Precuela de la saga colores
Emiliana Roster quedará atrapada en un matrimonio impuesto que sus hermanos arreglaron para salvarla del despiadado Duque Dorian Fodewor. Creyendo que todo fue una conspiración para separarla del que creía ser el hombre de su vida, intentará luchar en contra de lo que siente por Lord Sebastian, el desconocido que ahora es su esposo.
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18. Hermoso momento
...EMILIANA:...
— ¿Qué va a hacer hoy? — Pregunté a Sebastian mientras caminábamos por uno de los pasillos de la mansión.
— Con este frío no hay muchas cosas en las que ocupar el tiempo — Dijo, llevaba una chaqueta gruesa color café y guantes, con unos pantalones y botas de invierno de un tono oscuro — Intentaré organizar la pila en mi escritorio, todavía no acabo con eso.
Solté una respiración frustrada.
— Pensé que pasaríamos tiempo juntos — Tomé su mano y me observó de reojo.
— Puedes ayudarme con eso si quieres.
— Si y después podemos ir a ver las plantas, no he ido desde tu llegada — Comenté y se sintió curioso.
— ¿Fuiste a ver mis plantas?
— Sí, estaba un poco preocupada de que no sobrevivieran — Dije y se sorprendió más.
— No pensé que te interesara tanto mis plantas.
— Me gusta lo que te gusta, como dije antes — Le sonreí y siguió caminando sin soltar mi mano — Lamentablemente, muchas no les está sentando bien el invierno.
Su expresión se desanimó un poco.
— Lo sé, es algo que no puedo evitar ni con un poco de calefacción, necesitan la luz solar para poder sobrevivir.
Me gustaba tanto que se peinara hacia atrás, le daba un aire mucho más coqueto.
— ¿Qué pasará si mueren?
— No lo sé, me costó demasiado encontrarlas y mantenerlas con vida — Sacudió su camisa — Es algo muy frustrante.
— Ya pensará en algo para salvarlas, al menos la mayoría.
— Esperemos que eso pase — Llegamos al estudio y abrió la puerta, me dejó pasar primero y la cerró — ¿No ha tocado más el piano?
Caminé hacia el escritorio — No demasiado, me gusta tocar, pero también me encanta ser escuchada.
— Escuché en una oportunidad como tocaba — Dijo y me sorprendí, me sentí nerviosa.
— ¿En serio?
— Así es, lo hace muy bien, lo hace perfecto.
— No, exagera — Sacudí mi mano — Se solo un poco de música.
— Lo hace con devoción, por eso suena perfecto — Me observó detenidamente y me avergoncé.
— Solía tocar solo para mi familia, es la primera persona que me escucha a parte de ellos — Confesé y se aproximó, contuve la respiración, cada vez que se acercaba no podía controlar mi cuerpo.
— Me encantó escucharla tocar y quisiera volver a oírla.
Me tomó del brazo y me acerco a él.
Se inclinó y me besó con suavidad.
Cerré mis ojos, sintiendo la delicia de sus labios que acariciaban con delicadeza.
Abrí los ojos cuando se apartó.
No me gustaba que me diera tan poco, necesitaba más. Yo ya estaba lista, me sentía lista, no tenía miedo, aunque desconociera ese mundo, yo lo necesitaba mucho.
— Puedo tocar para usted cuando quiera.
— Antes del anochecer, quiero una función privada — Dijo, con expresión hipnótica.
— No puedo garantizar que no me equivoque en alguna nota.
— No me importa, aún así me parecerá perfecta — Dijo, muy ánimo — Puedo acompañarte con el violín si lo prefieres.
— ¿Usted toca el violín?
— No es lo que más me guste, lo hago porque mi padre quiso que aprendiera para mostrarme de niño en reuniones familiares — Se sentó al borde del escritorio — Le gustaba que tocara ante ellos y se llenaba de orgullo cuando me elogiaban.
— Tu padre solo quiere aprobación y buena reputación, es como la mayoría de los nobles — Me encogí de hombros y arqueó las cejas.
— Es cierto, pero a veces es un poco extremista.
— La mayoría de las familias lo son.
— No me gusta que nuestra única cosa en común es que tuviéramos que hacer cosas solo para complacer a nuestras familias — Gruñó y me senté a su lado.
— No creo que sea lo único que tengamos en común, aunque no compartamos los mismos gustos, cada uno se interesa por lo que gusta al otro.
— Me sorprende que no te parezca aburrido — Comentó y me desconcerté.
— ¿Por qué dice eso?
— Porque no suele ser el tipo de hombre que sobresale por ser interesante — Dijo y resoplé, era increíble que un hombre de su porte no fuese interesante.
— No lo creo, usted es un hombre muy atractivo, no solo físicamente. Debe llamar mucha atención de las damas — Se rió como si estuviese contando un chiste — ¿De qué se ríe?
— Puedo causar una buena impresión, pero una vez que saben de mi vida suelen perder el interés, escuche, cuando digo que soy un amante de la exploración y que me encanta descubrir especies exóticas y poco conocidas de plantas, ellas suelen alejarse — Dijo y no pude creerlo — Sabe, las mujeres prefieren escuchar otro tipo de cosas.
— ¿Cómo qué?
— Bueno — Se tensó y me evaluó — El estatus, la fortuna, los pasatiempos, también si ha tenido muchas amantes.
— ¿Que tenga muchas amantes le gusta a las señoritas?
— No, no a las señoritas en si, las señoritas suelen conformarse con el estatus y la fortuna, porque así las criaron, usted debe saberlo — Se encogió de hombros.
— Cierto, mi hermano solo pensaba en que mi esposo debía ser un hombre de buena familia y fortuna, pero ¿Qué tipo de mujeres son las que les interesa si tiene amantes? — Pregunté y se incómodo un poco.
— Las mujeres experimentadas, si el hombre tiene o tuvo muchas amantes significa que tiene mucha experiencia, la mayoría no cuenta que la cantidad no siempre va de la mano con el conocimiento — Dijo, sin querer tocar el tema a fondo.
— ¿Usted tiene mucha experiencia?
— No, como ya le dije, la mayoría de las damas me consideran un poco soso.
— Son unas tontas — Gruñí, me alegraba de que lo fueran, si alguna de ellas se hubiese dado cuenta del maravilloso hombre que era, estaría casado, pero no conmigo.
— No, no lo son, mi vida no tiene aventuras, ni viajes, ni hazañas importantes... Incluso a usted no le parecía interesante, no al principio — Hizo un gesto resignado y me sentí mal.
— Fui una tonta — Me coloqué frente a él y me acerqué mucho, hasta terminar pegada — Lo siento por ser una ciega, pero debía entender que no lo conocía.
— Lo sé, no se preocupe.
— Eso no quita que usted no fuese interesante, es un buen hombre — Dije, tocando su rostro.
— Gracias.
Rodeó mi cintura — No me tiente demasiado a enseñarle mi parte malvada.
Me sorprendí — ¿Usted es malo? No me diga eso.
Se rió a carcajadas y luego besó mi cuello.
— No digo en ese sentido — Susurró.
— No entiendo.
Estaba harta de ser como una niña pequeña, no sabía nada sobre el mundo adulto.
— Puedo ser muy malo en la cama.
— ¿Malo en qué sentido? No se preocupe, puedo soportar los ronquidos — Dije y se apartó para observarme.
— ¿Ronquidos?
— No sabe, usted ronca — Comenté.
Frunció el ceño — No me refería a eso con lo de ser malo.
— ¿A qué se refería entonces?
— A la unión — Dijo y caí en cuenta.
— No sea malo — Me llené de miedo, imaginando su maltrato.
Volvió a reír — No es lo que piensa, le gustará mi forma malvada de ser.
— Eso suena masoquista.
— Lo es, pero es porque se sentirá tan bien — Me abrazó y me tensé — Sabe, quiero darle duro cuando este acostumbrada.
Adoraba su forma de hablarme, algunas veces me trataba con formalidad, en otras me tuteaba.
— ¿Duro? — Me aparte, tensa.
— Shhh, tranquila.
— ¿Cómo es duro?
— Ay, no, me está tentando tanto — Se mordió los labios
— ¿Por qué siempre terminamos hablando de esto?
— Porque es lo que más deseamos — Gruñó, la nuez de su garganta se agitó.
— ¿Cómo es duro?
— No puedo mostrarle, no hasta después de su primera vez — Bajó sus manos de mi cintura y apretó mi trasero.
Di un brinco — Oiga.
Dió masajes y me sentí necesitada de nuevo.
— Le gusta, le gusta mucho.
— Me tiene mal, por favor, ya, enséñame — Supliqué contra sus labios.
— Iremos ahora mismo.
Se apartó del escritorio, dejando sin comenzar el trabajo mientras me tomaba del brazo y me sacaba del estudio. Caminé apresuradamente, siguiendo su paso impetuoso hacia las escaleras, las subió rápidamente y mi respiración se atoró más cuando llegamos al piso donde se encontraba nuestra habitación.
Él abrió la puerta de sus aposentos y entré.
Cerró con seguro.
Su habitación estaba cálida por el fuego ya puesto en la chimenea.
Solo había entrado una vez, cuando le pedí disculpas por tratarlo de forma tan despreciable. Olía a él, su cama era grande y de colchas modestas de color caoba, también tenía una alfombra y un sillón cerca de la chimenea, había una vitrina con botellas de vino y un escritorio pequeño cerca de la ventana.
Las cortinas eran de color claro.
Se quitó los guantes y también la chaqueta.
Se aproximó y me colocó a un lado de la cama.
Me sentí muy nerviosa cuando empezó a desnudarse, quitándose todas las capas de ropa, aventó las botas con prisa a un lado y también el cinturón.
Los pantalones le cayeron, quedando en calzones y camisa.
Se aproximó a mí y me quitó el abrigo de lana, empezó a temblar cuando lo dejó sobre la alfombra, empezó a desabotonar los botones de mi vestido, los que tenía hasta el cuello.
Dejé que lo hiciera, hasta que el vestido cayó ante mis pies, quedé en camisón, enaguas y también medias.
Salí del círculo de mi ropa.
— Siéntate, hermosa — Me pidió con amabilidad.
Me senté al borde de la cama y tragué con fuerza.
Él se agachó y tomó mi tobillo, me quitó los zapatos.
Se levantó.
— ¿No vas a quitar las medias? — Pregunté.
— Me gusta más con medias.
No entendí, pero su expresión eran hambrienta en mí.
Me dejé caer en la cama, tomé el borde de las enaguas y las tiró hacia abajo, hasta desnudarme de cintura para abajo.
Me sentí muy avergonzada cuando se quedó observando, cuando me abrió las piernas con amplitud.
Se trepó y desató el cordón de mi camisón.
— Sebastian... — Dije, cuando reveló mis senos — ¿Me dolerá mucho?
— Ya te lo dije, preciosa, dolerá al principio, pero luego no, lo disfrutarás mucho.
Tenía frío, mi piel estaba sensible.
— Tengo miedo de que duela mucho.
— Lo sé, pero yo voy a tratar de que no te duela demasiado — Sostuvo mi rostro entre sus manos, su cuerpo estaba sobre el mío, pero sin llegar a tocarse — Entiende, mi princesa, no puedo garantizar que no será incómodo, pero será muy agradable para ambos después.
Estaba mucho más nerviosa de lo que imaginé.
Soltó mi cabello con sus dedos ágiles, hasta dejarlo suelto y esparcido sobre la cama.
— Planeaba hacerlo con más calma, pero ninguno de los dos aguanta el deseo — Dijo, con su voz gruesa sus ojos encontrándose con los míos — Pensé que jamás tendría la dicha de tenerte así — Observó mi cuerpo desnudo, con el camisón colgando a mis costados y las medias puestas.
Bajó su mano, trazando mi cuello, bajando entre mis pechos hasta mi abdomen.
Estaba tocando con sutileza.
Incliné mi cabeza hacia atrás cuando llegó entre mis piernas, abrí mis piernas cuando lo sentí acariciarme de forma circular y luego entrar en mí con sus dedos.
Gemí muy fuerte, estremecida por el calor creciendo, por el hormigueo y los espasmos en mi vientre, aumentando con sus movimientos lentos.
Mis caderas se agitaron un poco y bajé mi mirada.
— ¿Te gusta ver? — Jadeó contra mis labios.
— Si... — Alejó su mano y me quejé, la elevó y la lamió, me quedé muy impactada.
— Sabes exquisito.
Bajó y me tensé cuando me abrió las piernas y se inclinó.
Enterré mas manos en las sábanas cuando sentí la primera lamida allí.
Gemí, muy avergonzada y me mordí los labios, muy avergonzada por sentirme tan bien con sus lamidas y besos.
Sebastian me mantuvo inmóvil mientras se alimentaba de mí, besando y succionando hasta aumentar mi inquietud.
Estaba a punto de estallar, pero se elevó de nuevo y solloce.
— Shhh, preciosa, tranquila.
Se terminó de desnudar.
Su cuerpo firme y varonil me llenó de más ansias.
— ¿Quieres ser mía? — Me preguntó, inclinándose más cerca, apoyando un brazo un lado de mi rostro.
— Si quiero — Apenas y podía hablar.
— Serás mía — Susurró contra mis labios.