💔🔥 ZADDY: ¡Recuperando a mi Esposa! 🔥💔
Perdió a la mujer de su vida... Ahora hará lo imposible para recuperarla.
Gerónimo Báez lo tenía todo: poder, éxito y una esposa leal que lo amó por más de veinte años. Marla Andrade de Báez, una mujer fuerte y empoderada, fue su compañera incondicional… hasta que él lo arruinó todo.
🔥 La crisis de los 40 lo golpeó.
💣 Un error. Un desliz. Una traición imperdonable.
Marla no era una mujer que se quedara llorando. Con dignidad, lo dejó atrás. Se convirtió en la versión más poderosa de sí misma, mientras el mundo la aplaudía… y él la veía desde la distancia.
💔 Gerónimo ahora es el villano de su historia.
Pero hay algo más, algo que nadie ha visto… y que él no puede revelar.
🔹 La verdad está oculta entre mentiras y apariencias
🔹 Las pruebas lo condenan.
🔹 El mundo la alienta a seguir adelante sin él.
Pero Gerónimo no está dispuesto a rendirse.
🔥¿Su amor será suficiente para obtener una segunda oportunidad?
🔥¿O Marla seguirá adelante…?
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3. ¿Me ha dejado de amar…?
POV. Gerónimo
La ansiedad me está devorando. Estamos en el conteo de los votos y, hasta ahora, hemos ganado en la mayoría de las ciudades.
—¡Dios…! —exclamo en un susurro ahogado.
Nos encontramos reunidos en la sede principal de la campaña. La tensión es palpable, aunque intentamos apaciguarla con chistes o comentarios banales.
—Hulk, recuerda que tendrás que estar al frente durante los próximos tres meses… mientras yo me voy de vacaciones por el mar Caribe con mi esposa —dice Marcos con una sonrisa divertida.
Sabe que deseaba ese primer o segundo turno para poder invitar a Marla a un viaje, intentando romper la muralla de hielo que se ha formado entre nosotros.
Frunzo el ceño y levanto una ceja.
—Aún siento que ustedes me hicieron trampa. Yo soy el que merece salir primero de vacaciones —respondo, dejando escapar un suspiro.
Marla se aleja más cada día. Cuando la llamo, sus respuestas son frías, cortantes… sí… no… como si cada palabra le costara demasiado esfuerzo.
Me esfuerzo por no pensar demasiado en ello, pero no puedo evitar preguntarme: ¿en qué momento me convertí en alguien prescindible para ella…?
Hoy, mientras las demás esposas están aquí, sonriendo y apoyando a sus maridos, Marla ni siquiera se ha dignado a aparecer. Mi pecho se oprime con una sensación incómoda, mitad frustración, mitad miedo. ¿Será que ya no le importa?
Nunca pensé que pudiera ser tan egoísta. Durante todo el año de campaña, siempre tuvo una excusa para dejarme solo.
—Gero, nadie hizo trampa… simplemente el universo conspiró para que papá y Marcos pudieran viajar y descansar antes —dice Brenda con su voz suave y coqueta.
Fuerzo una sonrisa, aunque por dentro algo en mí se revuelve con incomodidad.
Brenda es eficiente, eso no lo discuto, pero hay una familiaridad en su tono, en su manera de mirarme, que me desagrada. Se toma atribuciones que no le corresponden, como si de repente yo fuera parte de su juego.
Aprieto la mandíbula y desvío la mirada, fingiendo que no noto la forma en que su voz se desliza entre lo profesional y lo personal.
—¿O acaso te disgusta trabajar a mi lado? —pregunta, pestañeando rápidamente mientras emite un leve sollozo.
Como siempre, Arnold se levanta de su silla y acude seguro en su defensa.
—Princesa, no saques conclusiones apresuradas —dice, acunando su rostro entre sus manos—. Sabes que gran parte del éxito de esta campaña te lo debemos a ti.
Ella sonríe con aire mimado.
—Gracias, papi. Tú sí aprecias mi trabajo —dice, abrazándolo y recargándose en su pecho.
Cuando Arnold la abraza, Brenda sonríe con dulzura… pero no tarda en girar el rostro hacia mí y, con un gesto descarado, me guiña un ojo.
Algo en mi estómago se tensa. Trago saliva y me obligo a no reaccionar. No ahora. No aquí. Pero por dentro, una voz cínica en mi cabeza susurra:
"Esa niña caprichosa te traerá problemas."
Marcos observa mi frustración y se acerca, dándome un par de palmaditas en el hombro.
—Relájate, Hulk… —ese sobrenombre me lo puso mi adorada esposa—. Si no fuera porque seré abuelo y quiero estar en el nacimiento de mi nieto, te cambiaría el turno de las vacaciones.
Respiro profundamente.
—Marcos, creo que mi matrimonio se está yendo a la mierda —confieso, tomando mi rostro entre mis manos.
Él me mira y niega con la cabeza.
—Ven, tomemos un vaso de whisky —me ofrece, invitándome a seguirlo para tener un poco más de privacidad.
Entramos a su cubículo, donde se sienta y me indica que haga lo mismo. Abre una de sus gavetas y saca una botella de whisky junto con un par de vasos.
Levanto una ceja al ver lo preparado que está.
—Me la envió mi hija para que celebremos el triunfo, pero creo que tú necesitas un trago más que yo.
Asiento en silencio.
—No sé qué pasa con Marla… ¿Por qué me dejó a la deriva? Nunca pensé que le afectaría tanto dejar de ser la jefa de prensa de la campaña —murmuro, con la frustración pesándome en los hombros.
Marcos me observa en silencio mientras sirve el whisky en los vasos.
—Tal vez no sea solo eso… —dice con calma, dejando la frase flotando en el aire.
Tomo el vaso y le doy un sorbo, sintiendo el ardor del alcohol quemándome la garganta. Pero no es suficiente para ahogar la pregunta que no deja de retumbar en mi cabeza:
"¿Acaso la perdí?"
Me niego a aceptar esa idea. Ella es la mujer que amo, la madre de mi único hijo… mi gran y único amor.
Dejo el vaso sobre la mesa con un golpe seco y miro a Marcos con el ceño fruncido.
—Marcos, por la amistad que tenemos… por los años que llevamos conociéndonos… y por tus canas… por favor, no insinúes cosas que no son. El hecho de que tu esposa te haya sido infiel con un jovencito no significa que la mía lo vaya a hacer.
Mis palabras salen como dagas afiladas, pero no voy a permitir que ponga en duda a Marla. Él sabe qué clase de mujer es.
Marcos suspira, se reclina en su silla y me observa con paciencia.
—¡Alto, amigo…! Yo no soy el enemigo —dice con voz pausada, levantando las manos en señal de calma—. Solo te estoy planteando una posibilidad…
Paso una mano por mi nuca, tratando de aliviar la tensión que se acumula en mi cabeza.
—El cambio de Marla ha sido demasiado drástico. No nos ha acompañado a ninguno de los comicios, y ella sabía lo importante que era su presencia. Mostrar familias sólidas era clave para la campaña, pero ella simplemente… no asistió.
Aprieto los dedos alrededor del vaso.
Debo aceptar que sus palabras son ciertas.
Siempre tuve que excusarla con algún estúpido pretexto. Siempre.
Mi respiración se vuelve más pesada y el martilleo en mi cabeza comienza a ser insoportable.
—Cambiemos de tema, por favor —digo casi en súplica, tratando de apagar el torbellino en mi mente.
Marcos me mira con lástima y asiente.
Pero su mirada dice lo que su boca no pronuncia: "Tarde o temprano, tendrás que enfrentarlo."
Muerdo el interior de mi mejilla y cierro los ojos con fuerza.
"¡Maldita sea! ¡Mi mujer jamás me traicionaría! La lealtad es uno de sus pilares… ¿O no?"
BRENDA HILTON.