Un grupo de extraños, atraídos por razones misteriosas a un pueblo olvidado en las montañas, descubre que el lugar oculta más de lo que parece. El pueblo, en apariencia inofensivo, está marcado por una tragedia oscura de la que nadie habla. Poco a poco, cada miembro del grupo comienza a experimentar visiones y fenómenos que erosionan su sentido de la realidad. Mientras luchan por descubrir si todo es producto de sus mentes o si una entidad maligna acecha, enfrentan la posibilidad de que quizá nunca podrán escapar de lo que desataron.
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Capítulo 22: Susurros del Pasado
La brisa helada acariciaba el rostro de Erika mientras avanzaban por el bosque, la luna llena brillando intensamente sobre ellos. Habían logrado rescatar a Clara, pero la sensación de inminente peligro seguía latente en el aire. Cada sombra parecía moverse con vida propia, cada crujido de las ramas era un recordatorio de que la oscuridad no se rendiría fácilmente.
El grupo se detuvo para respirar, y Clara, aún recuperándose del susto, miró a Erika con una mezcla de gratitud y temor.
—¿Qué ha pasado en el pueblo? —preguntó Clara, su voz temblando.
Erika intercambió miradas con Lyra y Lía antes de responder. —Las sombras han estado atacando a la gente. Hay rumores de que algo oscuro se está despertando en la montaña. Todos están asustados.
—¿Despertando? —repitió Clara, frunciendo el ceño. —He oído leyendas sobre una antigua entidad que habitaba en las profundidades de la montaña. Dicen que era un ser poderoso, un espíritu guardián que fue encarcelado hace siglos.
Erika sintió que su corazón se aceleraba. Las leyendas eran más que simples historias. ¿Podría ser que lo que enfrentaban no fuera solo una sombra, sino algo más antiguo y peligroso?
—Si eso es cierto, tenemos que detenerlo antes de que regrese —dijo Lía, su voz llena de determinación.
—¿Pero cómo? —preguntó su hermano, mirando a los demás—. No sabemos qué es lo que estamos enfrentando exactamente.
Erika miró hacia la montaña, que se alzaba ominosamente en la distancia. Sabía que la respuesta podría estar allí. —Debemos ir a la cueva donde encontramos el altar. Quizás haya más pistas sobre lo que estamos enfrentando.
Clara asintió, su rostro pálido. —Si realmente hay un espíritu guardián, tal vez podamos encontrar alguna forma de comunicarnos con él. Si aún está vivo, quizás nos ayude.
Con una nueva determinación, el grupo se puso en marcha hacia la montaña. Cada paso que daban les acercaba más al misterio que había estado oculto en las sombras. La cueva no estaba lejos, pero el viaje se sentía eterno, cada crujido del bosque resonando en sus mentes como un eco de advertencia.
Al llegar a la entrada de la cueva, se detuvieron por un momento, sintiendo el aire fresco que salía de su interior. La oscuridad parecía más densa aquí, como si la cueva estuviera esperando, acechando.
—Es aquí —dijo Erika, dando un paso al frente. —Lo que buscamos está dentro.
La cueva estaba llena de estalactitas y estalagmitas, formando una especie de laberinto natural. Con las antorchas que habían traído, iluminaron el camino hacia el altar. A medida que se adentraban, el silencio se hacía más pesado, y un escalofrío recorrió sus espinas.
Al llegar al altar, encontraron que la llama aún parpadeaba débilmente, como si estuviera a punto de extinguirse. La piedra estaba cubierta de símbolos antiguos que resonaban con una energía misteriosa.
—¿Qué significan estos símbolos? —preguntó Clara, arrodillándose para examinarlos.
—Creo que son un tipo de invocación —dijo Lyra, tocando suavemente la superficie—. Tal vez sean la clave para comunicarnos con el espíritu.
Erika se acercó y, sintiendo una conexión con el lugar, comenzó a repasar los símbolos con los dedos. Cuando tocó uno en particular, un frío intenso la recorrió, y de repente, una visión comenzó a formarse en su mente.
En su visión, pudo ver una figura imponente, envuelta en sombras, pero con ojos que brillaban como estrellas. La figura parecía estar atrapada, luchando contra cadenas de oscuridad. La imagen era sobrecogedora, y Erika sintió que era un espíritu poderoso, uno que había sido olvidado con el tiempo.
—¡Erika! —la voz de su hermano la sacó de su trance—. ¿Estás bien?
Erika respiró hondo, asustada pero fascinada por lo que había visto. —Vi algo... Un espíritu. Está atrapado. Necesitamos liberarlo.
—Pero, ¿cómo lo hacemos? —preguntó Lía, su voz llena de ansiedad.
—Los símbolos... deben ser una especie de hechizo. Si logramos recitarlo, podríamos liberarlo de las cadenas —respondió Erika, sintiendo la urgencia crecer en su interior.
Clara se unió a ellas, examinando los símbolos mientras comenzaba a recitar una serie de palabras antiguas que parecían resonar con el altar. La energía en la cueva cambió, y un viento frío comenzó a soplar, haciendo que las llamas de las antorchas parpadearan.
Erika cerró los ojos, concentrándose en la energía que la rodeaba. En su mente, la imagen del espíritu se hacía más fuerte, y de repente, comprendió que era su miedo el que lo mantenía encadenado. Con determinación, se unió a Clara en la recitación, sintiendo cómo la conexión se intensificaba.
A medida que hablaban, la cueva comenzó a vibrar, resonando con poder. Las sombras se retorcían alrededor de ellas, como si intentaran resistirse a la invocación. Pero la llama del altar creció, iluminando la oscuridad, y una voz profunda resonó en el aire.
—¿Quiénes son los que intentan liberarme? —la voz era poderosa y grave, como un trueno en la distancia.
Erika sintió un escalofrío recorrer su espalda. —¡Somos amigos! Venimos a ayudarte —gritó, sintiendo el impulso de liberar al espíritu.
—La oscuridad me ha aprisionado durante siglos. Mi poder ha sido usurpado por aquellos que desean dominar este mundo —la voz retumbó, haciendo que las paredes de la cueva temblaran.
—Podemos ayudarte a liberarte —dijo Clara, su voz resonando con esperanza—. Solo necesitas guiarnos.
Las sombras en la cueva comenzaron a cobrar vida, susurrando secretos y advertencias. La energía se sentía pesada, como si la misma cueva estuviera viva.
—Para liberarme, debéis enfrentar vuestros propios miedos —dijo el espíritu, su voz llenando la cueva—. Solo entonces podré recuperar mi fuerza.
Erika sintió un nudo en el estómago. ¿Qué significaba eso? No podía enfrentarse a sus propios miedos, pero sabía que no podía dejar que el espíritu sufriera más. Miró a sus amigos, y en sus ojos vio la misma determinación.
—¿Estamos listos? —preguntó su hermano, la tensión palpable en el aire.
—Sí —respondieron al unísono. Sabían que debían hacerlo, no solo por el espíritu, sino también por ellos mismos. Era un desafío que debían enfrentar juntos.
A medida que se preparaban para enfrentar sus miedos, la cueva se oscureció aún más. Erika sintió cómo la presión se intensificaba, pero también sintió que estaban más unidos que nunca. Se tomaron de las manos, formando un círculo alrededor del altar, y comenzaron a recitar los símbolos nuevamente.
—Juntos, enfrentaremos lo que venga —dijo Erika, su voz firme—. No estamos solos en esto.
Las sombras comenzaron a danzar, susurrando palabras ininteligibles. Pero con cada palabra que pronunciaban, el espíritu en el altar comenzó a brillar. La luz se intensificaba, y Erika sintió que un poder profundo se apoderaba de ella.
—¿Qué está pasando? —preguntó Lía, su voz tensa.
—Es el momento —respondió Clara—. Necesitamos mantenernos unidos.
Las sombras comenzaron a tomar forma, creando visiones de sus miedos más profundos. Para Erika, apareció la imagen de su familia, pero estaban distantes, como si nunca hubiera existido. La imagen la hizo temblar, pero recordó a sus amigos a su lado.
—No tengo miedo de perder a mi familia. Los llevo en mi corazón —gritó, y la imagen comenzó a desvanecerse.
El poder del espíritu creció, y la luz del altar iluminó la cueva, disolviendo las sombras a su alrededor. A medida que las visiones se desvanecían, Erika sintió cómo la energía fluía a través de ella, poderosa y revitalizante.
Con un último grito, un torrente de luz estalló del altar, inundando la cueva y envolviendo a todos. Las sombras fueron arrastradas, y la figura del espíritu emergió, liberada de sus cadenas. Era un ser hermoso, con una luz brillante que llenaba el espacio con su presencia.
—Gracias, valientes —dijo el espíritu, su voz resonando en la cueva—. Habéis enfrentado vuestros miedos y me habéis liberado. Juntos, podemos derrotar a la oscuridad que amenaza este mundo.
Erika sintió un profundo alivio y esperanza. Habían enfrentado sus peores miedos y, juntos, habían logrado liberar al espíritu de la montaña.
La luz que emanaba del ser celestial brillaba con tal intensidad que iluminaba todo a su alrededor. La cueva, que antes parecía un pozo de desesperación, ahora relucía con vida y esperanza.
Erika, aún con el corazón palpitante, dio un paso adelante, mirando al espíritu. Sabía que, aunque lo habían liberado, su lucha no había terminado.
—¿Qué sucede ahora? —preguntó Lía, su voz temblorosa.
El espíritu los miró a todos con una expresión de gratitud, pero también de advertencia.
—La verdadera batalla aún está por llegar —respondió—. Ahora que he sido liberado, la oscuridad lo sabrá y se levantará con más fuerza. Debéis prepararos para lo que viene.
El grupo asintió, sabiendo que este era solo el principio de una lucha mucho más grande.
con tal no le pase nada
Desde el primer instante me tiene al filo de la butaca.
Solo una duda que pasa con el hermano de Erika desde el momento en en qué liberan al ser de luz deja de salir en la trama del libro.
Y que pasa con los compañeros que van con Erika a la expedición.