Mi nombre es Isabel del Castillo y, a la edad de dieciocho años, mi vida experimentó un cambio radical. Me vi obligada a contraer matrimonio con Alejandro Williams , un hombre enigmático y de gran poder, lo que me llevó a quedar atrapada en una relación desprovista de amor, llena de secretos y sombras. Alejandro, quien quedó paralítico debido a un accidente automovilístico, es reconocido por su frialdad y su aguda inteligencia. Sin embargo, tras esa fachada aparentemente impenetrable, descubrí a un hombre que lucha con sus propios demonios.
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El trato
༺ Narra : Isabel ༻
Llegamos a la entrada de la oficina de Alejandro. Oliver, con un toque suave, llamó a la puerta. Después de escuchar una voz proveniente del interior, abrió la puerta con delicadeza.
—Señor Alejandro, la señorita Isabel ha llegado—anunció Oliver, mientras me hacía un gesto con la mano para invitarme a entrar.
Alejandro se encontraba sentado tras su majestuoso escritorio, sumido en la revisión de unos documentos. Tenía la vista baja, completamente absorto en lo que sostenía entre sus manos.
Me acerqué hasta situarme frente a su escritorio, pero él continuaba sin dirigirme la mirada. ¿Cómo podía esta persona, tan distante, obsequiarme un collar tan valioso y, al mismo tiempo, no prestarme atención?
— ¿Qué te trae a mi empresa? —preguntó finalmente.
—He venido a devolverte esto —le dije mientras colocaba la caja cuidadosamente sobre su escritorio. Alejandro la observó con atención y luego levantó la vista hacia mí, mostrando una clara confusión en su expresión.
—¿No te gustó? ¿Tal vez te queda muy pequeño? —inquirió, arqueando una ceja con curiosidad.
—No, no es eso... Es realmente precioso y su tamaño es justo el adecuado. Sin embargo, no puedo aceptarlo —respondí, esforzándome por mantener un tono de voz firme y decidido.
Alejandro se reclinó en su silla, cruzando los brazos sobre el pecho con una actitud desafiante.
—No puedo aceptar que lo devuelvas. Además, he gastado una fortuna en ese collar. Considéralo un regalo de compromiso —afirmó, su tono rebosante de arrogancia y confianza.
Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro, aunque en mi interior, el corazón me latía con intensidad.
—¿Un regalo de compromiso? Mi padre ya me ha mencionado este tema, pero la verdad es que aún no he tomado una decisión —respondí, fijando la mirada en él para analizar su reacción.
—Deberías considerar esa opción —contestó, manteniendo su postura con firmeza y sin dejar de mostrar su tranquilidad.
Inhalé profundamente antes de contestar.
—Mira, simplemente he venido a devolverte esto, ¿de acuerdo? A partir de ahora, te agradecería que no me enviaras más cosas como esta —expresé, girándome para marcharme.
—Sabes que la empresa de tu padre está teniendo serios problemas, ¿verdad? —interrumpió Alejandro, su voz sonando cortante y firme, lo que me hizo detenerme de inmediato.
Me di la vuelta lentamente, mirándolo con una mezcla de incredulidad y sorpresa.
—¿Qué estás diciendo? La empresa de papá está en excelente estado —respondí, intentando mantener la seguridad en mi tono, a pesar de la creciente inquietud que comenzaba a formarse en mi interior.
—¿Eso fue lo que él te dijo y tú le creíste? —preguntó Alejandro, moviendo su silla hacia mí.
—Por favor, explícate —respondí, cruzando los brazos y mirándolo fijamente.
—La empresa de tu padre se encuentra al borde de la quiebra. Ha estado ocultando las pérdidas durante varios meses. Si no toma medidas pronto, perderá todo —manifestó él.
No puede ser cierto, papá no me mentiría acerca de algo tan serio. Estoy segura de que me lo diría, ¿no es así?
—Casarte conmigo podría solucionar muchos de esos problemas. Mi empresa tiene la capacidad de asumir las deudas y estabilizar la situación. Sería un acuerdo que beneficiaría a ambos —dijo él, acercándose un poco más a ella.
—No puedo creer que estés sugiriendo esto —manifesté. Entonces , por esto se organizó el matrimonio de mi hermana con él?
—Es la realidad. Y cuanto antes lo aceptes, mejor será para todos —respondió Alejandro, con una voz firme y autoritaria.
Lo observé por un instante, intentando asimilar todo lo que había expuesto. Finalmente, respiré profundamente y me enderecé.
Alejandro levantó la mano y me hizo un gesto invitándome a que tomara asiento. Sin dudarlo, seguí su indicación y me senté frente a él, observando cómo comenzaba a mover algunos documentos sobre su escritorio.
—Aquí tienes —comentó, mientras empujaba hacia mí una serie de papeles—. Estos son los datos referentes a la empresa de tu padre, así como un resumen de la gestión que se ha llevado a cabo en los últimos meses.
Recogí los documentos y comencé a revisarlos. A medida que progresaba en la lectura, sentí una profunda preocupación. Las cifras eran contundentes: la empresa de mi padre enfrentaba serios problemas financieros. Alejandro tenía razón.
—Como puedes observar, las pérdidas han sido considerables —explicó Alejandro, señalando una columna de números en rojo—. Tu padre ha estado ocultando esta información, pero la situación es verdaderamente crítica.
—No puedo creerlo… —murmuré.
—Es la verdad, Isabel. Y precisamente por eso es que te propongo este acuerdo —prosiguió Alejandro, mientras sacaba un nuevo documento de su escritorio, un gesto que denotaba seriedad—. Este es un contrato de matrimonio.
Lo observé con incredulidad mientras él me acercaba el papel con una mano firme.
—¿Un contrato de matrimonio? —pregunté, sintiendo la sorpresa recorrer mi cuerpo mientras sostenía el documento entre mis dedos, intentando asimilar lo que significaba.
—Así es. Aquí tienes las condiciones —dijo mientras señalaba el contrato que tenía sobre la mesa—. Nuestra unión matrimonial será por un período máximo de dos años. Durante este tiempo, mi empresa se encargará de sanear las deudas que tiene la empresa de tu padre y trabajaremos juntos para estabilizar su situación financiera. Una vez transcurridos esos dos años, ambos tendremos la libertad de decidir si queremos proceder con el divorcio. En caso de que optemos por esa opción, quiero que sepas que recibirás una parte considerable de mis bienes. No tengo intención de dejarte desprovista de nada.
—¿Y qué es lo que esperas obtener a cambio de esto? —pregunté.
—Necesito tu apoyo en un asunto; ambos saldremos beneficiados en este acuerdo —respondió Alejandro, con una mirada decidida—. Además, tu participación reforzaría nuestra imagen pública.
—Esa era la razón por la que tenía la intención de casarme con Giselle. Sin embargo, debido a los acontecimientos recientes, ya conoces la situación —aseguró, sin proporcionar más detalles—. No creo que sea una decisión en la que debas pensar. ¿No deseas ayudar a tu padre, especialmente a la empresa que ha construido con tanto esfuerzo?
— Pues... sí —admití, mientras examinaba detenidamente el contrato.
— Si no aceptas, es probable que la empresa de tu padre se declare en quiebra en los próximos meses, y perderás todo lo que conoces —respondió sin rodeos.
Tomé una respiración profunda, intentando asimilar toda la información. Finalmente, fijé la mirada en Alejandro.
— Está bien. Acepto tus condiciones, pero me gustaría añadir algunas de las mías —dije con firmeza.
— Por supuesto, estoy abierto a la negociación —respondió Alejandro, esbozando una leve sonrisa.
Revisé el contrato con atención, preparada para analizar cada aspecto y garantizar que mis intereses estuvieran debidamente resguardados. La decisión no fue sencilla, pero estaba convencida de que era la mejor opción para salvaguardar la empresa de mi padre y asegurar nuestro futuro.