Entre Dos Mundos

El sonido de algo pesado cayendo sobre mi cama me despertó de golpe. Apenas abrí los ojos, sentí un peso encima que me dejaba inmóvil.

—¡¿Qué demonios?! —exclamé, tratando de moverme.

—Quítate de mi lugar favorito, humano —dijo Claude con su típica sonrisa burlona mientras me empujaba al suelo como si no fuera nada.

Caí al suelo enredado en las sábanas, tratando de procesar lo que estaba pasando. Cuando finalmente me deshice del enredo, vi a Claude acomodándose como si mi cama le perteneciera.

—¿Pero qué haces aquí? —pregunté, todavía medio dormido y claramente irritado.

Antes de que pudiera obtener una respuesta, escuché la voz de Sayuri detrás de él.

—¡Oye, Claude, compórtate! Esta no es tu casa. —Entró en la habitación, cruzándose de brazos, con una mirada de desaprobación.

Kou y Dante estaban allí también, parados en un rincón como si aquello fuera una reunión casual.

—¿Qué hacen todos aquí? —pregunté, frustrado, levantándome del suelo.

—Tenemos una misión —dijo Kou con su tono serio habitual—. Vamos por las espadas duplicadas antes de que sigan cayendo en las manos equivocadas.

Fruncí el ceño y me crucé de brazos.

— ¿Otra vez con esto? ¿Por qué me metí en este lío?

—Te metiste solo, así que aguanta —replicó Sayuri, sin ocultar su impaciencia.

Suspiré, mirando a los cuatro con cansancio.

—Bueno, pues yo necesito descansar. Los humanos necesitamos dormir, por si no lo recuerdan. Si no duermo, voy a acabar desmayado a mitad de estas misiones ridículas.

Claude soltó una carcajada.

—¿Dormir? ¡No hay tiempo para eso!

—¡Claro que sí hay tiempo! —protesté, señalando la cama—. Ustedes son demonios, yo no. Si esperan que les ayude, más les vale dejarme descansar un poco.

Dante intervino, moviendo la cabeza con desaprobación.

—Tiene razón. Si vamos a arrastrarlo a esta misión, al menos que esté en condiciones de no estorbar.

—¡Oh, vamos, Dante! ¡Eres un aguafiestas! —protestó Claude, rodando los ojos mientras se levantaba de la cama de mala gana.

Sayuri suspiró, resignada.

—Bien, pero no te tomes todo el día. Al amanecer, nos vamos.

—Perfecto, no se preocupen, estaré listo —dije, y me desplomé nuevamente en mi cama mientras ellos abandonaban la habitación.

Cuando cerraron la puerta, no pude evitar murmurar para mí mismo:

—¿Qué hice para meterme en este desastre?

No obtuve respuesta, pero la pregunta seguía rondando en mi cabeza mientras el sueño comenzaba a vencerme

-

Bajé las escaleras después de darme una ducha rápida, tratando de despejar mi mente de todo lo que estaba sucediendo. En el comedor, mis padres estaban sentados tomando café, como si el mundo no estuviera lleno de demonios y espadas mágicas. Sus sonrisas cálidas me recordaron por un momento lo normal que solía ser mi vida.

—¡Buenos días! —dijeron casi al unísono.

—B-buenos días —respondí, tratando de no mirar hacia atrás, donde sabía que estaban Claude, Sayuri, Kou y Dante.

Mientras me servía un vaso de jugo, escuché a Kou susurrar detrás de mí:

—Tranquilízate. No pueden vernos, somos demonios.

Eso me relajó un poco, hasta que escuché a Dante murmurar con una risa fingida:

—Oigan, a mí sí me pueden ver.

Me giré de golpe hacia él, con los ojos desorbitados.

—¿Qué? —susurré entre dientes, sintiendo el pánico subir por mi garganta.

Antes de que pudiera reaccionar, mi madre levantó la mirada y, efectivamente, vio a Dante, quien estaba de pie con los brazos cruzados, como si fuera lo más natural del mundo.

—Oye, ¿desde cuándo tienes amigos mayores que tú? —preguntó ella, frunciendo el ceño ligeramente.

Tragué saliva, intentando mantener la calma.

—E-es uno de mis mejores amigos... —dije, improvisando lo mejor que pude.

Dante, sin perder la oportunidad, soltó con sarcasmo:

—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? Ni yo lo sabía.

Tuve que contener las ganas de golpearlo ahí mismo, mientras mi madre me miraba extrañada.

—Bueno, qué bueno que tengas amigos nuevos. Es importante rodearte de personas interesantes. —Sonrió, aparentemente convencida, y volvió a su café.

Mi padre, sin embargo, miró a Dante con ojos entrecerrados.

—¿Y qué edad tienes, muchacho?

Antes de que yo pudiera inventar algo, Dante respondió con una sonrisa descarada:

—Oh, tengo muchos años la verdad, tendría que ponerme a calcular.

—Eso no responde mi pregunta —replicó mi padre, levantando una ceja.

—Papá, deja de interrogarlo —intervine rápidamente—. Está aquí solo para ayudarme con... cosas.

Mi padre soltó un suspiro y finalmente dejó el tema, aunque parecía seguir sospechando algo.

Cuando finalmente salimos de la casa, cerré la puerta de golpe y me giré hacia ellos.

—¿¡Qué demonios fue eso!? —les dije, todavía temblando.

Claude soltó una carcajada, mientras Sayuri suspiraba y Kou se encogía de hombros.

—Relájate, humano —dijo Claude—. Tu padre no va a descubrir nada. Aunque debo decir que Dante estuvo brillante.

—"Brillante" no es la palabra que usaría —gruñí, mirando a Dante con enojo—. ¿¡Por qué dejaste que te vieran!?

Dante simplemente sonrió, cruzando los brazos.

—Porque es divertido verte sudar. Además, no lo hice aproposito, soy mitad humano por lo que yo no puedo dejar de ser visto de ojos de los humanos.

Sayuri lo golpeó suavemente en el brazo.

—Deja de jugar con él, Dante. Tenemos trabajo que hacer.

Suspiré profundamente, tratando de calmarme, y comencé a caminar junto a ellos.

—La próxima vez, avísenme antes de que esto pase.

—Claro —dijo Kou con una sonrisa sarcástica—. Justo después de que el infierno se congele.

Rodé los ojos mientras nos alejábamos de mi casa, pensando que esto era solo el comienzo de un largo día.