Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 19
Capítulo 19
Al día siguiente, el jefe de cocina, Jarek, nos esperaba con una expresión de curiosidad en el rostro. Como plebeyo, no tenía permiso para asistir a la fiesta en el palacio, pero su interés era palpable. A través de los rumores y los relatos de los que sí pudieron ir, nos pedía detalles, ansioso por saber cómo nos había ido.
Lo dejé hablar con Isabela y Leopoldo mientras yo observaba con una sonrisa. Ellos se lo tomaban en serio, pero yo me sentía relajada, disfrutando del momento. Mientras ellos contaban las historias del evento, yo me sentía más tranquila, y aunque no pude disfrutar tanto de la fiesta como hubiese querido, la verdad era que me alegraba que Evelin hubiera llamado tanto la atención.
—Lo bueno es que dentro de un mes habrá otro evento en el palacio… va en el jardín del lugar—, dijo Jarek, sacudiendo la cabeza. —Este será abierto a los plebeyos. Sí, es cierto que la familia imperial lo hace para no incomodar a los nobles, pero bueno... es una oportunidad. Tres días, todo el mundo se reúne, y muchos plebeyos aprovechan para ver a los monarcas, aunque sea una vez al año. —
Yo asentí, aunque no estaba tan interesada en los chismes del palacio. Tenía otros planes para ese día. —Bueno, hoy es mi día libre—, dije mientras me ponía de pie. —Dejemos que Leopoldo se haga cargo del restaurante. Es la decisión más sabia. Él se encargará de la parte de los nobles, mientras yo me voy al palacio. —
Isabela y Leopoldo se miraron, sorprendidos, pero yo ya había tomado mi decisión. Quería ganar la licitación para hacernos cargo de la comida para los plebeyos, en ese evento que nombró Jarek, y si tenía suerte, tal vez comenzaría un nuevo servicio para plebeyos, con precios más baratos, pero de igual calidad. Podía ofrecer servicios de catering, por primera vez a la familia imperial, lo que sería un gran paso para mi negocio.
Me dirigí al palacio, mostré mi permiso de audiencia y caminé hacia la sala del emperador, donde se trataban todos los asuntos de presupuesto. No era la primera vez que estaba allí, pero esta vez era diferente. Este evento era crucial. El chef del palacio siempre se encargaba de la comida para la alta nobleza, pero la comida para los plebeyos… esa era una historia distinta.
Cuando llegué, encontré una sala llena de funcionarios y asistentes, y en el centro, los príncipes. El emperador estaba allí, como siempre, pero lo que realmente me llamó la atención fue el ambiente tenso entre los dos hermanos príncipes. El segundo príncipe había sido reconocido como el heredero, pero el primero aún mantenía su posición en la corte.
En un rincón, me llamó la atención ver a Evelin, acompañada de un grupo de nobles. Ella no me vio, pero era evidente que también estaba ahí para estudiar. Al principio me sentí incómoda, pero no le presté mucha atención. Tenía un propósito claro: asegurarme de que mi propuesta fuera aprobada.
Cuando llegó mi turno de presentar la propuesta, el emperador y los príncipes miraron mis documentos con atención. Me sentí un poco nerviosa, pero confiaba en que todo estaba en orden. Había trabajado mucho para que todo estuviera bien calculado, con un presupuesto que parecía más que adecuado para un evento de esa magnitud. Los ingredientes eran frescos, y mi plan incluía algunos productos que no se solían ver en los menús del palacio, pero que podrían hacer que los plebeyos vivieran una experiencia culinaria única.
El emperador me miró sorprendido cuando le expliqué todo con detalle. —¿Usted cree que puede hacer todo esto con este presupuesto? — me preguntó.
—Claro, su majestad. Mi restaurante es uno de los más populares de la capital. Llevo años establecida, no solo por ser una cara bonita, sino por el trabajo constante y la calidad de los ingredientes que utilizo. Si revisa los ingresos y gastos de mi restaurante, verá que este presupuesto es más que viable. No estoy abusando de la bondad de su majestad, se lo prometo. —
Mientras hablaba, el príncipe heredero hizo un comentario con desdén. —Si no hay algo mejor, tendremos que ir por esta propuesta—, dijo, con su tono arrogante haciendo que mis dientes se apretaran ligeramente.
Afortunadamente, el primer príncipe, Kael, reaccionó de manera diferente. Me miró con una sonrisa divertida. —¿Acaso la señorita tiene algo que decir al idiota de mi hermano? —
El emperador tosió, incómodo, mientras el príncipe heredero miraba a su hermano con una expresión fulminante. —Kael, cuida tus formas—, dijo el emperador, con un tono firme.
—Pero padre, mi heredero debe aprender a ser benevolente—, continuó Kael, mirando al príncipe heredero con una sonrisa burlona.
Yo los observé, con algo de confusión. —No soy quien para pedir tal cosa de nuestro príncipe heredero—, respondí ingenuamente, y noté que el príncipe heredero suspiraba.
—Perdón, mi error. La próxima vez, solo me reiré—, dijo, aparentemente avergonzado, pero de alguna manera también molesto.
Toda esa interacción me dejó un sabor agridulce. “¿Qué le pasaba a este tipo? ¿Tan resentido estaba por una risa inocente?” Pensé mientras lo observaba. Pero al final, el emperador aprobó la propuesta. El presupuesto fue aceptado, y yo había ganado la oportunidad de cocinar para los plebeyos en el festival.
Apenas terminé, me apresuré a salir de la sala. Sabía que no debía quedarme más tiempo bajo la mirada fulminante de los príncipes, especialmente del segundo, que no había dejado de mirarme con una furia contenida. Evelin, al igual que yo, parecía algo curiosa sobre todo lo que había sucedido, pero no me atrevía a mirarla demasiado.
Corrí por los pasillos del palacio, sin saber si había ganado algo más que solo un presupuesto aprobado. Pero sentía una extraña satisfacción al saber que mi propuesta había sido aceptada.