¿Crees en el destino? ¿Alguna vez conociste a alguien que parecía tu alma gemela, esa persona que lo tenía todo para ser ideal pero que nunca pudiste tener? Esto es exactamente lo que le ocurrió a Alejandro… y cambió su vida para siempre.
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Un nuevo comienzo
Alejandro despertó con la sensación de haber estado soñando. La luz del sol entraba suavemente por las ventanas de su pequeño apartamento en el centro de la ciudad. Todo era familiar: las paredes con tonos cálidos, el leve zumbido del tráfico matutino, y el aroma a café recién hecho que venía de la cafetera automática en la cocina. Pero algo dentro de él se sentía vacío, como si faltara una pieza crucial.
Se incorporó lentamente, llevándose las manos a las sienes. Había imágenes vagas en su mente: un altar, un reloj de arena, rostros de mujeres que no podía identificar. Sacudió la cabeza, intentando disipar esa niebla extraña. Hoy era un día como cualquier otro, ¿no?
Un café y un cruce inesperado
El café local, "La Hora Perdida", era su refugio habitual. Le gustaba sentarse en la esquina, observar a la gente pasar y perderse en sus pensamientos. Ese día, sin embargo, todo se sentía diferente. Había una energía en el aire, un zumbido que no podía ignorar.
Pidió su café y se sentó, dejando que la rutina hiciera su magia. Justo cuando abría su libro, una voz femenina rompió su concentración.
—Perdón, ¿este asiento está ocupado? —preguntó una mujer, con una sonrisa tímida.
Alejandro levantó la vista y sintió que el tiempo se detenía. Ella era hermosa, con ojos que parecían contener secretos y una familiaridad que lo desconcertó. No podía recordar haberla visto antes, pero algo en su pecho se tensó como si su corazón la reconociera antes que su mente.
—No, claro, adelante —respondió, intentando sonar tranquilo mientras apartaba su libro.
Ella se sentó frente a él, dejando su taza en la mesa.
—Gracias. Está lleno hoy, parece que todos decidieron salir al mismo tiempo.
Alejandro sonrió, asintiendo distraídamente. Su mente estaba en otra parte, intentando descifrar por qué su presencia le resultaba tan inquietante.
El comienzo de algo conocido
—¿Vienes seguido por aquí? —preguntó ella, rompiendo el silencio.
—Sí, es como mi segundo hogar —respondió Alejandro, tomando un sorbo de café. Luego, sin saber por qué, añadió—: ¿Y tú? No te había visto antes.
Ella se encogió de hombros.
—Primera vez. Me mudé hace poco al vecindario.
—Bienvenida, entonces. Este lugar tiene buena energía.
Ella rió suavemente, y Alejandro sintió una calidez inexplicable.
—Sí, lo noté. Aunque, para ser honesta, me atrajo el nombre. "La Hora Perdida". Suena poético, ¿no crees?
—Poético y un poco melancólico —dijo él, ladeando la cabeza—. Como si estuviera cargado de historias.
La mujer asintió, pero su sonrisa se desvaneció por un momento, reemplazada por una expresión introspectiva.
—A veces siento que he perdido algo. Pero no sé qué.
La confesión lo golpeó como un eco de sus propios pensamientos.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, inclinándose hacia adelante.
Ella lo miró directamente a los ojos, y por un segundo, pareció vacilar antes de responder.
—Isabel.
El nombre resonó en su mente como una campana lejana, despertando imágenes fugaces: un altar, fuego, un sacrificio. La taza en su mano tembló ligeramente, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Isabel... bonito nombre. Yo soy Alejandro.
Un cruce de destinos
La conversación continuó, fluyendo de manera sorprendentemente natural. Hablar con Isabel era fácil, como si hubieran compartido miles de conversaciones antes de esta. Hablaban de todo y de nada: libros, música, la ciudad. Pero bajo la superficie, Alejandro no podía ignorar la sensación de déjà vu que se intensificaba con cada palabra.
De repente, Isabel se inclinó hacia él, con los ojos llenos de curiosidad.
—¿Crees en las segundas oportunidades?
La pregunta lo tomó por sorpresa. Alejandro la miró fijamente, sintiendo que había algo más detrás de sus palabras.
—Creo que todos las merecemos. Pero también creo que... no siempre sabemos reconocerlas cuando llegan.
Isabel asintió lentamente, como si estuviera procesando algo importante.
—Eso tiene sentido.
Un encuentro perturbador
Justo cuando parecía que el momento se volvía demasiado intenso, un hombre entró al café, causando una ligera distracción. Era alto, con un aire de autoridad que parecía dominar la habitación. Alejandro no podía explicarlo, pero algo en él lo puso en alerta.
El hombre miró directamente hacia su mesa y, aunque pasó de largo, Alejandro sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Estás bien? —preguntó Isabel, notando su cambio de expresión.
—Sí, creo que sí. Solo... tuve una sensación extraña.
Isabel lo observó con una mezcla de preocupación y algo más que no podía identificar.
—A veces, nuestras intuiciones saben más que nosotros.
El reloj reaparece
Cuando Isabel se levantó para irse, dejó algo sobre la mesa sin darse cuenta. Alejandro lo recogió, notando que era un pequeño llavero en forma de reloj de arena. Su corazón dio un vuelco.
—Espera —llamó, alcanzándola antes de que cruzara la puerta—. Olvidaste esto.
Isabel lo miró y, por un instante, su rostro mostró una expresión de asombro y miedo al mismo tiempo.
—Ese reloj... no lo había visto en años.
—¿Es tuyo?
Ella tomó el llavero con cuidado, como si fuera algo precioso y peligroso a la vez.
—No estoy segura. Pero siento que tiene algo importante que decirnos.
Un final
Mientras Alejandro la observaba salir del café, la sensación de vacío en su pecho comenzó a llenarse lentamente, como si las piezas de un rompecabezas perdido comenzaran a encajar. No podía explicarlo, pero sabía que ese no sería su último encuentro con Isabel.
Al regresar a su mesa, su mirada se posó en el reloj de arena tallado en el llavero. Los granos se movían lentamente, como si estuvieran midiendo algo más que tiempo.
En el fondo de su mente, una voz apenas audible susurró: "El ciclo nunca se rompe del todo."
FIN