Secretos, envidia, poder, dinero y traiciones, son el ingrediente perfecto para un desenlace trágico.
La traición aveces viene de la propia sangre, y la lealtad se paga con ella también.
El día que descubrió la verdad, el mundo de Érika se tambaleó.
La traición de una persona querida, la muerte de su padre y la revelación de que ella era la heredera de aquel secreto familiar tan bien guardado, la empujaron a una nueva realidad, todo es nuevo y peligroso para ella, podrá lograr seguir su vida?
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Capitulo 3 - Relaciones complicadas.
Mientras tanto, en la mansión Rizzo, Erika, aunque más tranquila, no podía evitar sentirse decepcionada por no asistir al cumpleaños de su amiga July. Estaba en la sala, charlando con su madre sobre varios asuntos. Principalmente, sobre su preocupación por la relación entre su hermano Javier y su papá.
La luz de la tarde entraba por las grandes ventanas, iluminando el elegante pero acogedor salón principal de la mansión.
Erika estaba sentada en su sillón rojo, jugando con un mechón de su cabello mientras Samanta leía concentrada su revista favorita, durante varios minutos hubo silencio.
— Mamá, ¿Vos crees que algún día papá y Javier se van a llevar bien? —pregunto Erika, rompiendo el silencio abruptamente.
Samanta suspiró, dejando de leer su revista, y mirando a su hija con una mezcla de tristeza y ternura.
—Ay, mi amor... La relación entre tu papá y tu hermano siempre fue complicada. Tu papá es muy exigente y Javier... bueno, él solo quiere demostrar que puede estar a la altura —respondió Samanta, intentando encontrar las palabras adecuadas.
Erika frunció el ceño, mordiéndose el labio inferior.
—Pero mamá, ellos siempre están discutiendo. A veces pienso que papá no quiere a Javier. Lo trata muy mal, hace unos días pasé por su despacho, y estaban discutiendo de una manera que me puso mal.—dijo Erika, su voz casi quebrada por la preocupación.
Al notarlo, Samanta se levantó y fue directo frente a su hija, sentándose junto a ella y tomando sus manos.
—No digas es, nena. Tu papá quiere a Javier, pero tiene una forma muy dura de mostrarlo. Él quiere que Javier sea fuerte y capaz, que tenga un carácter fuerte, aunque creo que no quiere que entre al negocio, como si quisiera protegerlo de algo... pero que peligro puede haber para un buscador de oro?—dijo Samanta, acariciando suavemente las manos de su hija.
Erika la miró, sus ojos estaban llenos de preguntas sin respuesta.
—Quizás Javier quiere otra cosa. ¿Y si no quiere entrar al negocio?—preguntó Erika, en voz baja.
Samanta la miró fijamente, pensando en su respuesta.
—Javier siempre quiso la aprobación de tu papá. Talvez siente que la única manera de conseguirla es demostrar que puede con el negocio. Pero... Es verdad, no sé si realmente es lo que él quiere en su corazón. —admitió Samanta, con una voz cargada de preocupación.
Erika suspiró, sintiéndose un poco más comprendida.
—A veces desearía que todos pudiéramos sentarnos y hablar, sin gritos ni peleas. Solo hablar —contesto Erika, con su voz llena de anhelo.
Samanta sonrió tristemente y la abrazó.
—Yo también, hija. Yo también. Pero en nuestra familia, las cosas nunca fueron fáciles. Lo importante es que vos sigas siendo la persona buena y sensible que sos. Con el tiempo, las cosas pueden cambiar —dijo Samanta, besando la frente de su hija.
Ella solo se acurrucó en los brazos de su madre, sintiéndose un poco más segura.
—Gracias, mamá. Ojalá todo mejore algún día—susurró Erika.
—Así será, mi amor. Así será —respondió Samanta, tratando de infundir esperanza en su hija.
La tarde continuaba avanzando, y aunque las preocupaciones no se desvanecían, el vínculo entre madre e hija se fortalecía en esos momentos de sinceridad y apoyo mutuo.
............
La tarde se hacía aún más fría de lo normal a medida que el grupo de Roberto continuaba buscando el lugar exacto dónde estaba enterrado el "paquete". El sol empezaba a ocultarse detrás de las montañas, proyectando largas sombras sobre el terreno.
El aire solo estaba cargando de una ensordecedora tensión, y el sonido constante de las palas y picos golpeando el suelo rocoso.
De repente, el sonido de metal contra metal resonó en el aire. Carlos, uno de los amigos de Roberto, levantó la pala y miró a los demás, más animado y tranquilo.
-Che creo que encontré algo —dijo Carlos, con su voz ronca de tanto darle al pucho.
Roberto se acercó rápidamente, seguido por Javier y los otros dos tipos, Pedro y Luis. Empezaron a palanquear con las palas y picos, logrando desenterrar dos grandes maletines metálicos. Los sacaron con esfuerzo, eran muy pesados, más de lo que deberían.
Los maletines medían aproximadamente 1 metro de alto, muy similares a las maletas usadas para los viajes.
—Bueno, vamos a ver qué tenemos acá —dijo Roberto, respirando tranquilo y conforme. La tensión que había antes, había desaparecido por la euforia.
Con manos firmes, abrió uno de los maletines. Adentro había varios bolsos negros, pesados y bien cerrados. Roberto sonrió y se giró hacia Javier, que observaba expectante.
—Che viejo... ¿Qué hay adentro de los bolsos? —preguntó Javier, sintiéndose por primera vez parte de algo grande.
—¿Qué hay?... Guita!.. Mucha guita y joyas, cortesía de nuestros amigos rusos.—respondió Roberto, su expresión de satisfacción lo decía todo.
Sin embargo, cuando abrieron los bolsos, la expresión de Roberto cambió drásticamente...