a la habitación y encontró a su madre sentada en la cama, con la mirada perdida y sin brillo. Máximo veía esa mirada en su madre cada jueves. Su mirada reflejaba miedo, ansiedad y agotamiento.
Pero Celina, al verlo llegar junto a ella, le regalaba a su hijo una sonrisa y lo abrazaba.
—¿Estás listo, mi guerrero? Estoy segura de que ganaremos una batalla más. —le dijo mientras besaba la frente de su pequeño.
y el sufrimiento de padre e hijo, pero hay una esperanza. muy bien