Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.
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Capítulo 20
[Sábado, 13h45 | Hotel cerca de la arena]
Kael estaba sentado en el borde de la cama del hotel, ya vestido con el pantalón de entrenamiento y una blusa negra ligera. No hablaba. Solo miraba el par de guantes sobre la silla. La misma que usaba en los entrenamientos desde que decidió volver.
Ethan entraba en la habitación despacio. Traía café en la mano.
—Está caliente —extendió la taza.
Kael la tomó, sin quitar los ojos de la pared.
—No dormí —dijo bajo.
—Lo sé. Yo tampoco.
—¿Crees que estoy listo?
Ethan se sentó a su lado. Colocó la taza en la mesita y respondió:
—No sé si alguien está listo para exponerse de esta manera. Pero estás dispuesto. Y eso lo cambia todo.
Kael pasó las manos por su rostro, respirando hondo.
—Cuando entre allí, me mirarán esperando dos cosas: o que quiebre a alguien, o que me quiebre de una vez.
—¿Y qué quieres entregar?
Kael pensó. La voz salió más firme:
—Quiero mostrar que aún sé luchar. Pero que ahora no necesito vencer para existir.
[15h30 | Llegada a la arena]
El coche que los llevó se detuvo en la entrada de los bastidores. Cámaras ya esperaban allí —flashes disparando incluso antes de que Kael descendiera.
Ethan abrió la puerta primero, protegiendo el camino.
Kael salió, capucha sobre la cabeza, expresión neutra. Pero por dentro, cada paso era una batalla.
—Mira, es él.
—¿Valiente o patético?
—Estoy de su lado. El tipo sobrevivió y está volviendo.
—Ethan está con él. Debe ser verdad todo ese rollo...
Las voces llegaban a pedazos.
[Vestuario 3 | 16h15]
Allí dentro, Cássio, el entrenador, hacía estiramientos simples con Kael. Ethan organizaba el uniforme y los protectores.
Silencio.
—¿Está todo bien con el oponente? —preguntó Kael.
—Sí. El tipo es agresivo, pesado, pero sin técnica de contraataque. Intentará derribarte en el impulso.
—Igual que el mundo.
Ethan se acercó.
—¿Quieres calentar ahora?
Kael negó con la cabeza.
—Quiero hablar contigo antes. Solo contigo.
Cássio asintió y se alejó.
Kael respiró hondo.
—Te traje a todo esto. Al peso, al escándalo, al titular. Y ahora te estoy llevando al borde del ring para verme golpear.
Ethan cruzó los brazos.
—¿Y crees que estoy aquí por lástima?
—No —dijo Kael—. Pero tengo miedo de ser la cosa que te hará desistir de amar de nuevo.
Ethan se acercó, sujetó su rostro.
—Tú me hiciste amar de nuevo. Solo eso. Y esto aquí —señaló el ring al fondo del pasillo— no cambia lo que veo cuando te miro.
Kael asintió.
—Entonces quédate cerca. Donde pueda verte.
—Siempre.
[Pasillo de entrada | 16h50]
Las luces se apagaron. El locutor comenzó a llamar los nombres.
Kael estaba de pie, ojos cerrados, escuchando su corazón. Ethan detrás de él, tocando levemente su espalda.
—Prométeme que recordarás quién eres allí dentro —dijo Ethan.
—¿Quién soy?
—Eres el tipo que me enseñó que no es la fuerza del golpe lo que vence una lucha. Es la valentía de continuar incluso cuando nadie cree más en ti.
Kael giró el rostro solo lo suficiente para ver a Ethan a los ojos.
—¿Me esperas en la esquina?
—Siempre.
La música comenzó.
[Entrada al ring]
Luces. Gritos. Cámaras. Su nombre en la pantalla.
“KAEL DRUMMOND”
Caminó por el pasillo como quien camina hacia un juicio. Paso firme. Cuerpo tenso. El sudor ya comenzaba, incluso sin combate.
Miró a un lado.
Algunos fans aplaudían. Otros abucheaban. Una parte temblaba carteles con mensajes de apoyo. Otra parte sostenía carteles que decían:
"NO ERES UN HÉROE".
"¿FISIOTERAPEUTA O APROVECHADOR?"
"SOLO UN ESCÁNDALO MÁS CON GUANTES".
Kael desvió la mirada. Pero no tembló.
Cuando subió al ring, se quitó la blusa despacio. Cássio ajustó los guantes.
Ethan estaba en la tribuna, de pie, en la primera fila, ojos fijos en él.
Kael vio.
“Vuelve entero”.
Respiró hondo. Y pensó:
“Voy a luchar. Pero no es por ellos. Es por mí. Y por él”.
El gong sonó.