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Reach The Stars

Reach The Stars

Status: En proceso
Genre:Elección equivocada / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós / Reencuentro / Reencarnación
Popularitas:769
Nilai: 5
nombre de autor: Alessa Raze

"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.

En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.

Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."



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Fragmentos del pasado

El sueño comenzó con una familiaridad desconcertante. No sabía exactamente cómo había llegado allí, pero de repente me encontré sentada en una mesa grande, rodeada de caras conocidas. Las luces eran cálidas, como si vinieran de un candelabro antiguo, y el aroma de la comida casera llenaba el aire. A mi alrededor, las risas y el sonido de las conversaciones entrelazadas creaban una atmósfera reconfortante, una que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Miré a mi alrededor y sentí un extraño nudo en el pecho. Estaba en una cena familiar, pero no era Jia, la cantante famosa y agotada. Era Sora, la hija, la hermana, la mujer que había sido antes de que todo se desmoronara. Mis padres estaban allí, sonriendo, con esas arrugas de preocupación que siempre intentaban ocultar bajo una sonrisa de orgullo. Mi hermana menor, Ji-Eun, jugaba con los cubiertos, distraída pero atenta, como siempre. Todo era tan normal, tan dolorosamente familiar, que por un momento olvidé que era solo un sueño.

La conversación fluía con naturalidad, pequeñas charlas sobre el día a día, anécdotas de la semana y bromas ligeras que parecían llenar el espacio con una calidez que casi había olvidado. Me sentía cómoda, segura, pero también inquieta, como si una parte de mí supiera que esto no era real, que estaba atrapada en una memoria que ya no me pertenecía.

Mi madre, siempre atenta a cada detalle, sirvió más comida en mi plato y me miró con esos ojos que lo sabían todo. —Sora, te ves más feliz de lo habitual —dijo, su voz suave y curiosa—. ¿Hay algo que quieras contarnos?

Sentí una extraña mezcla de emociones al escucharla. Me quedé mirando el anillo en mi dedo, ese pequeño brillante que me había parecido tan significativo en su momento, y supe que este era el momento que mi subconsciente había decidido revivir. Con una sonrisa nerviosa, me armé de valor y miré a todos los que estaban en la mesa.

—Sí, hay algo que quiero decirles. —Mi voz sonaba extraña, como si no fuera mía, pero la emoción detrás de las palabras era inconfundible—. Me acabo de comprometer. Minho y yo... vamos a casarnos.

La noticia salió de mis labios con una mezcla de orgullo y alegría, esas emociones que sentí tan intensamente en su momento y que ahora parecían tan lejanas, casi irreales. Mi madre exclamó de felicidad, y mi padre, siempre más reservado, asintió con una sonrisa que intentaba ser estoica pero que no podía ocultar la alegría.

—¡Sora! —Ji-Eun gritó, levantándose para abrazarme—. Sabía que Minho te lo pediría tarde o temprano. ¡Felicidades! No puedo esperar para ser la dama de honor.

Me reí suavemente mientras la abrazaba, sintiendo cómo la calidez del momento me envolvía. Pero algo no estaba bien. Mientras los felicitaciones y las risas llenaban la habitación, sentía un peso en el pecho, una presión que no podía ignorar. Estaba reviviendo uno de los momentos más felices de mi vida, pero ahora, sabiendo lo que vendría después, todo se sentía teñido de tristeza y desilusión.

Las voces de mi familia seguían resonando, pero sus palabras comenzaron a desvanecerse, como si alguien hubiera bajado el volumen de un televisor en el fondo. Mi mirada se quedó fija en el anillo, en ese pequeño símbolo de promesas que nunca se cumplirían, y el dolor de lo que había perdido comenzó a inundarme. Era como si, incluso en este sueño, no pudiera escapar de la realidad de mi traición, de la verdad sobre Minho y mi mejor amiga.

Intenté seguir sonriendo, intenté aferrarme a esa felicidad fugaz, pero la sensación de que todo esto era una mentira me estaba desgarrando. Quería gritar, decirles que todo iba a salir mal, que Minho no era quien yo creía, que la vida que habíamos imaginado juntas no era más que una ilusión. Pero no podía. Estaba atrapada, obligada a revivir este recuerdo una y otra vez.

Mi madre tomó mi mano y apretó suavemente, sus ojos llenos de amor y esperanza. —Estoy tan feliz por ti, Sora. Te lo mereces más que nadie. Minho es un buen hombre. Sé que tendrán una vida maravillosa juntos.

Las palabras eran como un golpe en el estómago. Cerré los ojos, deseando poder escapar, pero el sueño seguía reproduciéndose, mostrándome un futuro que nunca fue, una familia feliz que no podía salvarme de lo que vendría.

Desperté de golpe, sentada en la cama, respirando con dificultad mientras las lágrimas rodaban por mi rostro. Me tomé un momento para darme cuenta de dónde estaba realmente: en mi habitación, como Jia, pero con el peso de Sora aún aplastándome el pecho.

El sueño no era solo un recuerdo; era una confrontación con todo lo que había perdido y todo lo que había sido. Me recordaba que, sin importar cuánto intentara seguir adelante, una parte de mí seguía siendo Sora, la mujer que había amado y perdido, traicionada y rota.

Me abracé a mí misma, tratando de calmar la tormenta interna que el sueño había desatado. Sentía que mi identidad se desmoronaba, que estaba perdiendo el control sobre quién era y quién quería ser. No sabía cómo reconciliar a Jia y a Sora, no sabía si alguna vez podría hacerlo.

Todo lo que sabía era que tenía que seguir adelante, aunque cada paso se sintiera como caminar sobre las ruinas de una vida que no podía dejar atrás.

El reloj marcaba las tres de la madrugada, pero no podía dormir. Mi mente seguía atrapada en los recuerdos que el sueño había traído a la superficie, cada fragmento resonando en mi cabeza como un eco que no lograba silenciar. Estaba cansada, pero no era solo agotamiento físico; era esa fatiga emocional que viene cuando llevas demasiado tiempo intentando ser fuerte, intentando ser alguien que no sabes si realmente eres.

Me senté en la cama y miré mi teléfono, dudando por un momento antes de abrir la lista de contactos. Había solo una persona a la que quería llamar en ese instante, alguien que sabía que podría entender lo que estaba sintiendo sin necesidad de palabras complicadas. Marqué su número y esperé, cada tono de llamada haciendo que mi corazón latiera más rápido.

—Jia, ¿qué pasa? —La voz de Yeon-Jun sonó al otro lado, un poco somnolienta pero cargada de preocupación.

—Lo siento por llamarte tan tarde —dije, tratando de mantener mi voz firme—. Solo... no podía dormir y necesitaba hablar con alguien.

Hubo una pausa breve antes de que él hablara de nuevo, su tono suave y reconfortante. —No te preocupes. Siempre puedes llamarme, sin importar la hora. ¿Quieres que nos veamos? Podríamos... no sé, ir a algún lugar.

Su propuesta me tomó por sorpresa, pero era justo lo que necesitaba. No quería seguir sintiéndome atrapada entre las paredes de mi habitación, reviviendo recuerdos que me hacían daño. Necesitaba salir, respirar, olvidar por un rato la carga de ser Jia.

—Sí, me gustaría eso. —Respondí sin dudarlo, sintiendo una chispa de alivio al saber que no tendría que enfrentar esta noche sola.

Nos encontramos en la entrada de mi edificio, ambos con gorras y mascarillas para pasar desapercibidos. Las calles estaban vacías, la ciudad durmiendo mientras nosotros escapábamos a la única hora en la que nadie parecía estar mirando. Caminamos en silencio, nuestras sombras largas bajo las luces de la calle, dirigiéndonos sin un destino fijo pero con la urgencia de encontrar un refugio en nuestra propia compañía.

Finalmente, llegamos al Río Han, uno de esos lugares donde siempre había encontrado paz. El agua reflejaba las luces de la ciudad, creando un paisaje tranquilo y casi mágico. Pasamos por una tienda de conveniencia que aún estaba abierta, una de esas que nunca cerraban, y compramos ramen y un par de bebidas. No era una comida de lujo, pero en ese momento, se sentía como el manjar más reconfortante.

Nos sentamos en una banca cerca del río, el aire fresco de la madrugada envolviéndonos mientras preparábamos el ramen. El silencio entre nosotros no era incómodo; era más bien un respiro, un momento en el que no necesitábamos ser más que dos personas que habían decidido huir del peso de sus vidas, aunque fuera solo por unas horas.

Yeon-Jun tomó un sorbo de su bebida y miró al río, sus pensamientos parecían tan lejos como los míos. —Siempre me ha gustado venir aquí —dijo de repente, rompiendo el silencio con una sonrisa melancólica—. Es uno de los pocos lugares donde me siento... yo. Sin la presión, solo un tipo más que quiere ver el río en paz.

Asentí, entendiendo perfectamente lo que decía. —Es difícil encontrar lugares así. A veces siento que todo lo que hacemos está bajo una lupa, que no hay lugar para simplemente... ser.

Nos quedamos en silencio unos segundos más, escuchando el sonido del ramen hirviendo. Tomé mis palillos y comencé a comer, disfrutando del simple placer de una comida caliente en medio de la noche. Era un pequeño escape, pero se sentía como un respiro necesario en medio de la tormenta.

—¿Alguna vez te imaginas haciendo algo diferente? —preguntó Yeon-Jun, mirándome con curiosidad—. Como si no fueras un idol, si no tuvieras que vivir esta vida.

Me quedé pensativa, dejando que su pregunta se asentara en mi mente. —Sí, todo el tiempo. A veces sueño con abrir una pequeña librería en un pueblo tranquilo. Me imagino pasando los días recomendando libros a la gente, bebiendo café, y sin tener que preocuparme por nada más que cuál historia leer después.

Yeon-Jun se rió suavemente, una risa que sonaba como si viniera de un lugar profundo y sincero. —Eso suena perfecto. Yo... siempre he querido viajar en una motocicleta por todo el país, sin un destino fijo, solo yendo a donde me lleven las carreteras. Ser libre de verdad, aunque sea solo por un tiempo.

Sus palabras me hicieron sonreír. Era fácil olvidar que detrás de nuestras imágenes públicas, éramos solo dos personas con sueños simples, deseando una libertad que a menudo parecía fuera de alcance. Hablar de estas cosas, de lo que realmente nos hacía felices, era como recordar una parte de nosotros mismos que el mundo rara vez veía.

Seguimos hablando durante horas, compartiendo ideas tontas, confesiones secretas y risas que se sentían demasiado altas en medio del silencio de la madrugada. No éramos Jia y Yeon-Jun, las estrellas que todos conocían. Éramos solo dos amigos comiendo ramen junto al río, encontrando consuelo en los pequeños placeres y en la compañía del otro.

Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, supe que pronto tendríamos que regresar a nuestras vidas, a los papeles que se esperaban de nosotros. Pero por ahora, este momento era nuestro, y eso era suficiente.

Yeon-Jun me miró y sonrió, una de esas sonrisas que parecía iluminar incluso los rincones más oscuros de mi mente. —Gracias por venir. A veces, olvidamos que todavía podemos vivir como personas normales. Me alegra saber que aún podemos encontrar algo de paz, incluso en una noche como esta.

Asentí, sintiendo un calor reconfortante en mi pecho. —Gracias a ti. No sé qué haría sin estos momentos, sin alguien que entienda.

Nos quedamos allí un rato más, mirando cómo el día comenzaba a despuntar, disfrutando de los últimos instantes de nuestra pequeña escapada. Sabíamos que la realidad nos esperaría al otro lado del amanecer, pero por unas horas, habíamos encontrado un rincón de libertad que nos pertenecía solo a nosotros.

Y en ese instante, eso era todo lo que necesitábamos.

El sol comenzaba a despuntar en el horizonte cuando Yeon-Jun y yo nos pusimos en pie, todavía envueltos en la tranquilidad de la madrugada. El aire estaba fresco y el cielo teñido de los primeros tonos del amanecer, un recordatorio de que nuestra pequeña escapada llegaba a su fin. Caminamos juntos en silencio, con pasos lentos, sin querer que este momento se terminara, pero sabiendo que era inevitable.

Nos separamos cerca de mi edificio, intercambiando una última mirada antes de irnos cada uno por nuestro lado. No necesitábamos decir mucho más; ambos sabíamos que esa noche nos había dado algo que necesitábamos desesperadamente: un respiro, un instante para recordar que éramos más que nuestras imágenes públicas.

Subí a mi apartamento con la mente aún llena de nuestras conversaciones y los pequeños momentos de risa que habíamos compartido. Me sentía un poco más ligera, pero también había algo más, una inquietud que se negaba a desaparecer. Las palabras de Yeon-Jun seguían resonando en mi cabeza: *"Me alegra saber que aún podemos encontrar algo de paz."*

Cerré la puerta detrás de mí y me dejé caer en el sofá, sintiendo que el peso del mundo regresaba lentamente. Había pasado toda la noche tratando de olvidar mi realidad, pero ahora, en la quietud de mi apartamento, todo volvía a mí con más fuerza que nunca. Era Jia, la ídolo, la cantante, la imagen perfecta que todos esperaban. Pero también era Sora, la mujer rota que aún luchaba por encontrar su lugar en esta vida prestada.

Me levanté y caminé hacia el espejo, observando mi reflejo. Miré los ojos de Jia, pero debajo de ellos, veía los fantasmas de Sora. Me di cuenta de que no podía seguir viviendo así, atrapada entre dos identidades, dos vidas que se contradecían y se superponían. No podía seguir siendo una mitad de algo que nunca se completaba.

De repente, supe lo que tenía que hacer. Era una decisión que había estado evitando, temerosa de lo que significaría, pero después de todo lo que había pasado—los recuerdos, los miedos, las conversaciones con Yeon-Jun—supe que no podía seguir escapando de mí misma. Necesitaba tomar el control, incluso si eso significaba quemar los puentes que aún me ataban a mi pasado.

Tomé mi teléfono y comencé a escribir un mensaje a Jinwoo, mi mánager. Mis dedos temblaban mientras redactaba cada palabra, sintiendo que con cada letra me acercaba más a ese punto de no retorno.

Jia: Jinwoo, necesito tomarme un tiempo. No puedo seguir así. Necesito encontrar quién soy realmente, y no puedo hacerlo mientras sigo manteniendo esta fachada. Quiero parar por un tiempo, dejar los escenarios y todo lo que conlleva ser Jia. Espero que puedas entenderlo.

Presioné enviar antes de que pudiera arrepentirme. Sabía que esto significaba mucho más que un simple descanso. Era una ruptura con todo lo que había construido, con todo lo que se esperaba de mí. Era elegirme a mí misma, por primera vez, aunque eso significara decepcionar a quienes contaban conmigo.

Me sentí aliviada, pero también aterrorizada. No sabía qué vendría después, pero sabía que no podía seguir pretendiendo ser algo que no era. No quería seguir viviendo atrapada entre dos mundos. Quería descubrir quién era yo, más allá de Jia, más allá de Sora.

Miré por la ventana, viendo cómo los primeros rayos de sol iluminaban la ciudad. Sabía que este era solo el comienzo de un camino incierto, uno que no tenía garantías de éxito o felicidad, pero al menos era un camino mío, uno que estaba eligiendo con plena conciencia.

Sentí el teléfono vibrar con la respuesta de Jinwoo, pero no lo leí de inmediato. Me quedé allí, en silencio, abrazando la decisión que acababa de tomar. Había llegado a un punto de no retorno, y aunque el miedo seguía ahí, también había un destello de esperanza.

Porque a veces, para encontrarse a uno mismo, hay que estar dispuesto a perderlo todo.

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Murniyati Mommy
Me tienes en vilo, ¡por favor, publica el próximo capítulo YA! 😩👀
Professor Ochanomizu
Te encanta hacernos sufrir 😭😭😭 necesito leer ya!
000 1
No dejo de pensar en tu novela y vuelvo a cada rato 😍😍
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