Dos jóvenes de la misma clase social, pero con diferentes personalidades. Se verán envueltos en una difícil situación. Ambos serán secuestrados, para beneficios de otros. ¿Qué pasará con ellos? ¿Lograrán salir ilesos luego de pasar un proceso traumático? Los invito a leer
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Capitulo 3
¿Tanto te preocupa esa empleada, que prefieres un escándalo público para tu familia? ¿Por qué la defiende tanto?— preguntó Samuel.
— No la defiendo como mi empleada, la defiendo como mujer. Como una niña que fue abusada. ¿Usaste protección?
— ¿Me crees tan imbécil como para embarazar a una sirvienta?
— Disfruta de las horas de libertad que te quedan, más tarde los policías vendrán por ti.— dijo Edgar y salió del lugar, no sin antes ordenar que no le dieran ni agua y lo mantuvieran en la misma posición.
Madolyn se despertó con el sonido de la aspiradora. Maldijo una y otra vez, salió de la habitación y le gritó a la empleada que se encargaba del aseo. Isabel, que salía de su aposento, la escuchó y le reclamó por su comportamiento.
— Son las once de la mañana, ya dormiste suficiente. Deja de tratar a los empleados como esclavos. Eres una malcriada, insolente.
Madolyn esbozó una sonrisa sarcástica. — Y tú eres una recogida. Una cretina pretendiendo ser cristiana.— dijo la joven y cerró la puerta con fuerza.
Horas más tarde. Edgar fue a su apartamento a ver a la familia de Fermín. En el estacionamiento del edificio, su espacio estaba ocupado. Parqueo su auto como pudo y subió hablar con sus empleados. Ellos estaban sentados en el sillón, en espera de él. El joven, de ojos azules, se acomodó y empezó a platicar con ellos. Quería acompañar a la adolescente a poner la denuncia, pero se negó. Los padres tampoco querían que ella lo hiciera.
Edgar insistió, pero ellos estaban reacios. Él lo único que quería era justicia, sin importar que se ensuciara su apellido.
— Señor, Edgar, le agradecemos mucho, pero no sigas insistiendo. Estamos decididos, únicamente queremos volver a nuestro país.— dijo la madre.
— Señora, no le pasará nada, y después pueden irse a donde ustedes deseen. Samuel tenía que ir a prisión. Le corresponde a Lupita hacer la denuncia.
El joven continuó insistiendo sin ningún resultado. Sentía impotencia, por qué dejar que algo de esa índole, quedara impune. En vista de que no logró convencerlos, decidió darles dinero. Aunque sabía que eso no reparaba el daño.
— Al menos, acepten este dinero. No le estoy pagando, lo que le pasó a Lupita solo se paga con cárcel. — le tendió la mano con el cheque al señor.
Fermín miró la cantidad de dinero y negó con la cabeza.
— No podemos aceptar todo este dinero. Disculpe, señor.
— Quiero que empiecen una nueva vida. Son buenas personas.
Por lo menos Edgar logró que aceptaran el dinero.
Mientras que, por otro lado, Madolyn fue a visitar a su asistente, ya que está se encontraba en cama, con un resfriado. La joven llegó al lujoso edificio, y quedó sorprendida. Gaby trabajaba para ella desde que empezó su carrera en el mundo del modelaje, y nunca la había visitado. Al llegar, tocó el timbre del departamento. Inmediatamente, la chica de servicio le abrió la puerta.
— Buena tarde. Bienvenida, señorita, la señora la espera en su habitación.
— Llévame con ella.— pido ignorando el saludo.
La empleada la condujo a la habitación. Gaby tenía el semblante pálido. Estaba demacrada y con ojeras.
— Te ves fatal. Deberías ponerte un poco de maquillaje.— dijo Madolyn, parada en la puerta.
— Hola, Madolyn, puedes acercarte, no tengo una enfermedad terminal.
— Parece lo contrario. Necesito que te recuperes pronto, te necesito. ¿Este apartamento es tuyo, o pagas renta?
— Es mío.
— Definitivamente, te pago mucho dinero. Te voy a bajar el sueldo.
Gaby le dedicó una fulminante.
— Ay, era una broma.— explicó Madolyn
Si había alguien que merecía ser bien pagada, era Gaby. Puesto a que, ella soportaba todas las malcriadezas de Madolyn.
Las mujeres estuvieron conversando por unas horas, después Madolyn decidió irse a su casa. La joven se encontraba en el estacionamiento del edificio, tratando de salir del lugar. Pero había un auto que le impedía el paso. Muy molesta, le gritó al hombre encargado de la seguridad. “¿Dónde demonio está el dueño de este auto?”
El empleado trató de explicarle, pero ella no le dio oportunidad.
— Señorita, el señor no tarda en bajar.
— Me importa un carajo. Llame a ese imbécil, para que baje inmediatamente.
— ¿Qué está pasando?— preguntó Edgar, que se venía acercando a ellos.
Madolyn lo miró, él le parecía conocido, pero no recordaba de dónde.
— ¿Eres el dueño de este auto?— preguntó ella.
— Sí.— contestó con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
— Eres un imbécil. ¿Acaso no te sabes parquear? Ya decía yo que un fallo tenía el edificio.
— Eres una mal educada, grosera. Y aparentemente no sabes leer.— respondió Edgar. Se subió al vehículo, y se retiró. Dejándola hablando sola.
Madolyn miró el nombre del puesto donde estaba su carro, y dijo. “Edgar Lewis, imbécil. Por qué tiene que tener un lugar exclusivamente para él. No es justo”.
Edgar volvió a la bodega, en dónde tenía a su primo. Con mucho pesar lo libero. No quería dejarlo libre, pero no podía hacer nada.
— Si vuelve a tocar a otra mujer, sin su consentimiento… Juro que te mato. Le entregué diez millones de dólares a Lupita, lo voy a descontar de tu sueldo.
Samuel se levantó adolorido. Caminó cojeando hasta llegar a Edgar. Le dedicó una mirada amenazante, y le dijo. — Si hace eso, te juro que te vas a arrepentir. No te di la orden para que le pagara a esa puta, y menos esa cantidad de dinero.
Edgar exhaló, y se rascó la garganta.— ¿Me estás amenazado, o son ideas mías?
Samuel se quedó callado, pero hablaba en serio, y lo peor era que él sabía que Edgar no bromeaba.
——
La oscuridad de la noche invadía todos los rincones de la ciudad. En la mansión Lewis, todos comentaban acerca del supuesto asalto que sufrió Samuel. Edgar lo escuchó inventar una historia, y parecía muy creíble ante los ojos de los demás. Por la salud del abuelo, decidió no contar la verdad.
Autora: Si te gusta la historia, házmelo saber. Gracias.😙