Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 19
Clara Montserrat estaba sentada en una tumbona junto a la piscina en su lujosa villa a las afueras de Milán. La villa, rodeada de jardines meticulosamente cuidados y con vistas espectaculares a las colinas circundantes, era un reflejo de su éxito y poder. El agua de la piscina brillaba bajo el sol de la tarde, y Clara, con una copa de champagne en una mano, disfrutaba de una bandeja de fresas frescas, saboreando el momento de tranquilidad antes de que su vida volviera a sumirse en las exigencias del negocio y la maternidad inminente.
Mientras se relajaba, Claudia, la hija de su esposo Sergio, llegó al jardín en su silla de ruedas. Claudia, con su cabello castaño claro recogido en una coleta y su rostro pálido por la falta de sol, saludó a Clara con su habitual tono educado, aunque la frialdad entre ambas era palpable.
—Hola, señora Montserrat —dijo Claudia con una leve sonrisa—. Espero que el pequeño Enrico nazca pronto. Todos estamos emocionados por su llegada.
Clara, que nunca había mostrado verdadero afecto por la joven, le devolvió el saludo con su habitual tono frío.
—Claro, Claudia. Todo está listo para su llegada —respondió Clara, apenas esforzándose en disimular su indiferencia.
Luego se levantó lentamente de la tumbona, su vientre abultado dificultando el movimiento.
—Necesito volver a mi habitación a descansar —añadió Clara, usando el embarazo como una excusa para retirarse de la presencia de Claudia.
Mientras subía las escaleras que conducían a su habitación, Clara no podía evitar sentir una creciente irritación hacia Claudia. La joven, con su constante presencia y su discapacidad, era un recordatorio constante de la carga que representaba. Clara se preguntaba cómo podría deshacerse de ella, especialmente ahora que Claudia estaba a punto de cumplir dieciocho años. Una vez alcanzara la mayoría de edad, el dinero que ella tenía y que Sergio administraba se perdería para Clara si no lograba actuar rápido.
Al llegar a su habitación, un espacio lujoso decorado con muebles de diseño y una vista envidiable al jardín, Clara se sentó en el borde de la cama y tomó su teléfono. Marcó el número de Valeria Rossi, su asistente personal, quien había demostrado ser extremadamente útil, aunque a veces demasiado dubitativa para su gusto.
Valeria respondió al segundo timbre.
—¿Sí, Clara? ¿Todo bien? —preguntó Valeria con una mezcla de preocupación y respeto.
—Valeria, ¿cómo va lo del chico para enamorar a Claudia? Ya sabes, lo que hablamos el otro día —inquirió Clara con impaciencia.
Valeria, del otro lado de la línea, titubeó un poco antes de responder.
—Estoy trabajando en ello, pero no estoy segura de que sea lo correcto… —comenzó a decir, su voz llena de dudas.
Clara rodó los ojos, exasperada por la indecisión de Valeria. Era exactamente este tipo de vacilación lo que la sacaba de quicio.
—Por favor, cariño —dijo Clara, suavizando su tono y añadiendo un toque de seducción a su voz, sabiendo que Valeria era vulnerable a este tipo de manipulación—. Sabes que confío en ti para esto. Eres la única que puede ayudarme con algo tan delicado. Piensa en lo que podemos lograr juntas… —Clara dejó que su voz bajara de tono, casi murmurando—. Imagina lo que podríamos conseguir… juntas, Valeria.
Del otro lado de la línea, Clara escuchó a Valeria suspirar, claramente influenciada por el tono íntimo que Clara había adoptado.
—Está bien, Clara. Haré lo que me pides —respondió Valeria finalmente, su voz casi un susurro, completamente entregada a la influencia de Clara.
Clara sonrió para sí misma, satisfecha por haber conseguido lo que quería sin mayores problemas.
—Sabía que podía contar contigo —dijo Clara suavemente, antes de terminar la llamada.
Después de colgar, Clara se recostó sobre la cama, acariciando suavemente su vientre mientras sus pensamientos volvieron a concentrarse en cómo asegurar su control sobre todo y todos los que la rodeaban. Claudia no sería un obstáculo por mucho tiempo más.
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Mientras tanto, en las oficinas de Montserrat Construcciones, Isabella estaba sentada sola en la cafetería, comiendo su almuerzo. Era un espacio moderno y minimalista, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz natural y mesas de madera clara donde los empleados podían relajarse brevemente entre proyectos.
Isabella, sin embargo, no estaba realmente concentrada en su comida. Sus pensamientos la habían llevado de vuelta a su padre, Jean-Luc Dupont. Recordó los días en que él era un arquitecto de renombre, respetado y admirado por su talento. Recordó cómo la vida había cambiado abruptamente cuando Clara los abandonó. Su padre había caído en una espiral de desesperación y decadencia, pasando de ser un hombre orgulloso y exitoso a alguien roto por la traición y la pérdida. Isabella todavía podía ver claramente la imagen de su padre, sentado en una silla en la pequeña sala de su apartamento, con una botella en la mano, mirándola con ojos que habían perdido el brillo de la vida que una vez conoció. Fue entonces cuando decidió que nunca perdonaría a Clara Montserrat.
El sonido de una silla al ser movida la sacó de sus pensamientos. Giulia Ferraro, la diseñadora en jefe de Montserrat Construcciones, se había sentado frente a ella. Giulia, una mujer elegante con un estilo impecable y una personalidad segura, sonrió cálidamente a Isabella.
—Hola, Isabella —saludó Giulia, con una voz amigable—. Espero no interrumpir tu almuerzo.
Isabella levantó la vista, devolviéndole la sonrisa.
—No te preocupes, Giulia. Solo estaba pensando en algunas cosas.
Giulia asintió, como si entendiera perfectamente lo que Isabella quería decir.
—He notado lo inteligente que eres y lo rápido que te has adaptado —dijo Giulia, mirando a Isabella con admiración—. Tus proyectos aunque pequeños han sido… encantadores. Me gusta apoyar a mujeres que son emprendedoras como tú, con talento.
Isabella, sorprendida por el halago, se sintió un poco más cómoda.
—Gracias, Giulia. Eso significa mucho para mí.
Giulia inclinó la cabeza ligeramente, como evaluando a Isabella con más profundidad.
—Sé que eres la apoderada de Philippe Marchand, lo que te da un voto en las decisiones sobre Las Torres Émiris, ¿verdad?
Isabella dejó de comer, sintiendo que la conversación tomaba un giro más serio.
—Así es —respondió, manteniendo su tono neutral.
Giulia sonrió, pero había algo más detrás de esa sonrisa, algo más calculado.
—Tengo algunos planes con el licenciado Rodriguez para cambiar de constructora. Estamos considerando movernos de Montserrat Construcciones a El Real. No es nada oficial todavía, pero… puedo confiar en ti, ¿verdad?
Isabella observó a Giulia, tratando de medir sus intenciones. La sinceridad en los ojos de Giulia parecía real, y la oportunidad de alinear fuerzas con alguien dentro de la empresa que también tenía sus propios planes era tentadora. Después de un breve silencio, Isabella sonrió.
—Sí, Giulia. Puedes contar conmigo.
Giulia asintió, satisfecha con la respuesta de Isabella.
—Perfecto. Sabía que podía confiar en ti. Juntas podemos hacer grandes cosas.
Isabella asintió, aunque su mente ya estaba en marcha, pensando en cómo podría usar esta nueva información a su favor. La red de intrigas y alianzas dentro de Montserrat Construcciones se estaba tejiendo más y más cada día, y Isabella estaba decidida a ser la que manejara los hilos.
Con esa promesa en el aire, las dos mujeres continuaron su conversación, conscientes de que, en ese juego de poder, la confianza era un bien raro y valioso, pero también algo que podía romperse con facilidad si las circunstancias lo exigían.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho