"¿Qué harías por salvar la vida de tu hijo? Mar Montiel, una madre desesperada, se enfrenta a esta pregunta cuando su hijo necesita un tratamiento costoso. Sin opciones, Mar toma una decisión desesperada: se convierte en la acompañante de un magnate.
Atrapada en un mundo de lujo y mentiras, Mar se enfrenta a sus propios sentimientos y deseos. El padre de su hijo reaparece, y Mar debe luchar contra los prejuicios y la hipocresía de la sociedad para encontrar el amor y la verdad.
Únete a mí en este viaje de emociones intensas, donde la madre más desesperada se convertirá en la mujer más fuerte. Una historia de amor prohibido, intriga y superación que te hará reflexionar sobre la fuerza de la maternidad y el poder del amor."
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Decisiones radicales...
Santiago Lombardi sentía la ira recorrerle la piel como brasas encendidas mientras descendía por el ascensor de su lujoso penthouse, ubicado en la zona más prestigiosa de Austin. Apenas salió del edificio, una decena de reporteros lo rodearon como aves de rapiña, ansiosos por arrancarle una declaración sobre los rumores de infidelidad de su prometida, Fernanda Connors.
—¡Señor Lombardi, ¿cómo se siente respecto a los rumores de infidelidad de su prometida, Fernanda Connors?! —gritó uno de los periodistas, empujando un micrófono hacia él.
—¿Puede confirmar o desmentir la relación entre Fernanda y el actor francés Bastian Dubois?
—¿Cómo afecta esto su relación con Fernanda y sus planes de boda?
—¿Tiene algún comentario sobre las imágenes publicadas en la revista, donde se la ve besando a Bastian Dubois en París?
—¿Se siente traicionado por la supuesta infidelidad de Fernanda?
—¿Qué medidas tomará contra la prensa o contra la misma Fernanda?
Las preguntas se sucedían como disparos, una tras otra, acompañadas de flashes que iluminaban su rostro endurecido. Santiago, con la mandíbula apretada y los ojos oscuros de furia, prefirió guardar silencio. No iba a regalarle a la prensa ni un segundo de debilidad. Con paso firme, abrió camino entre los empujones y, con la ayuda de Rafael, su fiel chófer, logró subir al Maserati que lo esperaba en la entrada.
—¡Arranca ya, Rafael! —ordenó con un tono que no admitía réplica.
Dentro del auto, Santiago respiraba agitado. Tomó su iPad con manos tensas y empezó a revisar las noticias. Sus sospechas se confirmaron: todos los titulares hablaban de lo mismo. Fernanda Connors, la modelo más cotizada del momento, había sido sorprendida en París en brazos de otro hombre. El rostro de Bastian Dubois aparecía en cada portal, sonriente y triunfante, mientras la imagen de Fernanda lo besaba con descaro.
El magnate cerró los ojos, apretando con fuerza la tableta contra su pecho. Sintió que el mundo se le desmoronaba.
—Llévame de inmediato a la compañía, Rafael —dijo con voz ronca, quebrada por la rabia.
Rafael, que llevaba más de diez años a su servicio, lo miró por el espejo retrovisor. Conocía bien ese tono: estaba al borde de perder el control.
En cuanto llegaron a "Lombardi Media Group", Santiago descendió del auto como un huracán. Atravesó el vestíbulo sin mirar a nadie, aunque todos los empleados ya habían leído la noticia. Algunos bajaron la mirada, otros cuchicheaban entre ellos, pero nadie se atrevió a detenerlo.
En la recepción, Olivia, su secretaria, sostenía entre las manos la última edición de la revista "Rumores y Famosos". Cuando vio a su jefe aparecer, intentó esconderla en el cajón, pero la voz firme y cortante de Santiago la paralizó.
—No lo hagas, Olivia. ¡Dámela!.
La mujer tembló al escuchar ese tono. Con manos inseguras, le entregó la revista, que Santiago prácticamente le arrancó antes de continuar su camino hacia la oficina principal. Cerró la puerta de un golpe y lanzó el ejemplar contra la pared.
—¡Maldita sea! —rugió, pateando la mesa auxiliar hasta derribarla.
El despacho quedó en silencio, solo se escuchaba su respiración acelerada Tomó el teléfono y marcó insistentemente hasta que, al otro lado, una voz femenina contestó.
—Vaya, hasta que el señor Lombardi se digna a llamar a su prometida —respondió Fernanda con un tono cargado de sarcasmo.
—Deja tus malditos juegos, Fernanda Connors —espetó él, con la voz teñida de veneno—. Dime qué demonios significa lo que circula en redes y en las malditas revistas de farándula.
Del otro lado, Fernanda sintió cómo sus piernas flaqueaban. Detuvo de inmediato la trotadora donde corría y encendió la laptop. La pantalla se iluminó con los mismos titulares que ya habían hecho trizas la calma de Santiago. Sus labios temblaron. Palideció y quedó en silencio.
Ese silencio fue, para Santiago, la confirmación de su traición.
—Fernanda Connors —dijo con frialdad, cada palabra como un cuchillo—, tienes un día para regresar de Francia y darme la cara. Si no lo haces, asumiré que eres culpable.
No le dio oportunidad de responder. Cortó la llamada y arrojó el teléfono contra el sofá. El magnate se desplomó en su silla de cuero, con los ojos cargados de rabia y dolor. Tomó la primera botella que encontró, sirvió un trago generoso de bourbon y lo bebió de un solo sorbo.
El ruido de cristales rotos alertó a Olivia, quien llamó de inmediato a Theodore, vicepresidente de la compañía y mejor amigo de Santiago.
Theo no tardó en aparecer. Entró sin golpear y encontró a su amigo con la mirada oscura, sosteniendo un vaso medio lleno de whisky, rodeado de papeles y objetos tirados en el suelo.
—Santiago… ¿qué demonios pasa? —preguntó, sentándose frente a él con cautela.
Santiago lo miró, con un gesto irónico en los labios, y respondió con voz seca:
—Quiero que me lleves a la agencia de acompañantes. Necesito una mujer guapa a mi lado para exhibirla como me plazca.
Theodore lo observó en silencio, sin creérselo.
—Santiago Lombardi, ¿te escuchas? ¿De verdad me estás diciendo eso?
Santiago se levantó y caminó hasta la ventana, contemplando la ciudad que se extendía bajo sus pies. Su reflejo en el vidrio mostraba a un hombre roto, pero incapaz de mostrar debilidad.
—Mira, Theo, Fernanda tiene un romance con el francesito ese. Así que, desde hoy, Santiago Lombardi está oficialmente soltero.
Theo apretó los labios. No estaba sorprendido; siempre había dudado de la fidelidad de Fernanda.
—Siempre supe que ella no era la indicada para ti —dijo con voz grave—. Pero no quise intervenir en tus asuntos.
Santiago soltó una carcajada amarga.
—Ya lo sé. Pero no voy a llorar por ella. Lo que necesito es reemplazarla. Una mujer perfecta para mostrar de mi brazo, aunque sea solo por una gran farsa.
—Si vas a recurrir a una agencia, tendrás que hacerla firmar un contrato —replicó Theodore, preocupado—. Sabes que no es un juego. Una mujer contratada no es para enamorarse, ni para olvidar con alcohol.
—No te preocupes —dijo Santiago con ironía, alzando el vaso—. Una puta no es para enamorarse. Solo para olvidar. Y justo eso es lo que busco en esa mujer una fachada perfecta.
Theo lo miró con preocupación. Sabía que su amigo hablaba desde la rabia, pero también que, cuando Santiago tomaba una decisión, nadie podía hacerlo retroceder.
—Santiago, esto no es una buena idea. Estás herido. Necesitas tiempo, no más problemas.
—No necesito tiempo —interrumpió él, con voz dura—. Lo que necesito es venganza.
Theo suspiró, dandose por vencido. Lo conocía demasiado bien.
—Está bien. Te llevaré a la agencia. Pero prométeme que no harás nada de lo que luego te arrepientas.
Santiago soltó una sonrisa oscura, la sonrisa de un hombre que ya había cruzado el límite.
—Theo, lo único de lo que me arrepiento… es de haber amado a Fernanda Connors.
Sin añadir más, salió de la oficina, con Theodore siguiéndolo de cerca. El destino estaba marcado: esa noche, el magnate Lombardi pisaría la agencia de acompañantes por primera vez.
Y su vida, sin saberlo, estaba a punto de cambiar para siempre...