Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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La hija que muchos quisieran.
Entro al trabajo, dejo mis cosas y me concentro en lo que requiere mi atención.
Sale la hora de la comida y voy al puesto donde siempre me gusta estar.
Mi celular no deja de sonar, así que le pongo silencio y deslizo la pantalla para ver los mensajes de Mario, sin abrirlos.
—Mía, ya me hiciste sufrir mucho. ¿Qué quieres? Dime lo que sea, menos que tenga que ver con mis padres.
Y así hay infinidad de mensajes que simplemente ignoro.
Regreso al trabajo y noto que todos están tristes; parece que el señor del que hablaban eligió otro despacho de abogados.
Termino mi turno y salgo muy tarde a esperar el camión.
—Vamos, te llevo —me dice Darío, mi jefe, un hombre mayor.
—Gracias, pero tu familia debe estar esperándote.
—Vamos, me queda de pasada.
Accedo, porque siempre ha sido amable conmigo y cada vez que hay convivios, él me lleva.
—¿Todo bien con el galán? —me pregunta mientras nos subimos al coche.
—Ya no estamos juntos.
—Aún eres joven, tienes toda una vida por delante. Déjame darte un consejo: primero eres tú, después tú y, por último, tú. Siempre que quiero explicarle algo a mi hija, te pongo de ejemplo a ti. Le digo que eres una muchachita que ha llegado lejos por ti misma —me dice tocándome la cabeza.
—He tenido mucha ayuda.
—Pero tú impulsas a que te ayuden, te das a notar. No dejes que una pequeña piedra en el camino impida que logres lo que quieres.
Llegamos y le doy las gracias.
—Mañana no hagas planes, es el cumpleaños de mi hija y mi esposa dijo que te invitará.
—No tengo planes, gracias jefe —le digo, y él se va hasta que ve que entro.
Mañana es mi día de descanso y quiero distraerme un poco. Me cambio, me pongo la bata y me siento en la cama con la laptop en las piernas. En el celular anoto todos los gastos que tendré; soy muy ahorradora y me falta poco para alcanzar mi meta.
Este mes será solo trabajar y descansar.
Me acuesto y veo el peluche que me dio Mario. No quiero pensar en eso, así que me pongo a buscar información sobre arquitectura moderna.
Encuentro una foto donde salen los mejores arquitectos, y ahí están los padres de Mario. Me acuerdo de lo que hablaron en la oficina y los busco en internet, pero no encuentro fotos ni información.
Me doy por vencida y, al ver que ya es muy tarde, me fuerzo a dormir, pues mañana debo hacer unas compras. La hija de mi jefe tiene mi edad y no sé qué darle, pues seguramente tiene de todo.
De repente, escucho el sonido de la puerta. Abro y, al ser un cuarto independiente, tiene unas escaleras en la entrada.
Entra mi mejor amiga Karla, que acaba de llegar de un viaje, y me abraza apenas me ve.
—Supe lo que pasó. Ese imbécil, poco hombre, idiota, imbécil… Ojalá se le caiga el pito —me dice, y eso último me da risa.
Se sienta en mi cama.
—Amo tu estilo, deberías ser decoradora de casas.
—Como dice Shrek, lo que alguien puede hacer con poco presupuesto —le respondo, y ella se ríe acostándose en mi cama.
—Te dije que fueras conmigo al viaje. A mis padres les caes muy bien, te quieren más que a mí —me dice—. Eres la hija que hubieran querido tener.
Pongo a hervir agua para el café.
—Todos dicen lo mismo, pero eso no le impidió a mis padres abandonarme en ese orfanato.
—No sé, no sabemos si lo hicieron porque quisieron o porque les pasó algo.
—¿Ya fuiste por tus papeles?
—Sí, ya pasamos por ahí y después me escapé para venir a verte. Me castigaron por chocar el quinto carro, y no solo por eso, sino por chocarlo contra el de mi madre.
—¿Ella está bien? —le pregunto, dándole una taza mientras tomo de la mía.
—Sí, su carro estaba estacionado.
Me río de lo que me cuenta.
—Te compré algo allá —me dice, dándome una bolsa.
Saco un vestido.
—Te lo compré para que el imbécil de Mario se le caiga la baba cuando te vea con él puesto, pero ahora me da más orgullo para que vea lo que se pierde. Hoy es noche de solteras.
—Ya tengo planes.
—¿Dónde?
—La hija de mi jefe cumple años y me invitaron.
—Vamos y luego celebramos.
—¿No estás castigada?
—Si pides permiso a mis padres, me dejarán. Me quedo contigo hoy, y mañana, cuando vayas al trabajo, me voy a mi casa. Vamos.
—Está bien —le digo.
Ella lanza mis almohadas y salta en mi cama como niña pequeña.
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