Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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El nuevo mundo, la gran ruta
El amanecer bañaba el horizonte con tonos dorados y rojizos mientras el barco avanzaba hacia el límite que separaba el territorio seguro del Consejo de los Siete Mares de la temida Gran Ruta. Las aguas se tornaban más turbulentas a medida que se acercaban, y una neblina espesa comenzaba a rodearlos, ocultando todo a su alrededor. El viento soplaba con fuerza, haciendo crujir las velas del barco, y la tensión era palpable entre los tres pasajeros.
Doria, de pie en la proa, mantenía una expresión serena, aunque sus ojos brillaban con emoción. Había pasado toda la noche revisando mapas y documentos, asegurándose de que sabían lo que enfrentaban. Detrás de ella, Daniel y Josh permanecían en silencio, observando cómo las aguas cambiaban de color, tornándose de un azul profundo a un negro inquietante.
—Ahí está —dijo Doria, señalando al frente.
A lo lejos, entre la neblina, se vislumbraba una imponente estructura: una base flotante del Consejo de los Siete Mares. Era una enorme fortaleza de madera y metal, con torres que se alzaban hacia el cielo y cañones apuntando en todas direcciones. La base estaba rodeada de pequeñas embarcaciones que patrullaban constantemente, y el sonido de tambores resonaba en el aire.
—Es el límite —continuó Doria, girándose hacia ellos—. Una vez que lo crucemos, ya no habrá vuelta atrás.
Daniel tragó saliva, sintiendo que el peso de la situación lo aplastaba.
—¿Qué quieres decir con eso?
Doria cruzó los brazos, su expresión volviéndose seria.
—El Consejo mantiene un registro de todos los que cruzan a la Gran Ruta. Es una forma de controlar quién entra y quién sale. Pero una vez que crucemos, se nos considerará desertores o enemigos. Nos pondrán recompensas a nuestras cabezas, y todos los cazadores de la región vendrán por nosotros.
Josh levantó una ceja, visiblemente nervioso.
—¿Recompensas? ¿De cuánto estamos hablando?
Doria sonrió, como si la idea la emocionara.
—Steven ya tiene una recompensa de 10 millones de monedas de oro. Esa cantidad es porque trabajaba para el Consejo. Pero una vez que crucemos, será mucho más alta.
—¿Más alta? —repitió Daniel, sintiendo cómo el pánico comenzaba a apoderarse de él.
Doria asintió con entusiasmo.
—Oh, sí. Y yo también tendré una recompensa. ¡Siempre quise ver cuánto valgo!
Josh la miró como si estuviera loca.
—¿Estás diciendo que estás emocionada porque pondrán precio a tu cabeza?
—¡Claro que sí! —respondió Doria con una sonrisa traviesa—. Es un honor tener una recompensa. Significa que eres importante, que representas una amenaza.
Daniel se llevó una mano a la frente, sintiendo un dolor de cabeza inminente.
—Esto no puede estar pasando…
Mientras el barco se acercaba a la base, los guardias comenzaron a agitar banderas, señalándoles que se detuvieran. Doria tomó el timón, guiando la embarcación hacia un pequeño muelle en la parte trasera de la fortaleza.
—Dejen que yo hable —les dijo mientras el barco atracaba.
Dos soldados del Consejo se acercaron, sus uniformes azul oscuro destacando contra la madera gris del muelle.
—Identifíquense —ordenó uno de ellos, sosteniendo una lanza.
—Soy Doria Galwen, exploradora del Consejo —respondió ella con calma—. Estos son mis compañeros, Steven y Naou. Estamos en una misión autorizada.
El soldado frunció el ceño, revisando una lista en un pergamino.
—No hay ninguna misión registrada bajo su nombre.
Doria suspiró, cruzando los brazos.
—Claro que no. Es una misión secreta. ¿Crees que pondrían algo como esto en sus registros?
El soldado parecía dudar, pero finalmente asintió y les permitió pasar.
—Sigan adelante, pero recuerden: una vez que crucen, no habrá retorno.
—Lo sabemos —respondió Doria, guiando a Daniel y Josh de vuelta al barco.
El Cruce
Poco después, el barco se adentró en las aguas más allá de la base. La neblina se volvió tan densa que apenas podían ver a un par de metros delante de ellos. La atmósfera era opresiva, y el silencio solo era interrumpido por el sonido del agua golpeando el casco.
Doria permanecía en el timón, completamente concentrada. Daniel y Josh, por su parte, estaban en la cubierta, intentando mantenerse calmados.
—Esto es una locura —murmuró Josh, mirando nerviosamente a su alrededor—. ¿Cómo vamos a sobrevivir aquí?
Daniel no respondió. Estaba demasiado ocupado intentando procesar lo que había dicho Doria sobre las recompensas. Si Steven ya tenía una recompensa de 10 millones, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que todos los cazadores de la región comenzaran a perseguirlos?
—Daniel —dijo Doria de repente, llamando su atención—. Necesito que entiendas algo.
Él se acercó al timón, cruzando los brazos.
—¿Qué pasa ahora?
—Tú eres Steven para el mundo exterior —dijo ella, mirándolo directamente a los ojos—. Y Steven es conocido como uno de los hombres más peligrosos de Nova. Si no puedes actuar como él, no solo pondrás en peligro tu vida, sino también la nuestra.
Daniel sintió un nudo en el estómago.
—¿Y qué se supone que haga? No sé cómo usar el aura de Steven. Apenas sé manejar una espada.
—Entonces aprende rápido —respondió Doria sin rodeos—. Porque una vez que crucemos el límite, ya no habrá lugar para los débiles.
Josh, que había estado escuchando, se acercó.
—¿Y qué pasa conmigo? ¿Naou también tiene una recompensa?
Doria asintió.
—Por supuesto. Naou es igual de conocido. Ambos son leyendas en este mundo.
Josh dejó escapar un suspiro de frustración.
—Genial. Simplemente genial.
La Nueva Realidad
Cuando finalmente cruzaron el límite, un extraño cambio se sintió en el aire. La neblina comenzó a disiparse, revelando un océano inmenso que parecía no tener fin. Las aguas eran de un negro profundo, y el cielo estaba cubierto de nubes grises que bloqueaban el sol.
Doria giró el timón, guiando el barco hacia lo que parecía ser un camino invisible entre las olas.
—Bienvenidos a la Gran Ruta —dijo con una sonrisa.
Daniel y Josh se miraron, ambos sintiendo una mezcla de miedo y emoción. Sabían que el verdadero desafío apenas estaba comenzando.
—¿Y ahora qué? —preguntó Daniel finalmente.
Doria se giró hacia ellos, su expresión volviéndose seria.
—Ahora intentamos sobrevivir. Aquí no solo tendrán que preocuparse por los cazadores, sino también por las criaturas y los peligros naturales. Pero recuerden esto: no estamos solos. Hay muchos que buscan lo mismo que nosotros. Y algunos no dudarán en matarnos para conseguirlo.
Daniel asintió lentamente, apretando los puños.
—Entonces no les daremos esa oportunidad.
Doria sonrió, asintiendo con aprobación.
—Eso es lo que quería escuchar. Ahora, prepárense. Esto apenas comienza.