Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 17
Dos días después, Isabella, Leonardo y Delacroix se encontraban en la imponente oficina de Clara Montserrat, preparados para presentar el proyecto en el que habían trabajado arduamente. La atmósfera en la sala era tensa, dominada por la presencia de Clara, quien escuchaba y observaba con una mirada crítica cada detalle de la presentación.
Isabella y Leonardo habían dedicado horas al diseño de interiores del apartamento, creando un espacio que combinaba lujo con funcionalidad, moderno pero con un toque de elegancia clásica. La propuesta incluía una paleta de colores sobrios con acentos en dorado y mármol, muebles de líneas limpias pero cómodos, y un uso estratégico de la iluminación para resaltar los elementos arquitectónicos del espacio. Cada habitación tenía su propio carácter, desde la sofisticada sala de estar con vistas panorámicas hasta el dormitorio principal, que era un santuario de tranquilidad con texturas suaves y detalles en madera oscura.
Isabella se encontraba al frente, explicando las decisiones de diseño con seguridad, mientras Leonardo intervenía para detallar los aspectos técnicos y la integración de tecnología avanzada en el espacio. Delacroix, a su lado, permanecía en silencio, observando cómo se desenvolvían sus colegas.
Clara, sentada detrás de su gran escritorio de vidrio, los escuchaba con atención, aunque sus ojos no dejaban de moverse con un escrutinio agudo por cada uno de los planos y gráficos que presentaban. De vez en cuando, lanzaba un comentario, a menudo con un tono de desafío.
—El uso de mármol en la cocina es un clásico —comentó Clara, mirando a Isabella—, pero ¿han considerado el mantenimiento que esto conlleva? ¿O cómo afecta al presupuesto?
Isabella, que esperaba este tipo de observaciones, respondió con calma:
—Lo hemos tenido en cuenta, señora Montserrat. El mármol no solo aporta lujo, sino durabilidad. Además, hemos incluido un plan de mantenimiento en la propuesta para asegurar que se conserve en perfectas condiciones sin exceder el presupuesto.
Clara asintió, pero no con aprobación, sino como si hubiera esperado esa respuesta. Continuó lanzando preguntas, cada una de ellas un pequeño desafío. Isabella y Leonardo respondían con precisión, sin perder la compostura.
Finalmente, después de revisar todos los aspectos del proyecto, Clara se levantó de su asiento, una señal de que la reunión estaba llegando a su fin.
—Muy bien, niños —dijo Clara, con un tono que, aunque condescendiente, llevaba un tinte de reconocimiento—. Han demostrado que saben lo que hacen.
Isabella sintió una oleada de alivio mezclada con una renovada determinación. Habían superado esta prueba, pero sabía que esto solo era el comienzo.
—Así es —respondió Isabella con una sonrisa contenida.
Clara se acercó a los planos y los tocó con la yema de los dedos, como evaluando la calidad del papel. Luego los miró nuevamente.
—Obviamente, esto no se compara con Las Torres Émiris, pero al menos sé que estoy rodeada de gente profesional.
Isabella asintió, consciente de que había ganado un pequeño terreno, pero que la verdadera batalla aún estaba por librarse. Mientras tanto, en su mente, los engranajes de su plan de venganza seguían girando. Clara Montserrat podría haberla subestimado hoy, pero Isabella estaba decidida a demostrar que era mucho más de lo que aparentaba.
Después de un momento de silencio, Clara dio por concluida la reunión.
—Bien, pueden irse —dijo, y luego añadió, mirando a Delacroix—. Menos tú, Delacroix.
Isabella y Leonardo intercambiaron una mirada antes de recoger sus cosas. Al salir de la oficina, Leonardo le dio una palmada amistosa en la espalda a Isabella.
—Dame cinco —dijo, levantando la mano para chocar los cinco con Isabella.
Isabella, con una sonrisa aliviada, levantó la mano y le chocó la suya.
—Lo hicimos bien —dijo Leonardo, con una chispa de alegría en su mirada—. Tenemos que celebrarlo. Yo invito.
Isabella asintió, agradecida por el apoyo de Leonardo.
—Claro, suena perfecto. ¿Dónde?
—Esta noche en Bar Basso —respondió Leonardo con una sonrisa—. Es un lugar clásico aquí en Milán. Nos vemos ahí.
—Perfecto. Nos vemos esta noche —respondió Isabella, sintiéndose algo más ligera después de la intensa reunión.
Mientras tanto, en la oficina, Clara observaba a Delacroix con una mirada que había pasado de ser crítica a algo más oscuro y calculador.
—Me he enterado de algunas cosas, Noel —dijo Clara, su tono era tranquilo pero afilado como una hoja—. Acerca de ciertas denuncias que enfrentaste cuando dabas clases en la universidad.
Delacroix, que hasta ese momento había mantenido una postura confiada, se tensó visiblemente. Su rostro palideció ligeramente mientras se apresuraba a defenderse.
—Esas cosas no son ciertas, Clara. Son mentiras… malentendidos —dijo, intentando mantener la calma en su voz, pero el nerviosismo se notaba en sus gestos.
Clara sonrió ligeramente, un gesto que no contenía ninguna calidez.
—Claro, Noel, claro —respondió, con una condescendencia que hizo que Delacroix se sintiera aún más incómodo—. Pero mientras se resuelven esos “malentendidos”, lo mejor es que no hagas mucho ruido. Mantente al margen, ¿de acuerdo?
Delacroix asintió rápidamente, incapaz de mirarla directamente a los ojos.
—Sí, Clara. Por supuesto.
Clara, satisfecha con la respuesta, hizo un gesto hacia la puerta.
—Eso es todo. Puedes irte.
Delacroix salió de la oficina, su mente llena de ansiedad. Mientras caminaba por el pasillo, sus pensamientos eran un torbellino. Sabía que esas denuncias, aunque nunca se habían formalizado, eran una amenaza que podía destruir su carrera. No había hecho nada malo… bueno, nada que otros no hubieran hecho antes. Algunas estudiantes se le insinuaban, y él había cedido a la tentación, pero ¿no era eso normal en su posición? Apenas un par de veces, o tal vez un poco más. Pero ahora esas decisiones volvían para acosarlo, y tenía que encontrar una manera de resolverlo antes de que se convirtieran en un problema mayor.
Esa noche, Isabella llegó al Bar Basso, un establecimiento clásico de Milán conocido por su ambiente elegante y sus cócteles cuidadosamente preparados. Era un lugar frecuentado por locales y conocedores, con una decoración que combinaba lo retro y lo moderno en perfecta armonía. Las paredes estaban adornadas con fotografías en blanco y negro, y el bar de mármol era el centro de atención.
Leonardo ya estaba allí, sentado en una mesa cerca de la ventana, con una copa en la mano. Al verla, se levantó y le hizo un gesto para que se uniera a él.
—¡Isabella! Me alegra que hayas venido.
Isabella sonrió y se acercó a la mesa, dejándose llevar por la atmósfera relajada del lugar.
—No podía rechazar una invitación a celebrar —dijo mientras tomaba asiento.
Leonardo le pasó el menú de bebidas.
—Tienes que probar el Negroni Sbagliato. Es una especialidad de la casa.
Isabella tomó el menú y lo ojeó brevemente antes de asentir.
—Suena bien. Creo que me vendrá perfecto después de todo el día.
Mientras esperaban las bebidas, Isabella se permitió relajarse, disfrutando de la compañía de Leonardo y la satisfacción de haber superado una prueba más. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero cada pequeño triunfo la acercaba más a su objetivo.
Cuando las bebidas llegaron, Leonardo levantó su copa en un brindis.
—Por un trabajo bien hecho y por lo que viene.
Isabella levantó su copa, chocándola suavemente con la de Leonardo.
—Por lo que viene —repitió, sintiendo que, al menos por esa noche, podía disfrutar de una pequeña victoria.
Y mientras bebía su Negroni, Isabella supo que estaba cada vez más cerca de hacer justicia por todo lo que había perdido.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho