La Luz De Mis Ojos

Dicen que las situaciones malas de la vida te llevan a una mejor, pero yo sigo sumida en lo mismo desde que salí de ese lugar que creía mi casa. Ver cómo poco a poco se consumía el hotel con mis cosas aún dentro de él y no poder hacer nada me dejó más devastada. No sabía ya qué era lo que dolía o por qué lloraba, si por todo lo que había sucedido o por lo que había perdido allá adentro.

Comencé a caminar sumida en mi miseria por las calles que todos los días recorría, esperando encontrar un empleo y de dónde tantas veces me cerraron las puertas. Quizás la vida me decía que debía volver o que este no era mi lugar final. De tanto caminar sin pensar, llegué a la cafetería de todos los días, pero ya nada importaba, ni tan siquiera si me perdía. Ya no tenía nada más que perder. Al pasar cerca de la puerta, ésta se abrió, dejándome ver a una de las meseras, la cual sonrió ampliamente al verme. Creo que me reconoce, que soy aquella chica que viene todos los días por ese delicioso café y sus deliciosas galletas y panes. De solo pensar en aquellas delicias, mi estómago gruñe, indicando que tengo hambre, pero ni tan siquiera para eso me alcanza en este momento.

La chica de cabello rojizo y ojos celestes se acerca rápidamente a mí, pero no entiendo su reacción. A decir verdad, no entiendo nada más que todo se oscurece a mi alrededor. Mi cuerpo pesa mucho, escucho gritos a mi alrededor, pero no quiero luchar con este sueño que poco a poco me vence.

Pi, pi, pi, pi, pi.

"Ahí, por favor, que alguien apague ya esa cosa. ¿Es que no ven que estoy durmiendo?", pienso mientras intento voltear mi cuerpo al otro lado y arropar me mejor. Está tan frío este lugar, pero por Dios, sigue sonando esa alarma. ¿Es que no hay nadie más en este lugar a quien le incomode ese ruido? Así que, sin haber nadie más aquí, decido abrir los ojos para poder apagar yo misma esa cosa y...

Despierto en una habitación completamente blanca. Mi cabeza duele, hay demasiada luz aquí. Volteo a dónde suena esa alarma y me doy cuenta de que no es una alarma, o bueno sí, pero no de lo que estaba pensando. Caigo en cuenta de que estoy en un hospital. Me comienzo a preocupar: ¿qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí? Es cuando regresa a mí esa ráfaga sin piedad de imágenes de mis días en esta ciudad y del por qué estoy aquí. Las máquinas comienzan a sonar más de lo que estaban sonando, pero no me puedo tranquilizar. Por Dios, estoy en un hospital y no tengo dinero. ¿Quién pagará por esto? Yo no tengo dinero.

En menos de un minuto, la misma chica de la cafetería apareció por una puerta que no había detallado. Creo que es algo así como un baño. Ella intenta acercarse a lo que yo retrocedo. En ese momento, ingresa un doctor con unas enfermeras. Él se presenta, pero la verdad no entro en razón. Solo quiero salir de aquí lo más rápido posible. Justo en el momento que intento pararme, siento que poco a poco voy cayendo de nuevo en ese sueño. Me sedaron.

Sueño.

Gabriela, hija, me alegra tanto verte. Estoy tan orgullosa de ti, mi niña.

Gabriela: mamá, mami, ¿eres tú? ¡Mi sabes cuánta falta me haz hecho! Pero ahora estamos juntas, por favor no te vayas más. El camino hasta aquí fue largo.

Mamá: mi niña, abre bien los ojos. Ahí alguien más aquí, ¿no vez?

Gabriela: cerca a mamá habían dos cuneros blancos con hermosos bordados dorados y en ellos dos bebés preciosos que dejaron de llorar en cuanto me acerqué a ellos. Voltee a ver a mamá que solo hacía sentir y yo seguía sin entender estos bebés que hacían aquí. Sentí el abrazo de mamá diciéndome que ya era hora de irme. Lloraba intentando que mamá no me soltara, pero ella me decía que estaría junto a mí y que yo tendría personas que me amarían mucho, solo que no estaban todavía conmigo.

Y sin más, desperté de nuevo en esa habitación de hospital.

Al lado de mi cama había una profunda pelirroja que no entendía qué hacía aquí si no me conoce.

Como si la hubiese llamado, la pelirroja despertó dedicándome una hermosa sonrisa y preguntándome cómo me sentía.

Mi voz salía delgada y mi garganta ardía un poco, pero le dije que no sabía qué hacía en ese lugar y por qué ella estaba ahí, obviando su pregunta de cómo me sentía, porque no quería ponerme a llorar, aunque ganas no me faltaban.

Pelirroja: hola, sé que esto es muy raro para ti. Me llamo Fiorella Delinor y estaba cerca a ti en el momento que te desmayaste. Te he visto varias veces en mi cafetería, así que no podía dejarte en ese lugar y no lo pensé. Así que te traje aquí porque, la verdad, te veías muy mal.

Gabriela: Muchas gracias, doctor. ¿Qué debo hacer ahora?

Doctor Vitale: Lo primero es que debes seguir aquí en el hospital para que podamos monitorear tu estado de salud y darte el tratamiento adecuado. También es importante cuidar tu alimentación y tomes los suplementos que te recetaremos.

Gabriela: Entiendo. ¿Cuánto tiempo tendré que estar aquí?

Doctor Vitale: Dependerá de cómo evolucione tu estado de salud. Pero lo importante es que te tomes el tiempo necesario para recuperarse por completo.

Fiorella: No te preocupes, Gabriela. Yo estaré aquí contigo todo el tiempo que necesites.

Gabriela: Muchas gracias, Fiorella. No sé cómo agradecerte por todo lo que has hecho por mí.

Fiorella: No tienes que agradecer me. Lo hice porque quería ayudarte. Y ahora lo importante es que te recuperes pronto.

Gabriela: Sí, tienes razón. Gracias de nuevo a todos por estar aquí conmigo.

Sentí cómo el alma regresaba a mi cuerpo, pero las siguientes palabras, esas, eran para las que no estaba lista. Esas palabras marcarán mi futuro para siempre...

Vitale: Pero eso no es todo, señorita Gabriela. Me place informarle que usted tiene cuatro semanas de gestación. Si bien su embarazo no se ha visto afectado, déjeme decirle que debe alimentarse mejor. En su estado, es importante una buena nutrición. Le recetaré unas vitaminas y ya le asigné un turno para la ecografía. Necesitamos ver cómo se está formando ese bebé y saber que tanto él como usted están bien.

Gabriela no sentía su cuerpo. Embarazada, no, eso no puede ser posible. Si yo me tomé ese medicamento, yo lo hice. Por Dios, yo estoy segura de que lo hice. Y ahí estaba yo nuevamente, recibiendo un golpe de la vida. Un bebé de ese infeliz, no, eso no, yo, yo... Y ahí están las fuerzas dejando mi cuerpo nuevamente para terminar en otro sueño con mamá.