Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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Reunión familiar segúnda parte.
Sigo caminando y siento que alguien me mira por detrás, me giro para ver y noto que es Sebastián quien mira hacia otro lado.
Llego a la salida y está la madre de Sebastián junto a la mujer que sacaron de la sala de juntas.
Las dos parecen enemigas, se miran con envidia y odio.
Sebastián se adelanta a su carro y camino hacia donde está el chófer.
—Sube.
Me dice y veo a Dalila que se aproxima al carro de su hermano.
Lo ignoro y subo al carro donde el chófer me abre la puerta.
—Síguelos.
Le digo, ya que iremos a un restaurante y no ir sería darles a entender que les temo.
Llegamos y era de esperar el mejor restaurante de la ciudad, los padres de Sebastián bajan de su carro y se ven serios, peleados.
Dalila baja del carro de Sebastián con una sonrisa de satisfacción.
Pero la cara de su hermano es de enojo, bueno, siempre tiene la misma expresión.
Ellos entran y camino lento para entrar de última, pero veo a Sebastián quedarse parado.
Suspiro y retomo el paso, cuando llego a su lado entra conmigo y evito torcer los ojos.
Las familias adineradas suelen vivir de apariencia y es un claro ejemplo cuando noto al novio de Dalila parado junto al que creo es su padre, y este da la bienvenida.
Claro, porque es el dueño del restaurante, tenía que serlo.
Saluda a Sebastián y después me saluda a mí.
—Muy hermosa tu esposa, Sebastián.
Le dicen y Dalila mueve una silla provocando que esta haga un fuerte ruido.
—Lo siento, solo que me estoy aburriendo y prefiero empezar a lo que vinimos.
Dice, y su madre la sigue sentándose.
Tomo asiento en la silla que me indican y Sebastián se sienta a mi lado.
—Nos regresaremos juntos.
Me dice y finjo leer la carta, el padre de Sebastián se levanta al baño.
—Disculpen, ¿alguien podría explicarle a Carina sobre los platillos ya que no sabe de restaurantes y comidas reconocidas?
Dice Dalila y su madre me mira arqueando una ceja; dejo la carta en la mesa, miro al mesero y le hablo en italiano pidiendo el platillo que acabo de elegir.
—¿Aprendiste italiano con los hombres que contrataste?
Dice y le hago frente.
—"Cuñada", ellos eran rusos, no italianos.
—Descarada que eres…
—Dalila, guarda silencio.
Le dice Sebastián y ella mira la carta molesta.
Todos ordenan y su padre regresa ordenando igual.
—¿Dónde viven?
Pregunta Don José y Dalila vuelve a hablar.
—En una casa que les dio el abuelo, pero en un año esa casa será devuelta al abuelo.
—Esa casa es mía.
Le digo y Dalila se ríe, su madre me ve mal y su padre me ve con atención.
—Qué bien, por cierto, Sebastián sé que la próxima semana te vas de viaje de negocios.
—Así es.
Se limita a decir.
—¿Por qué no me dijiste? Me vendría bien unos días de vacaciones.
Dice Dalila.
—Iré solo.
—Bien, entonces salúdame a Marisol.
Le dice ella viéndome y ya sé lo que trama, pero no me afecta en lo más mínimo.
—¿Carina, por qué no vas con él?
—No puedo, tengo cosas que hacer.
Le digo y nos traen lo que ordenamos.
—No quiere dejar solo a Leo.
Dice Sebastián y lo veo sorprendida ya que eso no me lo esperaba.
—Que Sebastián haga sus cosas con calma y se quede el tiempo que sea necesario, aun así, si se va por un año no estaría mal.
Digo y levanto la vista cuando todas las miradas están sobre mí.
—Lo siento, ¿lo dije o lo pensé?
—De eso se trata un matrimonio, las reconciliaciones son lo mejor, de ahí salió Sebastián.
Dice el señor José riendo.
—Entonces ustedes son los culpables de que tenga esa cara.
Les digo y siento que el enojo de Sebastián sube cada vez, y empeora cuando su padre se ríe.
—Niña igualada, ¿quién te crees para hablar así de mi hijo?
—Según su esposa.
Le digo y Sebastián deja los cubiertos de golpe.
—¿Hay algo que no sepa?
Pregunta su padre.
—Te vas por meses y regresas exigiendo algo del cual no eres parte.
Le dice la madre de Sebastián.
—Señor José; es momento que sepa la verdad: el matrimonio de Sebastián y mío es de contrato, así como lo escucha. Se lo pondré así: todos los socios ofrecieron a sus hijos y nietos primogénitos, yo era la única hija de la familia que menos acciones tenía en la empresa y, al ser su familia la que más acciones tenía, mis padres me vendieron. ¿Ahora entiende? No habrá luna de miel, tampoco viajes de parejas. Es mejor que Sebastián haga su vida y yo la mía porque está más que claro que no habrá ningún bebé ni en un año, ni en dos, ni nunca.
Termino de hablar y la madre de Sebastián me ve enojada, nadie dice nada, Dalila está sonriendo y su padre está serio.
—Si me permiten, me iré a mi casa a descansar.
Me levanto pero soy sujetada del brazo.
Sebastián se levanta y en mis manos deja un sobre.
—Mañana el chófer pasará por ti a las 7 am, haz tu maleta para dos semanas, porque matrimonio por contrato o no, hay cosas que hacer y nada es gratis.
—Claro, y hablaremos de mi pago porque trabajaré como cualquiera y exijo un sueldo; matrimonio por contrato o no, no pienso hacer nada gratis.
Le devuelvo sus mismas palabras.
Salgo del restaurante y es mejor que sepan que no me pienso dejar de nadie.