Serafina Brooks. Nunca se imaginó después de una tranquilidad y divertida noche. En el transcurso a su casa seria secuestrada y vendida a unos de los hombres más ricos de Medio Oriente.
Lo que ella nunca espero que se enamoraría el bastardo cínico y de corazón frío que la compró como si fuera una cosa. Odiara a ese hombre, lo aborrece por hacerla sentir cosas que no debería en sus circunstancias.
Pero usará ese enamoramiento enfermizo en una escapatoria para su libertad. Desear a ese bastardo ya es bastante malo. Necesitarlo es repugnante.
¿Podrá la lujuria y la obsesión ser más fuerte de su deseó de volver a casa o se convertía en algo mucho peor?
Es un pajaro bonito en una jaula dorada. Un pequeño secreto sucio. Pero cuando la jaula se rompe. ¿Podra aprender a vivir sin ella? ¿Sin él?
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CAPITULO 20 *NO TE QUIERO*
...******...
—No se lo diré a nadie —susurro, metiendo la cabeza de su polla en mi boca a través de la tela. —Nadie se enterará. Eres mi dueño, ¿verdad? Mi cuerpo es tuyo para usarlo.
Una mano fue enterrada en mi cabello antes de levantarme bruscamente la cabeza.
—Es lindo que realmente pienses que puedes manipularme —gruñó, con los ojos ardiendo de fuego. —¿Qué estás esperando? ¿Que serás una buena chupapollas y te dejaré ir? No está pasando.
Casi me eche a reír. Habría sido mucho mejor para mi orgullo si estuviera tratando de manipularlo. Si estuviera fingiendo. Pero no estaba fingiendo. Y definitivamente no tenía idea de lo que esperaba lograr. Realmente no había tenido tiempo de elaborar un plan coherente. Pero confiaba en mis instintos. Y mis instintos me decían que la única forma de manipular a este hombre era no intentar manipularlo abiertamente.
Ser honesta acerca de la fuerza de mi atracción, no importa cuán mortificante fuera. Este hombre era demasiado inteligente y cínico para dejarse engañar por una mentira.
—No te estoy manipulando.— Musito, con una pequeña sonrisa arrepentida. —Excepto por la parte en la que dije que te amaba. Sé que es mejor no intentarlo. Estoy siendo honesta, Malek. Te odio... y no solía odiar a nadie... pero...
Sólo dilo.
—Te quiero —admitió, sonrojandome cuando encuentro su mirada. —Lo odio, odio que me hayas convertido en el punto focal de mi vida, y sigue empeorando cada día: la fijación, la obsesión, el odio. No soy una persona odiosa. Está no soy yo. Siento que me estoy perdiendo cuanto más tiempo estoy atrapada aquí, convirtiéndome en alguien que no reconozco—. Me río amargamente. —Dijiste que parezco un cachorro pateado cuando te vas, y en realidad no es inexacto. Hay una parte perversa de mí que ya ha empezado a pensar en ti como mi dueño, y odio que... que me excite con eso. —Estaba sonrojada furiosamente, apenas capaz de sostener la pesada mirada del hombre.
Su agarre, sobre mi cabello se hizo más fuerte.
—No voy a corresponder a tus sentimientos— Respondió, con voz áspera.
Miré el bulto en sus pantalones. Parecía haberse hecho más grande.
—¿A quién le importa? — Replico, mirando nuevamente a sus ojos. —Puedes utilizarme de todos modos. Nadie lo sabrá. Soy tuya, ¿no? No de Samir. Tuya.
Su expresión se volvió tensa, casi de dolor.
Se sentía como si esos ojos oscuros lo estuvieran quemando un agujero. Había desconfianza en esa mirada (era un hombre cínico que no confiaba fácilmente), pero me di cuenta de que mis palabras lo afectaron.
—Sé que estás intentando jugar conmigo —Refufuña. —No funcionará. No te quiero.
Entrecierró los ojos y me pongo de pie. Poniendo mi mano en el respaldo de la silla, me inclinó y susurró, casi contra sus labios.
—Mierdas. Mierdas. Me quieres. Puedo sentirlo.
Su mandíbula estaba tan apretada que podía oírlo rechinar los dientes.
—Estás delirando — Refutá, con expresión desdeñosa.
Era exasperante. Enloquecedor. Dios, quería envolver mis manos alrededor de ese fuerte cuello bronceado y estrangularlo.
—Tú me elegiste —Aclaró. —Tú. Me miraste arrodillada en ese podio, medio desnuda, y quisiste ser mi dueño.
—Te elegí para Samir.
Me río mejor.
—Bien. No conozco muy bien a tu hermano, pero incluso yo puedo decir que en realidad no soy su tipo. Él no es quien me mira como si quisiera destrozarme con su pølla.
Las fosas nasales de Malek se dilataron.
—Uno sólo ve lo que quiere ver — Contradice. Su tono era positivamente gélido.
Lo miré detenidamente tratando de a encontar algo. Pero nada.
Luego, me enderezó y me quitó el vestido quedando desnuda la parte superior de mis pechos.
—¿Qué crees que estás haciendo? — Pregunta.
Me bajo las bragas y los alejó de una patada.
—Vístete —Dijo. Su voz era tensa. Breve. Un poco ronca.
Lo miré a los ojos y sonreí.
—¿Por qué? No es algo que no hayas visto en otras mujeres.—Trató de mantener mi voz casual y descuidada, pero estar desnuda frente a este hombre era jodidamente estresante. Y demasiado excitante, en cierto modo jodido. Era muy consciente de que estaba desnuda y vulnerable frente a un hombre completamente vestido que era mi dueño. Sentía demasiado calor, me hormigueaba la piel por todas partes, Me sentía mojada y me latía mi coño. Incluso mis pezones se sentían tensos y sensibles, con ganas de ser tocados, frotados y chupados. Me dolían cuando la mirada oscura e intensa del hombre vagaba sobre ellos.
Dios, nunca había deseado tanto el sexø. Nunca antes había deseado tanto a nadie. Era pura lujuria animal, y se me secaba la boca, se debilitaban mis rodillas y toda la sangre me subía a la cabeza. Quería føllar.
—Admítelo —susurro con voz ronca, mirandolo a los ojos. Chocolate derretido. Chocolate caliente y derretido. —Me quieres. En el fondo, siempre me has querido—. Jesús, era patética cuánto deseaba que eso fuera cierto.
Cuánto deseaba que este hombre me deseara.
Malek se puso de pie con la gracia de un depredador, sus ojos brillaban con algo duro y mezquino.
—No. Pero si estás tan ansiosa por ser un agujero para mi pølla, está bien. Inclínate.
Contuve el aliento.
—¿Q..qué?
Me dirigió una mirada fija.
—Me escuchaste, Serafina. Inclínate sobre la cama.
Lo miré fijamente. Mientras él me devolvía la mirada.
Los segundos pasaron lentamente y el aire en la habitación pareció volverse increíblemente espeso.
—Estoy esperando.— Dijo, tranquilamente.
¿Era eso un triunfo en su expresión? El imbécil estaba tratando de asustarme. Él quería que me viera como una puta esa posición, para que pudiera negarme. A la mierda eso.
No me volvería a dejar de él.
Me giré, caminando hacia la cama e hice lo que me dijeron, ignorando la voz en el fondo de mi mente que me gritaba que me detuviera y saliera de esta habitación mientras aún pudiera.
—¿Ahora qué? — Conteste desafiante, mi voz temblaba solo un poco. Había espejos en la cabecera. Podía ver mi propio rostro con los ojos muy abiertos en ellos. Bajé la mirada y me quedé mirando la colcha. Blanca. Era blanca.
El silencio empezaba a ponerme nerviosa. ¿Cuándo iba a admitirme finalmente que estaba mintiendo? Ese idiota reprimido y machista nunca me follaría.
Por fin, sentí algo de movimiento detrás de mí. Escuché cómo se abría y cerraba un cajón.
Se escuchó el sonido de algo desgarrándose, y luego un sonido resbaladizo, como si... como si algo resbaladizo se frotara en la carne.
Tragué, mi pulso retumbaba en mis oídos. ¿Malek en realidad...?
Intenté mirar por encima del hombro, pero una mano firme presionó mi nuca y me mantuvo la cabeza gacha. La presión no fue contundente, sino firme y autoritaria, despreció la forma en que mi cuerpo inmediatamente se volvió dócil, como si
estuviera entrenado para obedecer a su amo.
Su dueño.
—Quédate quieta— Me ordena, detrás de mi.
—¿Qué..qué estás haciendo?— Susurro.
—Haciendo exactamente lo que sugeriste—. Algo contundente y resbaladizo empujó contra mí entrada. —Haciendo uso de tus agujeros, pero por ahora solo de uno—. Inclinó su peso hacia adelante, su mano flexionándose sobre mí nuca mientras algo (la pølla de Malek, santa mierda) lentamente, muy lentamente, avanzaba poco a poco dentro de mi.
Jadeó y mis ojos se abrieron con asombro e incredulidad.
Malek parecía haber usado abundante lubricante, por lo que realmente no me dolía, pero el estiramiento fue definitivamente incómodo dado el tamaño del hombre y la falta de preparación.
Oh Dios, tenía una pølla dentro. Tenía la pølla de Malek dentro de mí.