Margaret Vitaly, le hace una inesperada propuesta al archiduque Bastian Chevalier, pese a que este le lleva muchos años de diferencia. Margaret asegura desear a ese hombre y le pide casarse con ella. Todos saben que Margaret está enamorada del conde Agustín. ¿Por qué ahora quiere casarse con aquel hombre de corazón frío? La respuesta solo lo sabe ella y es que Margaret conoce su futuro, ella ha tenido una regresión después de sufrir una muerte miserable, así que ahora está dispuesta a cambiar ese futuro lamentable y para eso, necesita de aliado al único hombre que le tendió una mano antes de su muerte, ese era el hombre al que ahora Margaret le proponía matrimonio, el archiduque Chevalier.
¿Podrá Margaret cambiar su destino?
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Esto apenas comienza, vida mía.
Bastian la tomó con delicadeza, pegándola a su pecho. La cargó y trató de llevarla hasta la cama, pero Margaret enrolló sus piernas en las caderas de Bastian, robándole los labios a su esposo. El beso se volvió tan fogoso y embriagador que Bastian terminó recostando a Margaret contra la pared mientras se devoraba su dulce boquita, y Margaret recorría la amplia espalda de Bastian.
Bastian devoraba a su mimosa a besos; los labios de Margaret eran su dulce tentación. El sabor a melocotón era tan exquisito, tan dulce e intenso que, combinado con la suavidad de sus labios, era la mezcla perfecta, y no pudo evitar morderlos. Margaret se desbordó tras el acto, cosa que volvió loco a Bastian, quien la llevó de inmediato a la cama y la dejó ahí mientras él se tomaba todo el tiempo del mundo en desnudarse, dándole un espectáculo sublime a Margaret.
Margaret estaba completamente sonrojada, pero aún así no apartaba la vista de la imponente figura de su esposo. Bastian era fascinante; cuando se quitó la prenda inferior, su pulso se aceleró tanto que podía escuchar sus propios latidos.
Bastian la miraba con ternura; sus expresiones eran tan tiernas que era inevitable no sentirse atraído por él. Margaret se veía tan sensual en ese camisón que su virilidad palpitaba por salir.
Bastian continuó con una candente sesión de besos. Fue quitando con sutileza el camisón, dejando expuestos los hombros y atributos de Margaret, lo que lo maravilló, por lo que no tuvo otra opción que adorarlos con devoción. Eran suaves, firmes, redondos y perfectos.
—Bastian, mmm.— Margaret fue callada por un beso que cegó sus sentidos; el sabor a nueces y frutos cítricos que provenían de los labios de Bastian la tenía nublada, pero su olor amaderado con notas de naranja era tan refinado y embriagante que la llevaba a otra dimensión.
—Esto apenas comienza, vida mía.— La voz de Bastian estaba más grave de lo normal; en sus ojos se reflejaba el deseo puro. Rompió el camisón tan de prisa que Margaret gritó, no de miedo, sino de sorpresa y lujuria.
—Tienes el poder de verme arder con solo una mirada; soy tuya, Bastian, en esta y en las vidas siguientes.— Ninguno de los dos era realmente
consciente de lo que desataron las palabras de Margaret; estaban en una bruma de placer indescriptible.
— Quiero merecerte en todos los sentidos, quiero que grites mi nombre sin contenerte, quiero escuchar tu melodiosa voz entrelazada con tus sonidos. — Bastian se sumergió en el paraíso de Margaret, disfrutando de su inigualable sabor. Era la primera vez que se atrevía a hacer tal acto con una mujer.
Margaret sentia que caia en un avismo; sus suspiros resonaban por toda la habitación. Nunca se había sentido tan bien en ninguna de sus vidas. Bastian besaba todo su cuerpo con intensidad.
El olor que desprendía el cuerpo de Margaret lo tenía cautivado; era una mezcla de almizcle y frutal al mismo tiempo, un olor tan cálido pero a la vez fresco y sublime que tenía sus sentidos inundados.
La noche se hizo corta para seguir amándose; eran dos amantes entregados a hacer el amor. Más que lo carnal, eran sus almas anhelando calidez y afecto.
Bastian robó la pureza de Margaret, penetrando su esencia. El placer fue tan intenso que inició una danza erótica y carnal en la cual Margaret terminó en posiciones inimaginables.
Mientras la pareja disfrutaba plenamente de su vida marital, no se percataron de que ya había amanecido y, con ello, de un gran revuelo en el reino.
—Su Majestad, se ha reportado que todos los niños que nacieron en la madrugada en el imperio nacieron con marcas mágicas. La caída es inminente; la magia ha regresado.
— Avísale de inmediato a mi padre; tenemos que estar preparados. Si la magia está volviendo, el escudo se debilitará y podremos tomar el imperio antes de que se fortalezca. — La emperatriz estaba entre la espada y la pared; sabía que no debería desobedecer al emperador, pero su vida dependía de obtener el imperio. Si falla morirá y si no también lo hará, si no la mata su padre, la matara el emperador.
El regreso de la magia era un gran logro para el imperio; significaba que habían sido perdonados por su protector y, aunque ellos no vivirían la gloria, sus hijos sí.
Margaret estaba en un sueño profundo, pero repentinamente comenzó a escuchar una voz a su alrededor.
— Despierta, despierta.
— Es hora de ver el pasado; tu pasado te espera.
Margaret despertó sintiendo su piel helada. Todo estaba oscuro, pero unas extrañas luces se movían de un lado a otro encima de una gran cama de piedra, hablando entre susurros.
Cuando se acercó a las luces, pudo ver su cuerpo inerte.
— ¡Santos cielos! ¿Qué es esto? — Margaret estaba alterada. Una luz amarilla se posó tras ella y le susurró al oído.
— Es hora de ver parte de tu pasado; conecta los puntos y elige tu destino. — La luz desapareció, dejándola a Margaret con más dudas.
— ¿Estás segura de devolverle los recuerdos? La última vez fue demasiado para ella.
— En ese momento no estaba preparada; ahora sí, el gran sabio lo ordenó.
— No quiero verla morir nuevamente; es mejor dejarla sin recuerdos.
— En esta vida, fue más feliz sin sus recuerdos anteriores.
— Pero ella tomo malas decisiones; devolvámosle solo estos recuerdos; los otros no, será un caos si le devolvemos todos.
— No podemos hacer eso. Él volvió a dar su vida por ella. Es hora de que el paladín sea liberado de su yugo. Esta vez será diferente; el mal no podrá con ellos como en el comienzo. Los culpables no volverán a renacer nunca más. Ella tendrá todos sus recuerdos a su debido tiempo; no será una nueva vida, sino una regresión. El protector así lo ordenó.
Margaret estaba impactada. ¿Cómo podían esas luces decidir si ella conservaba su recuerdos de semejante forma? Pero si lo que decían era cierto, ella habría vivido más de una vida.
— ¿Ahora lo entiendes? Ve y mira tu pasado. — La luz amarilla arrojó a Margaret hacia un portal. Cuando Margaret cayó, estaba al lado de su cuerpo, mientras Bastian lo abrazaba llorando amargamente. Varios guardias entraron cuando escucharon los gritos desgarradores del archiduque.
— Excelencia, ¿qué hacemos? — Los guardias no sabían por dónde comenzar; su señor estaba irreconocible y no paraba de lamentarse.
— Traiganlos ante mí. — Bastian seguía aferrado al cuerpo de su amada mientras los guardias revisaban la mansión. El conde Derby estaba fornicando con Lea tan a gusto que no escuchó los gritos, pero la puerta de la habitación fue derribada y los guardias arrastraron a la pareja hasta donde estaba el archiduque, quien tenía el cadáver de Margaret en brazos mientras lo levantaba del suelo.
— Llévenlos a las mazmorras del palacio. — El archiduque salió de allí a caballo, con el cuerpo de margaret en su regazo, dejando el carruaje para que llevaran a esos dos.
Al llegar a su hogar, llamó al médico. Sabía que su amada había dejado de respirar, pero quería darle santa sepultura.
Cuando llegó el médico, este se quedó como una piedra. La duquesa Margaret estaba extremadamente pálida y el archiduque no se separaba de ella. Al tratar de tomarle el pulso, se dio cuenta de que estaba fría.
—Señor, la duquesa ha muerto. Traeré a mi personal para prepararla. Hay que hablar con su esposo y con el templo para hacerle la ceremonia fúnebre. —El archiduque solo asintió, dejó que el personal entrara y preparara a Margaret mientras él se dirigía al castillo; esos dos pagarían con sangre la muerte de su amada.
Al llegar al castillo, el rey fue informado de inmediato.
— Su Majestad, el archiduque está aquí. Hace unas horas llegaron unos prisioneros de su parte. Se solicita su presencia. — El emperador se dirigió de inmediato al encuentro de su hermano; no le importaron las fachas que tenía, se preguntaba qué pudo salir mal. Hoy su hermano y Margaret se irían del imperio. ¿Qué había afectado los hilos del destino esta vez?
— Exijo pena de muerte para el conde Derby y para su amante; entre los dos acabaron con la vida de la duquesa Margaret. — El archiduque casi se quiebra al mencionar a su amada.
— Recibirán la pena máxima, mañana a primera hora.
— Iré a hacerle una visita rápida. — El archiduque se fue mientras el emperador maldecía por lo bajo, otra vida más en la que los hilos no se podían conectar.
El archiduque llegó a los calabozos y molió al duque Derby a golpes.
— ¡Maldito cobarde! Tuviste muchas agallas al maltratarla; enfréntate a un hombre de verdad y pelea. — El duque apenas se podía sostener; Bastian lo estaba despedazando.
— Tu amada, por la mía. — Bastian tomó un látigo y azotó un par de veces a Lea; no quería matarla. Ellos tendrían que vivir el escarnio público.
— Suéltala, ella es inocente. — El duque se arrastraba tratando de llegar a la reja de su celda. Bastian le dio una patada a Lea, lanzándola hasta la reja.
La arrastró adentro, y la arrojo como un costal de trigo.
— Puedes aprovechar tus horas con vida y tener el privilegio de un nuevo amanecer, porque a partir de mañana tu cabeza rodará.
Bastian salió de los calabozos furioso y se adentró en el campo de entrenamiento. Entrenó durante horas hasta llegar el amanecer; necesitaba descargar su dolor, rabia y frustración. Se culpaba por no haber llegado a tiempo; ocupó su residencia en el palacio para alistarse. Después de condenarlos, le daría la mejor ceremonia a su amada Margaret.
— Estamos aquí para sentenciar al conde Derby y a su amante, la plebeya Lea, por ocasionar la muerte de la duquesa Margaret Vitaly, quien era su esposa. — Aunque el título lo conservaba Margaret, al conde Derby se le llamaba duque por "respeto", pero el emperador estaba indignado; ese hombre moriría sin ser llamado duque, ya que eso era lo único que le importaba.
— Ambos serán azotados cien veces y quemados vivos en la hoguera.
Bastian estuvo atento a todo el castigo cuando fueron atados a la hoguera y los vio incinerarse vivos. Fue a organizar el funeral de Margaret, quien sería enterrada en el mausoleo Chevalier. La noticia conmovió a todo el imperio; la duquesa Vitaly había muerto a manos de esos desalmados sin corazón.
Bastian estaba dejando la lápida en su lugar mientras lloraba amargamente, acompañado del emperador, cuando un gran búho se le apareció.
— ¿Qué estás dispuesto a dar por la vida de tu amada? — Aunque Bastian no lo supiera, este gran búho era el protector del imperio.
— Mi vida, doy mi vida por la de mi amada.
— Regresarás en el tiempo, con la única condición de que me des tus recuerdos.
— Acepto.
— ¿Estás seguro de que ella te elegiría esta vez?
— Confiaré plenamente en ella. — El búho asintió mientras Bastian se desplomaba sobre la lápida.
— Sigues amándola como la primera vez. Has dado tu vida tantas veces por ella. — El búho acariciaba la cabeza de Bastian con su pico.
— ¿Seguirás siendo su paladín en las siguientes vidas? — le preguntó el búho al emperador.
— Sí.
— ¿No extrañas a esa hermosa familia que tuviste? — El búho le devolvió sus sentimientos, y aunque el emperador lloraba y gemía, no se retractó.
— Es lo correcto; sé que ellos son felices en sus siguientes vidas. Los hilos del destino tienen que conectarse. — El búho sonrió y le volvió a quitar los sentimientos al emperador, dejándolo casi vacío.
El búho retrocedió el tiempo, ordenándole a los cuidadores que le devolvieran los recuerdos a Margaret y Bastián poco a poco. Sus hijos habían aprendido de sus errores; era hora de que fueran felices.
Margaret vio todo mientras lloraba, preguntándose qué tanto tenía que recordar y qué más le faltaba saber.
Se despertó de inmediato, sobresaltada. Bastián seguía dormido cómodamente; Margaret se aferró a él con lágrimas en los ojos. Ese hombre la había amado tanto que había dado su vida por ella en todas sus vidas.