Alfa, Yo No Seré Su Amante

Nada más hizo llegar a la planta baja de la mansión, y cuando se juntaron todo, salieron de allí con destino al carruaje, el cual ya esperaba por ellos. Sin dudar, todos se subieron en él, y el cochero salió del marquesado, en compañía de unos 10 guardias.

Unas tres horas fue lo que duró el recorrido hasta el palacio, y al llegar había una fila de personas fuera, y ellos tenían que formarse con el resto de personas que estaban allí, ya que este censo es para todos, y no puede haber distinción de personas.

El marqués no vio nada malo en eso, pero las dos mujeres estaban rojas del enojo, pues para ellas es humillante esperar en una fila para obtener algo, y lo era aun más, estar al lado de semejante gentuza.

El sol le estaba pegando fuerte, y ambas estaban como un camarón de rojas, ya que no tomaron precauciones para el sol, y solo se pusieron su maquillaje como payasos, como si vinieron a recrearse.

Por suerte, la espera en la fila duró dos horas, y cuando estaban dentro del palacio, un guardia les llevó a donde tenían que ir.

No pasó mucho tiempo para que ellos entrarán dentro de la sala del trono.

Cuando entraron, Anubis sintió un escalofrío recoger su espina dorsal, y sus ojos se tornaron totalmente negro en claras señales de que su lobo quiere tomar el control de él, y no era para menos, es que nada más vasto que entraran a la sala aquellas personas, y al hacerlos sintió en el aire el olor de su compañera, acompañado de uno desagradable, como si fuera a cebollas podrías.

Él tomó toda la fuerza que pudo y se calmó un poco, ya que si se sale de control, las cosas se pondrían muy feas.

— Bien señor marqués, mi querido amigo, gracias por venir aquí ¿Está toda la familia? — pregunta este y la marquesa iba a hablar, pero el marqués se lo impidió, ya que su ella habla no es para algo productivo.

— No su majestad, mi única hija está fuera del imperio desde hace meses, y no logro llegar, porque estaba mala de salud, con ella están algunos de mis fieles empleados — dice este apenado, ya que mentir de esas formas a su emperador, es un delito que se paga con años de cárcel, o quizá la muerte, pero tampoco dirá que su hija acabada de dar a luz a su nieto, y por eso no pudo llegar, decir aquello es acabar con la reputación de su hija, cosa que él no puede hacer ni hará nunca, ya luego le explica a su amigo la situación real de su ausencia.

— Bien, tomen todos asiento, que le haremos unas cuantas preguntas de rutina — dice el emperador y ellos obedecen.

— ¿Cuántos años tienen? — dice este y el marqués al ser el señor de la casa dice:

— Yo estoy por cumplir 35 años, Susana por igual, Elena en 4 meses cumple sus 19 años, y mi hija Marcel lo cumple en 5 meses — dice el marqués.

—¿En dónde pasaron sus últimos cumpleaños? Sé que eres un hombre de negocios, la parte de tu trabajo no la necesito saber, ya que tú eres un funcionario de mi corte — dice el emperador.

— Yo el día de mi cumpleaños estaba en mi oficina, Susana estaba en el cumpleaños de su hija, el cual fue en mi casa, y el cumpleaños de mi única hija fue en la capital, lo que pasó en el cumpleaños de Susana no lo recuerdo — dice este y el emperador casi se ríe por eso, pero se contuvo al ver la mala cara que tenía Susana.

— Ahora solo falta responder una pregunta, esas preguntas son solo para la señorita Elena ¿Señorita Elena, es usted virgen? — Dice este y mira a Anubis quién está con la cara sería, ya que el delicioso olor de su destinada se fue, y ahora solo queda el olor a cebollas de la tal Elena, mezclado con los demás olores de las personas que la compraban, pero el que más le desagrado aparte del que se carga la joven es: el olor perfume barato de la señora que está maquillada como payaso, el olor del caballero, no es desagradable, y es un tenue olor a tabaco y café.

Elena, quien todo este tiempo no ha dicho ni una palabra, porque nada más cruzar esa puerta, se quedó en bobada más de la cuenta por el bello espécimen que está al lado del emperador. Ella también está encantada con la penetrante mirada de semejante hombre tan guapo y varonil.

Estaba tan perdida en el mirar de aquellos ojos verdes del hombre, que el marqués tuvo que hablarle.

— Elena, el emperador, te está hablando, responde ¿Eres virgen o no? — dice este llamando la atención de la joven quien estaba roja por escuchar lo que dijo marqués y no sabía qué decir, ya que a los 15 años perdió la virginidad en manos de unos de los soldados del marquesado, con el cual aún sostiene una relación amorosa secreta.

Su madre al ver lo avergonzada que estaba su hija dice:

— Mi hija aún es doncella — dice ella sin tener conocimiento de tal situación.

Anubis al escuchar eso se rio por lo bajo, ya que él ya se dio cuenta qué ella joven tiene ya un camino vecinal y de virgen no tiene nada, y está más que claro, que esa joven no tiene nada que ver con él, cosa que se alegra, pues está tiene apariencia de ser una interesada, y su olor a cebollas le tiene la nariz irritada.

Lo que sí se fijó, es que su destinada está en esa familia, ya que no es normal que esa joven lleve su olor, cuando en realidad, los olores de las personas son únicos, y dicho olor también está presente entre los objetos de esa persona.

— Bien, por el momento es todo por hoy ya pueden irse — dice este y estos hacen una reverencia y se van de allí.

Al salir, Anubis se queda con el emperador y conversan sobre el asunto.

— Emperador, gracias por lo que está haciendo conmigo, me gustaría que usted me dé asilo en este país por tiempo indefinido, quizá no será por mucho, ya que tengo pensado casarme con la mujer que le comenté, y así irme a mi imperio, por ahora no la hemos encontrado, pero ya obtuve una pista para hacerlo — dice este con una sonrisa, pues se imagina quién podría ser su amada, y esa es la hija única del marqués Marcelo Dávila.

El emperador no sabe por qué él dice esas palabras, pero realmente le conviene tener a Anubis en su imperio, y así la relación comercial entre Galatea y Azulea sería mejor.

— Puede estar aquí el tiempo que quiera, pero evite atemorizar a mi gente con sus hombres fortachones, solo le doy permiso para permanecer en mi imperio, si solo tiene 200 hombres con usted, pues solo así la población no creería que es una invasión masiva — dice el emperador con una cara sería, cosa que Anubis le parecía como un chiste, pues 200 hombres lobos son equivalentes en fuerza a 2000 mil soldados imperiales.

— Está bien, 200 hombres está bien, de todas maneras, no tengo necesidad de invadir su territorio, estoy aquí pacíficamente — dice Anubis tranquilo.

La razón principal de quedarse en ese imperio a vivir por un tiempo, es que como su destinada no está en el imperio, según dice el marqués, él esperará pacientemente su regreso, ya que si va por ella, ella puede tomar tal cosa como una ofensa, y así se puede asustar e irse.

Él se hará socio de ese marqués, y si es posible, pondrá hombres de su confianza dentro de la mansión, y así le dan información de lo que hace, o de cuando se encuentra con su hija, y desde hoy que salga de aquí le mandará a seguir.

No cabe dudas de que ya su hijo nació, pues los síntomas tan terribles que sentía al llegar aquí, hace 15 días que desaparecieron, y él confía con que todo esté bien con su amada y su hijo.

* * * * * * * * * * * Nota

Se acerca la muerte de las brujas, ¿cómo le gustaría que pasara? Ya lo tengo listo, pero me gustaría ver su nivel de creatividad, ya también vienen el encuentro entres los protagonistas.

No lo había juntado, ya que deseo que Anubis luche por encontrarle, la cosa para él no se pueden dar tan fáciles, y también Marcel necesita ser más fuerte, pues un hombre así como ese, necesita una luna igual de fuerte que él, o estará en desventaja, la luna de un alfa es su punto débil y una protagonista mía, no puede dejarnos a todas en vergüenza.

*Por el momento es todo lo que le tengo, sin más que decirles, nos vemos el lunes, si Dios quiere, espero y todos tengan un lindo y feliz fin de semana

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