Huyendo con el Hijo del Mafioso

Siete años han pasado desde que Elise dejó la gran mansión de su familia.

De ser una princesa de la nobleza rebosante de riqueza, ahora Elise es solo una mujer sencilla que trabaja como limpiadora en una empresa en Italia.

Elise eligió borrar su apellido. Todo por una razón, Alexander, su hijo.

Alexander, el niño de seis años, creció para ser un niño guapo, con rasgos faciales firmes y una mirada que a menudo hace que los adultos sientan como si sus pensamientos estuvieran desnudos.

A pesar de ser joven, Alex tiene una inteligencia extraordinaria.

Elise sabe que no es solo el resultado de una educación ordinaria, sino un legado de sangre. La sangre del misterioso hombre cuya semilla fue plantada en su útero hace seis años.

*

*

Esa mañana, la tranquilidad de Elise se vio perturbada cuando su teléfono móvil barato vibró.

Una llamada de la escuela de Alex.

"¿Señora Elise? Por favor, venga a la escuela inmediatamente. Hay un problema con su hijo."

Sin pensarlo dos veces, Elise se quitó los guantes de goma. Luego le dejó el cubo de fregar a su colega y se apresuró a la parada de autobús más cercana.

Al llegar a esa escuela de élite, la atmósfera parecía tumultuosa. Varios niños estaban apiñados, los maestros parecían ocupados calmando.

Elise irrumpió hasta llegar a la sala de profesores. Allí, Alexander estaba sentado con una cara tranquila.

No había llanto, no se veía ningún arrepentimiento en su rostro.

Mientras que frente a él, un niño de su edad estaba llorando a lágrima viva, la sangre fluía de su nariz. Su cara también estaba magullada.

"¡Qué niño tan irrespetuoso! ¿Cómo se atreve a golpear a mi hijo hasta hacerlo sangrar? ¡Un niño de pueblo como este no merece ir a esta escuela!" gritó una mujer de mediana edad con un maquillaje lujoso. Ella estaba de pie señalando la cara de Alex.

"Alex, dile a Mamá. ¿Fuiste tú quien hizo esto?" preguntó Elise suavemente, tratando de encontrar una explicación.

Alex guardó silencio. Su mirada permaneció fría, mirando al frente, como desafiando a cualquiera que se atreviera a menospreciarlo.

Frustrada, Elise le dio una palmada en el hombro a Alex con bastante fuerza. "¡Responde, Alexander!"

El niño levantó su rostro. Sus ojos estaban rojos, no por el llanto, sino por contener la agitación emocional.

"Si me llaman bastardo, no me importa. ¡Pero llamaron pu-ta a Mamá. No me quedaré callado!" dijo Alex con firmeza.

Elise estaba atónita. Quería enojarse, quería reprender a su hijo. Pero por otro lado, había una sensación de emoción y dolor que competían en su pecho.

"¡Mírenlo! ¡Este niño realmente no tiene ética!" La mujer de mediana edad gritó de nuevo, "Con razón no tiene padre, su madre debe ser—"

Antes de que pudiera terminar su frase, Elise se levantó. Sus ojos brillaron intensamente. Sin dudarlo, le agarró el pelo a la mujer.

"¡Una vez más te atreves a abrir la boca, me aseguraré de que salgas de esta habitación con la cara destrozada!" siseó Elise.

Todos quedaron atónitos. Los maestros trataron de separarlos, mientras que la mujer gritaba cada vez más histéricamente pidiendo ayuda.

Alex solo pudo abrir mucho los ojos. No esperaba que su madre, que siempre lo presionaba para que fuera dulce, pudiera hacer un acto tan brutal en la escuela y frente a sus amigos.

"Resulta que mamá está más loca que yo," murmuró Alex.

Después de que la situación se calmó, Elise sacó a Alex de la habitación con la cara aún roja y su respiración entrecortada.

"¡Señora Elise!" un maestro trató de detenerla, "informaremos de esta acción suya—"

"Infórmenla. No me importa," interrumpió Elise rápidamente, luego arrastró a su hijo.

No saben quién es Elise en realidad. Si lo supieran, no se atreverían a decir cosas malas e insultarla de esta manera.

*

*

Al llegar al área de estacionamiento, Elise se agachó frente a Alex.

"No debes comportarte así de nuevo, Alex. Mamá no quiere que te conviertas en un gamberro," dijo Elise, poniendo una cara triste.

Alex miró a su madre, con una mirada fría que era muy similar a alguien que Elise ni siquiera se atrevía a imaginar.

"¿Qué niño tonto se quedaría callado y dejaría que otros pisoteen el honor de su madre? Si por eso tengo que ser llamado salvaje, que así sea," respondió Alex.

Elise se quedó en silencio. Quería refutar, pero su lengua se sentía entumecida.

"Y Mamá, si realmente no te gusta que actúe con rudeza, ¿por qué le agarraste el pelo a esa mujer? ¡Qué irónico!" se burló Alex.

Elise se estremeció. No pudo dar una respuesta a la sarcástica burla de su hijo.

Alex cruzó los brazos sobre su pecho, volviendo a su expresión plana que era adulta antes de tiempo.

"La próxima vez, Mamá no me culpes. Porque somos iguales. Ambos somos gamberros." Alex esbozó una leve sonrisa, luego entró al coche.

Esas palabras golpearon a Elise con más fuerza que la reprimenda de cualquiera.

"¿En realidad, la semilla de quién fue plantada en mi útero hace seis años?" pensó Elise con un escalofrío.