MonteSereno es un pequeño pueblo rodeado de montañas, tradiciones y secretos. Mariá creció bajo la mirada severa de un padre que, además de alcalde, es el símbolo máximo de la moral y de la fe local. En casa, la obediencia es la regla. Pero Mariá siempre vio el mundo con ojos diferentes — una sensibilidad que desafía todo lo que le enseñaron como “correcto”.
La llegada de los hermanos Kael y Dylan sacude las estructuras del pueblo… y las de ella. Kael, apasionado por los autos y el trabajo manual, inaugura un taller que rápidamente se convierte en la comidilla entre los habitantes. Dylan, en cambio, con su aire de CEO y su control férreo, dirige los negocios de la familia con frialdad y encanto. Nadie imagina el secreto que ambos cargan: un linaje ancestral de hombres lobo que viven silenciosamente entre los humanos.
Pero cuando los dos lobos eligen a Mariá como compañera, ella se ve dividida entre la intensidad de Kael y el magnetismo de Dylan. Mariá se encuentra entre dos mundos — y entre dos amores que pueden salvarla… o destruirla para siempre.
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Capítulo 19
Mariá
Mientras esos médicos y enfermeros hablan conmigo y usan equipos para verificar mi pulso y latidos cardíacos, me siento como si estuviera vagando entre una realidad y otra.
Mis ojos, que mantenía fijos en el techo, se dirigen hacia mi madre y Nena. Sé que regresé, sé que salí de aquel mi universo. Antes de regresar, el señor lobo me pidió que mirara fijamente a mi sol central.
Y lo hice.
Y después de hacer eso, un hilo de luz de aquel sol atravesó mi frente como un rayo y se estableció como si fuera una conexión inimaginable conmigo. El señor lobo dijo que si yo tenía fe y creía fielmente en aquello, aquello me concedería poderes mágicos.
Bien, yo... yo creí y creo en aquello que viví, sea lo que haya sido aquello, yo lo sentí.
Sin embargo, ahora, en este exacto momento, yo solo tengo un deseo genuino que es... VIVIR.
¡Sí! Vivir y abrazar verdaderamente a quien nací como Mariá para ser. Quiero ser feliz, quiero reír a carcajadas, quiero girar al sol, mientras la brisa balancea mis cabellos.
Quiero solo ser yo en esta versión. Sea ella torcida o torpe. No me importa. Solo quiero ser yo.
En eso mis ojos son atraídos hacia un delicioso y suculento pastel al lado de la cama, bueno, casi atraídos, ¿no? Ya que este médico se queda con esa linternita molesta iluminando mis ojos a cada momento.
Mis ojos, reacios a obedecerlo, se dirigen hacia el nombre escrito en su credencial.
"Dr. Bernardo"
Suelto el aire con fuerza y digo con voz baja:
—Doctor Bernardo, yo solo quiero un pedazo generoso de ese pastel.
Él simplemente sonríe. Abre una sonrisa genuina para mí, mientras sus cabellos canosos parecen brillar a la luz del sol que entra en esta sala fría.
—Buena niña. Ya sabe reconocer lo que es bueno —dice él guiñándome el ojo de forma cómplice.
Él entonces despide a los otros médicos y enfermeros. Se gira hacia mi madre y entregándole la espátula del pastel, dice con voz baja, como si estuviera negociando un contrabando:
—Una pequeña rebanada. Si alguien pregunta, usted nunca ni me vio aquí como médico.
¿Es políticamente correcto lo que él hace ahora? No. ¿Pero quieres saber? JÓDASE. ¿Quién está prestando atención a lo políticamente correcto ahora? Yo solo quiero caer de boca literalmente en un pedazo de pastel.
O sea, al menos en un pedazo mediano, ¿no?
—¡Anda, Nena! ¡Dame un PEDAZO! —exclamo eufórica así que el médico sale de la sala.
Mi madre sonríe y viene hasta mí abrazándome y besando mi frente, al decir:
—Calma, hambrienta. Acabas de despertar. ¿Al menos reparaste bien en el pastel?
Así que ella dice eso, Nena sostiene el pastel y sonriendo se aproxima.
—Sopla las velitas, mi niña. Al final, no todos los días se celebran tus dieciocho años.
Mis ojos se agrandan. Yo sonrío emocionada y entusiasmada. Me siento en la cama con la ayuda de mi madre y soplo las velitas que Nena encendió.
—¿Qué pedido hiciste? —pregunta Nena sonriendo.
Sonrío aún más y hablo:
—Si lo cuento, deja de ser un pedido. Es secreto.
Y así yo, Nena y mi madre, comenzamos a comer el pastel entre risas y cuchicheos bajos. Puede no haber sido la mejor manera de volver a mi vida a los ojos de algunos. Pero para mí está siendo perfecto, porque al final está siendo a mi manera.
Que puede hasta ser torcida, pero es toda mía.