Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 21
—Tú, siempre eres oportuno —le dijo Celina y le extendió su mano para que él se acercará.
Ella tomó la rosa y la llevó a su rostro, quería disfrutar de su dulce aroma.
Máximo se sintió mal después de hablarle en ese tono. Ella estaba pálida y de nuevo su semblante era fantasmal, lo que evidenciaba que no la estaba pasando muy bien.
Pero él necesitaba una respuesta y quería tenerla en ese momento.
Entonces, Máximo terminó de acortar la distancia entre ellos y la abrazó. Él necesitaba sentir su calor, su piel y su aroma, antes de preguntar eso, que lo hacía sentir agobiado.
Celina lo rodeó con sus delgados brazos y lo abrazó con fuerza. Ella se refugió en su pecho y lloró. Inexplicablemente, ella lloró entre sus brazos.
Máximo, al sentir el temblor del cuerpo de ella y la humedad en su camisa, se separó un poco y la tomó por la barbilla, para que lo mirara a los ojos.
—No tengas miedo. Yo te protegeré y también a nuestro hijo.
Sus miradas se conectaron y sin poder evitarlo, sus labios se unieron.
Celina solo esperó un ligero roce, pero Máximo succionó levemente su labio inferior y ella dejó escapar un gemido.
Máximo sintió una corriente que se trasladó desde sus labios hasta su pecho.
Celina solo se dejó llevar al sentir su iluso corazón bailar de alegría.
Máximo sabía que tenía pocos segundos, entonces en contra de su voluntad se alejó de ella cortando ese delicioso beso.
Celina estaba totalmente sonrojada, ella no quería mirarlo a los ojos.
Pero Máximo la tomó por las mejillas y pegó su frente con la de ella y sus miradas volvieron a conectarse.
—No sé, qué me pasa contigo. Siento que me perteneces, te siento mía de alguna manera y eso me asusta. Me hace sentir posesivo, celoso. No quiero que nadie más se te acerque. —Máximo al fin dejó salir eso que tenía atorado en su garganta y Celina cerró los ojos para procesar esas hermosas palabras.
Pero ella no tenía nada para él. No quería hablar, no quería dejar ver su emoción. Esto tenía que ser un sueño, un triste y cruel sueño.
Este hombre no podía estar interesado en ella. No así, no en esa condición. Ella estaba llena de esperanzas, pero su estatus no había cambiado, ella era una paciente terminal y eso será hasta el fin de sus días.
No podía dejar más corazones rotos. Ya bastante tenía, con romper el corazón de su pequeño gigante. Entonces ella decidió hablarle con la verdad.
—Tal vez, sientes compasión por mí y por mi situación o tal vez te has encariñado tanto con mi bebé que te sientes comprometido conmigo. Pero no es necesario que...
Sus palabras fueron calladas con un beso y esta vez Máximo le invadió la boca con su lengua y cuando ella le correspondió él le mordió levemente la suya.
Máximo terminó el beso y le cubrió los labios con su dedo índice.
—No hables si vas a decir tonterías. Estoy seguro de que no es lástima lo que siento por ti. Eso te lo juro. Me gustas mucho y te quiero en mi vida. No pienses en nada más. Vamos a luchar contra tu enfermedad y a salir vencedores. Pero Celina necesito saber ¿Quién es el padre de Max?
Celina sintió un vacío en su estómago. No era posible que él quisiera saber eso en este momento. Ya él estaba disfrutando de su hijo, que importa, ¿quién era el padre? Era él porque así lo había decidido el destino.
Ella no revelará su secreto, no ahora que puede perderlo todo. Si él se molesta, puede llevarse a su hijo, lejos de ella y con él sus ganas de vivir.
—¿Por qué es importante? ¿Necesitas librarte de esa responsabilidad? Porque si es así, no te preocupes...
—Shhh. Voy a pensar que lo estás haciendo para que vuelva a besarte. Mi hijo no me estorba, solo quiero saber ¿por qué el niño se parece tanto a mí?
—¿A ti?
—No te hagas la tonta. Yo lo noté desde el primer día. Incluso te confieso, que por eso me acerqué. Cuando lo vi desde lejos fue como viajar al pasado y verme en un espejo. Pero cuando lo vi, angustiado por ti, decidí intervenir. Sé que no es mi hijo porque él tiene seis años y yo veintidós. Pero tal vez, sea de mi padre...
Celina se sintió frustrada, estaba enojada, estaba avergonzada. Tampoco permitiría que le inventaran aventuras con un hombre casado. Entonces, ella se llenó de valentía y le respondió:
—Por supuesto que no, Max no es hijo de tu padre. Él es hijo...
Entonces la puerta se abrió de golpe y entró su pequeño soldado con un ramo de rosas en sus manos.
—¡¡Sorpresa!! Para la mujer más hermosa del mundo. —le dijo su pequeño corriendo hacia ella, para abrazarla.
Celina aprovechó de soltar el llanto que tenía retenido. Ella disfrazó su agonía con la felicidad que le había regalado su hijo con su hermoso detalle.
—Gracias por ser tan especial mi amor. Están preciosas.
—Mami, la idea fue mía, pero el dinero fue de mi padre.
Todos comenzaron a reír y Máximo se acercó para despeinar un poco el cabello del pequeño travieso.
Máximo abrazó al pequeño, pero tenía su mirada fija en Celina. Ella debía entender que la conversación había quedado incompleta, pero que estaba pendiente.
Máximo Jr. le contó a su madre, cada detalle de su nueva habitación, de sus juguetes y sus ojos se iluminaban cuando hablaba de la interacción con su padre. Lo que hacía dudar a Celina de si estaba bien seguir guardando silencio o decir toda la verdad.
Ellos pasaron la mañana con ella, pero debían marcharse después del almuerzo, porque en las tardes le tocaba a Celina recibir su tratamiento. Ella agradecía que Máximo se hiciera cargo de su pequeño.
Porque los efectos secundarios eran devastadores. Incluso a veces perdía el conocimiento y ella no quería que su pequeño se diera cuenta.