Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 8.1
Emma:
Me duele la garganta, siento que arde. Mi cuerpo está de la misma forma y cada respiración hace que sea dolorosa. ¿Como llegue a esta instancia? Sé que mi noche con mi profesor me dejo algo adolorida, pero de ahí a que me cueste respirar. Bueno, sí, me deja sin aire, pero esta vez es diferente. Me duelen las costillas, ese tipo de dolor no lo sentí anoche cuando... de solo recordarlo quiero volver a repetirlo.
Trato de abrir mis ojos, pero al hacerlo la luz blanquecina me ciega y debo volver a cerrarlos. Trato de mover mis manos, pero es como si algo las tuviera atrapadas y no puedo hacerlo, lo mismo ocurre con mis piernas.
¿Sera algún nuevo tipo de juego que quiere probar mi profesor? No recuerdo haber hablado de este tipo de cosas, no es que no esté dispuesta a experimentar con él, pero me encantaría que por lo menos lo hablemos antes.
Nuevamente trato de abrir mis ojos y esta vez no duele como antes. La pared que aparece ante mí no la reconozco. Me siento perdida, ¿Estoy en un hotel? No recuerdo que hayamos quedado en eso cuando tenemos la casa sola completa para nosotros.
Miro a los lados y definitivamente no estamos en un hotel, no. Claramente esto parece un hospital. ¿Tan duro me dio que termine acá? Sabía que podía ser una posibilidad, después de toda nuestra primera vez juntos fue brutal. Y sexi. Y caliente. Y.… de pronto los recuerdos llegan a mi mente.
Primero mi día en clases, luego el almuerzo y por último yo caminando y luego el golpe. Ahí es cuando me asusto y nuevamente trato de moverme, algo me mantiene quieta y siento una presión en mi brazo que me hace ver al otro lado de la habitación encontrándome con la cara de una persono que no he visto en mi vida.
Mueve sus labios, pero no entiendo nada de lo que dice, mi visión esta borrosa en este momento producto de las lágrimas. Siento que mi respiración se altera con cada segundo y es peor porque no puedo moverme. Miro el techo y cierro los ojos para respirar y tratar de calmarme.
No creo que me hayan secuestrado. Razono... el golpe fue duro, supongo que eso me trajo aquí y nuevamente abro mis ojos mirando a mi lado, la chica que me mira me sonríe. Lástima que mis manos están inmovilizadas.
—Soy sorda —es lo primero que digo. Mi garganta duele, es como si una lija estuviera en su lugar y apuesto a que mi voz suena rasposa.
Su rostro dibuja una perfecta O y luego hace una seña con sus manos, como si me pidiera que espere. Me encantaría decirle que no puedo moverme, que no me iré a ningún lado, pero sale de la habitación antes de oír mi queja. Suspiro y miro el techo de nuevo.
Respiro para contener las lágrimas, me siento sola, completamente sola y desorientada. Si pase por algún accidente, ¿Cuánto tiempo llevo acá? ¿Mi familia está al tanto de ello? ¿Michael?
Siento la desesperación surcar mi cuerpo, pero nuevamente el aire me recuerda el dolor en mis costillas y la falta de movimiento no es que me ayude mucho. Levanto mi cabeza todo lo que me lo impide y veo mi pierna con una escayola. Mis cejas se juntan confundidas, pero enseguida entiendo que debe ser alguna quebradura. Poso mi cabeza nuevamente en la almohada y contengo un sollozo, que alguien venga ¡Por favor!
Nuevamente siento que tocan mi brazo y cuando volteo mi cara, es la misma enfermera que viene acompañada con una comitiva. Al parecer parezco ser alguien famoso, solo faltan las cámaras. Que chiste malo.
Un hombre mayor con una bata blanca que me indica que se trata del médico, comienza a hablar y otra mujer de la comitiva me traduce con señas.
Todo lo que me dice es que llevo tres días ingresada, que un camión me atropelló y me dejó con una quebradura en las costillas que casi hace colapsar un pulmón y una de mis piernas tiene una fractura. Mi cabeza sufrió con el golpe, pero todo se encuentra bien. Me harán unas pruebas para corroborar el diagnóstico.
—¿Mi familia? —pregunto.
—Su padre estuvo durante la operación, pero su novio fue quien aviso —esta vez es la enfermera la que habla y la otra mujer traduce.
—¿Novio? —pregunto confundida, seguro algo no está bien.
—Si, un joven alto y formido, ojos verdes... —mi profesor.
—Michael —murmuro y dibujo una sonrisa.
—Viene todas las tardes y se queda hasta entrada la noche para volver al otro día, supongo que no debe faltar mucho para que venga —vuelve a traducir la mujer al lado de la enfermera y el médico.
Luego veo como el doctor comprueba los aparatos que me rodean, mientras la enfermera anota todo y la otra mujer se dedica a mirarme. Un momento después todos salen y me dejan sola, más sola que una cacatúa.
Cerca, de lo que parece el medio día, una chica ingresa a mi habitación con un carrito. Sobre el puedo ver que lleva comida. Coloca todo sobre una mesa que redirige en mi dirección y me pregunto cómo diablos puedo llegar a comer algo si no puedo mover un ápice de mi cuerpo.
Como respuesta la chica se sienta en una de las sillas vacías y toma una cuchara para ocuparse de eso. Quiero llorar. No sabía que tenía hambre, hasta que la papilla asquerosa pasa por mi boca. La chica se ríe al ver que como con fruición. El raspado de mi garganta cede con cada bocado y cuando por fin puedo tomar algo de líquido, siento que quiero chillar de felicidad.
—Gracias —digo al finalizar, sintiendo que toda la irritación que estaba surcando mi cuerpo comienza a ceder.
Al parecer lo de que panza llena, corazón contento, es cierto.
—De nada —leo en sus labios y veo como acomoda todo para volver a dejarme sola con mis pensamientos.
Un rato más tarde vuelve la misma enfermera y comprueba todo, coloca algo en la intravenosa que hace arder por un momento mi brazo. Me gustaría poder darme un baño, sé que me debo ver desastrosa.
—Quisiera poder bañarme —murmuro.
—Por el momento no puedes salir de la cama, pero veré que puedo hacer al respecto —dice lentamente para que pueda comprender sus palabras.
Asiento agradecida y nuevamente se va.
Sola con mis pensamientos miro el techo y cuento las grietas que visualizo hasta que al parecer me quedo dormida. Me despierta un cálido roce en mi brazo y cuando abro los ojos somnolientos veo que se trata de mi querida amiga.
—¡Zoe! —chillo feliz, odiando no poder moverme.
—¡Emma! —noto la emoción en su rostro y me abraza como puede, me da unos besos en las mejillas y se acomoda en la silla que anteriormente la enfermera me había dado de comer.
Enseguida nos ponemos al día. Me cuento lo ocurrido con su familia, acaba de fallecer su abuela materna, cosa que hace largar un par de lágrimas, era una persona especial. Todavía recuerdo siendo unas niñas y ella siempre nos deja hornear galletas con ella. Terminábamos haciendo un desastre en su cocina, pero nunca le molesto eso. Realmente voy a extrañar a esa cálida mujer.
—Voy a extrañarla mucho —señala y limpia sus lágrimas para estudiarme con su mirada y gestos repuestos— ¿Tienes algo que confesar? —pregunta de pronto y sé exactamente a que se refiere, Michael.
—Pues... —somos interrumpidas cuando la puerta de la habitación se abre y el dueño de mis pensamientos se asoma por ella.
Miro a mi amiga, que justamente tiene la mirada vuelta hacia el intruso que osa interrumpir mi confesión.
No sé si tomarlo como algo bueno o no. No es que no quiera confesarle a mi amiga todo lo que viví junto a ese hombre, pero ciertamente quiero protegerlo. Se que ella no sería capaz de pinchar nuestra felicidad, pero mientras menos personas sepan lo que ocurre entre nosotros mejor.
Su mirada vuelve a mí y leo en sus labios “me contaras luego”. Suspiro y luego dirijo la mirada a mi profesor.
—Hola —murmuro. El no deja de mirarme, sé que quiere decir mucho, pero se contiene.
Mi amiga se levanta de la silla que ocupa, saluda con la mano al recién llegado y luego me mira con una sonrisa pícara en su cara. Besa mi mejilla despidiéndose y me deja sola con él hombre que altera mis hormonas.
Estando ya solos, él se acerca a mí y se agacha para rosar sus labios con los míos. Antes de apartarse huele el hueco de mi cuello y se levanta mirando mis ojos.
—¿Te arrepientes? —pregunta.
—Jamás —murmuro, sabiendo perfectamente a que se refiere.