"UN ACUERDO DE CONVENIENCIA, UN AMOR INESPERADO
Lydia, una poderosa CEO, ha sido engañada por su prometido. Para vengarse, urde un plan audaz: contrata a Antonio, un indocumentado no muy apuesto, para ser su esposo y padre de su futuro heredero, y de esta manera cumplir con los requisitos del consejo de socios de Kidman Nexus para seguir siendo su CEO.
Pero cuando Antonio se enamora profundamente de ella, Lydia se enfrenta a un dilema: su corazón o su herencia.
¿Podrá Lydia resistirse al amor verdadero y mantener su plan original?
¿O Antonio logrará conquistar su corazón y cambiar su destino?
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Capítulo Cinco
Estaba Lydia en su imponente oficina; debía coordinar los últimos retoques de su boda y la estocada final. Ya era martes y el sábado era el matrimonio. En esos días la junta de socios estaba calmada por el pronto matrimonio, pero ella sabía que era porque Graham era un aliado de su primo Dominic.
Y hablando del rey de Roma, y él que se asoma.
—Buenos días, mi amor. ¿Cómo amaneció la CEO más hermosa del planeta Tierra? —Lydia voltea los ojos, odia que sea empalagoso.
—Graham, amorcito, ¿por qué no tocas antes de entrar como todas las personas con modales del planeta Tierra? ¿Y que cómo amanecí? Pues acostada en una cama. —Lydia contesta con sus típicas respuestas a las cuales Pierre ya está acostumbrado.
—Amor, ayer vine a buscarte para invitarte a cenar. —Pierre se acercó a Lydia y le da un apasionado beso. —Pero me dijo tu secretaria que estabas en Tallahassee. ¿Algún problema con la nueva adquisición?
Pierre necesitaba saber si la empresa que compró era rentable o si Lydia iba a tener problemas para hacer su magia. Así que pregunta a ver si saca algo de información para su aliado.
—Sí, creo que vamos a tener que inyectarle mucho capital para no perder la inversión. —Lydia le devuelve el beso y se lleva a Pierre al sillón que hay en la oficina, y ella de manera seductora se sube encima de él y empieza a quitar su camisa.
—Estás muy ganosa, mi muñequita. Sabes, ayer pensaba que después de la cena podíamos hacer nuestros jueguitos. Como que me leíste el pensamiento. —Pierre le decía coqueto.
Lydia le quitó la camisa y también se quitó la de ella, los besos que se daban ponía a Pierre muy caliente, pero unos toques en la puerta interrumpieron lo que iban a hacer.
—¿Quién diablos osa interrumpir? —dice Lydia enojada colocándose la blusa, y Pierre se pone también la de él. Se sintió frustrado por la interrupción, pues esa mujer sí que sabe ponerlo a mil en el sexo. Es una bruja hasta en la cama. Y esa oficina no se ha salvado de sus encuentros sexuales.
Lydia abre la puerta y es Grace, su secretaria.
—Señorita Kidman. Que pena interrumpir, pero recuerde que tiene una reunión en cinco minutos en la sala de juntas. —Lydia lo sabía, pero debía hacerle creer a Pierre que lo deseaba y que se había enojado con la interrupción de su “acto de amor”, sin imaginarse que todo esto fue orquestado por Lydia en complicidad con su secretaria.
—¡La maldita reunión! Ya se me había olvidado. Gracias, Grace, ya mismo salgo para allá. —Grace hace una graciosa reverencia y se retira. —Lo siento, corazón, el deber me llama. Pero esta noche podemos cenar juntos y después nos quedamos en tu apartamento para continuar lo que no pudimos hacer, ¿te parece?
Pierre se pone nervioso con la propuesta; Lydia lo nota, aunque fue algo casi imperceptible a ella no se le escapa nada. Ya sabe que él no puede aceptar esa invitación. Por eso es que ayer él la buscaba para cenar y después amanecer juntos, como lo hacían cada semana.
—Ay, mi hermosa muñeca, en la tarde debo viajar a México. Tengo que dejar todo organizado en mi empresa para ausentarme un mes de luna de miel. —Pierre lo dice muy seguro y ya Lydia sabe cuál es la “empresa” a la cual debe dejar lista para poder viajar.
—Oh, lástima. No sabes cuanto te deseo amorcito. Pero tienes razón, no debes descuidar a tu empresa más importante. Pero qué tal si almorzamos juntos, no podemos hacer nada, pero compartimos algunos momentos antes de que viajes. Ya sabes que esta semana va a ser de locos; tengo que tener todo listo para el sábado, para nuestro día. —Así como él sabe mentir, Lydia es la reina de los mentirosos.
Se despidieron quedando de verse en su restaurante favorito y Lydia se dirigió a la sala de juntas.
Allí ya la esperaba nada más y nada menos que el famoso Marisolio, acompañado de una becaria nueva, Nairobis.
—Ay, como siempre, las brujas se hacen esperar. ¿Cómo estás, maléfica hermosa? Yo, regia, ¿y tú? Mua, mua. —Marisolio saluda a su amiga Lydia y presenta a la becaria. —Te presento a Nairobis, es mi protegida. Si por casualidad necesitas una empleada, te la recomiendo.
—Hola, Marisolio, yo feliz de verte. ¿Cómo has estado? ¿Cómo te fue en el viaje? ¿Las gemelas te dejaron viajar? Eso es un evento; esas niñas te dominan. —Lydia está feliz de que su amigo sea el diseñador de su vestido de novia, aunque no lo vaya a usar para casarse con el amor de su vida, que jamás va a llegar, según ella. —Y, si viéndolo bien, necesito una asistente. Niña, después hablaremos. Primero quiero ver mi vestido de novia.
—Ay ya deja tanta habladera qué ya te pareces a mi hermana Momys. Yo estoy tan emocionado, la primera vez que una bruja se pone un diseño mío, JAJAJA. —Marisolio le decía a Lydia sin tapujos su apelativo. Mientras imitaba su siniestra risa. Pero a ella no le molestaba. Era consciente de que así la conocían en el medio empresarial y a Marisolio se le perdona todo. —Mira qué belleza.
Marisolio le pasó a Lydia una bolsa y ella con dramatismo sacó de él un hermoso vestido de novia.
—¡Wow, divino! Justo como lo imaginé. —Lydia, corrió al baño a ponérselo y cuando salio, quedaron maravillados. Marisolio, solo le hizo unos ajustes y salió después para ir a los talleres de Musa para ultimar los detalles y hacerlo llegar a Lydia al día siguiente.
Luego Lydia se dirigió con Nairobis a Diamond Technology para presentarle a Antonio a su nueva asistente y de ahí se fue a almorzar con Pierre.
Mientras tanto en Colombia...
—Buenas tardes, ¿usted es la señora Marina Duarte? —Un señor muy elegante pregunta a la mujer que se encuentra en la sala de espera del hospital.
—Sí, señor, soy yo. ¿En qué le puedo ayudar? —contesta la mamá de Antonio.
—Me presento señora Duarte, mi nombre es Adalberto Pelaez. Soy el abogado de la señora Lydia Kidman. —Marina prestaba atención al supuesto abogado, pero no entendía nada. —La jefe de su hijo Antonio en Miami. Ella quiere ayudar al menor Anthony Duarte, así que será trasladado a Estados Unidos, para que reciba el tratamiento allá.
Esto llenó de esperanzas a Marina, sabía que San Antonio le iban a hacer el milagro con su niño. Así que si esa era una oportunidad para que Anthony se sane, ella no la iba a desaprovechar.
—Me dice que lo envía la jefa de mi hijo. ¿Yo también debo viajar? —Abelardo asiente. —Si es así, nosotros no tenemos ese tal pasaporte y mucho menos visa. Además, yo los fines de semana voy a la finca a darle vuelta, porque a mi hermana le queda muy difícil. —Marina, como buena mamá, empieza a ver los contras de irse así como así y hasta tan lejos.
—Tranquila señora, acá están sus pasaportes y visa. La señora Kidman se encargó de todo y, por la finca, tampoco se preocupe; en este momento debe de estar llegando personal contratado por ella.
Justo en ese momento le sonó el teléfono de Marina y era Magnolia, su hermana.
📲Magno, hola. Ya la iba a llamar... Sí, por eso... Ajá, déjalos entrar... ¿Sí nos van a robar?... Hermana, allá no hay nada de valor... ¿Maquinaria?, ¿materiales?, ¿herramientas? —Marina miró al abogado y él asintió a lo que ella le quería decir. —Sí, déjalos. Es que es la jefa de Antonio, que quiere ayudar. Mandó por Anthony y por mí; vamos a hacerle el tratamiento al niño en los mayamis.
Marina habló un poco más con Magnolia y colgó, recibiendo los documentos al abogado.
—Ya está todo organizado para viajar en una ambulancia aérea, así que mañana a las diez de la mañana estaremos rumbo a Miami. —El abogado le explica a Marina.
Así quedaron y, tal como lo dijo el abogado, al día siguiente, a las diez de la mañana nieto y abuela volaban rumbo a Miami. Llegaron en la tarde y Antonio los esperaba en el aeropuerto para acompañar a su niño en la ambulancia hasta el hospital donde iban a atender a Anthony, el cual se puso muy feliz de ver de nuevo a su papá.