Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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El amor de un padre
Emma
Suspiro agradecida cuando entro a la oficina y Renji no está. Quizá soñé todo el asunto, o quizá estaba tan borracho que ahora no lo recuerda.
–¿Y el señor Yamaguchi? –pregunta Dylan desilusionado–. Pensé que lo vería hoy –dice triste mientras mira sus zapatos.
Me arrodillo frente a él y acaricio su mejilla. –No te preocupes por eso, mi amor. Seguramente tenía algo más importante que hacer que estar en la oficina.
–Pero yo quería verlo, mami –comienza a toser y yo acaricio su espaldita. Le di su jarabe y ayer lo llevé al pediatra, quien me aseguró que estaba todo bien, que era solo un resfrío–. Pensé que estaría aquí, quería que me ayudara a armar la torre de Eiffel.
–Cariño, eso no es posible…
–Claro que te ayudaré –interrumpe Renji, quien viene entrando con dos hombres cargando una enorme caja–. Pueden dejarla al lado de mi escritorio –les dice a los hombres.
Se arrodilla frente a Dylan y acaricia su cabello. –Me encantaría armar esa torre contigo.
Mi pequeño sonríe y todo su rostro se ilumina. Puede que odie a Renji, pero ver esa enorme sonrisa en mi hijo me llena como nada lo ha hecho antes.
–Ve a buscar los legos –le dice Renji y mi niño corre a dejar su mochila en el mueble y a buscar el set de legos–. ¿Le dijiste la verdad? –me pregunta en un susurro.
Niego con mi cabeza.
–No creo que sea una buena idea decirle.
–Lo es –devuelve molesto–. Claro que lo es, mi hijo tiene derecho a saber que yo soy su padre. Ya nos has quitado suficientes años, ¿no lo crees? –pregunta en un siseo antes de levantarse y caminar hacia Dylan.
Temblorosa me levanto del suelo y miro a mi hijo y a Renji conversar sobre varios edificios famosos. Luego Renji le dice que compró una impresora 3D y que ahora podrán construir lo que quieran.
Mi bebé comienza a saltar por todos lados, tan feliz que mis ojos se llenan de lágrimas.
–¿Escuchaste eso, mami? Podré construir lo que quiera.
Asiento y me obligo a trabajar. Necesito distraerme y pensar qué haré ahora. Quizá deba llamar a Mel y pedirle un consejo, sé que ella me dirá lo correcto.
Renji le explica pacientemente a mi bebé cómo funciona la enorme impresora y Dylan comienza a saltar de emoción cuando la enchufan.
Los hombres que ayudaron a instalarla se retiran y luego Renji y Dylan se sientan frente a la enorme cosa a leer el manual. Ambos estrechan sus ojos y arrugan su ceño, concentrados en la lectura.
Son tan iguales.
Me concentro en mi trabajo y consigo relajarme un poco. Todavía tengo miedo de qué es lo que hará Renji ahora que sabe la verdad, pero me obligo a no pensar en ello ahora.
No me pagan por preocuparme, me pagan por editar y eso es lo que haré.
*****
–Esto es para ti –dice Renji, distrayéndome de mi trabajo.
Miro el papel en el escritorio y mis ojos se abren al darme cuenta de que es un cheque a mi nombre.
–¡¿Cinco millones de dólares?! –exclamo indignada–. ¿Acaso te volviste loco?
–Un millón por cada año de Dylan y otro por tu embarazo.
Niego con mi cabeza. –No quiero tu dinero, nunca lo he necesitado y nunca lo haré.
–No es para ti, es para mi hijo –masculla–. Compra un lugar decente donde vivir con él. Un lugar dónde al menos tenga su propia habitación –dice molesto–. Me di cuenta de que tu departamento tiene solo una habitación, y no es justo para él.
–Dylan está bien, no necesitamos tu ayuda.
Golpea el escritorio con su puño, sobresaltándome. Miro asustada hacia Dylan, pero está demasiado ensimismado mirando como la impresora comienza a armar lo que parece ser una réplica perfecta del Empire State.
Tomo el cheque y lo pico en cuatro pedazos delante de su cara engreída. Si él cree que con dinero puede comprarnos, está equivocado.
Toma mi barbilla bruscamente y me mira furioso.
–Estoy tratando de hacer esto de una forma amable, por Dylan, pero me estás empujando a actuar, Emma Smith.
–¿Qué quiere decir eso? –pregunto tan furiosa como él–. No te tengo miedo, Renji.
–Deberías –devuelve y acerca su boca a la mía–. Con tan solo una llamada puedo hacer de tu vida un infierno. Cualquier juez de esta ciudad me daría la tuición completa de Dylan y lo sabes. Puedo conseguir lo que quiera. Podría incluso obtener una orden para que no te acerques más a él.
Mis ojos se llenan de lágrimas de inmediato ante su amenaza. Un frío comienza a extenderse desde mi pecho hacia mis extremidades.
Cuando vuelvo a hablar mi mentón está temblando. –No te atreverías.
–Pruébame –espeta.
–¿Qué está pasando aquí?
Ambos nos giramos al escuchar a Conor en la puerta.
–¿No sabes tocar? –pregunta furioso Renji antes de alejarse de mí.
Conor se acerca a mí y frunce el ceño cuando ve las lágrimas correr por mi mejilla.
–¿Qué te hizo? –me pregunta tomando mi rostro entre sus manos.
–¿Qué le hice? –pregunta Renji con una sonrisa maquiavélica–. Deberías preguntar qué fue lo que ella me hizo a mí.
–No entiendo –dice Conor mirando del uno al otro.
–¡Renji, mira esto! –llama Dylan ignorando por completo la tensión en el lugar y a Conor, quien acaba de entrar. Solo tiene ojos para la impresora.
Renji camina hacia mi pequeño y le presta toda su atención.
–¿Qué está pasando, Emma? –exige Conor–. Nunca he visto a Renji tan furioso y eso ya es decir mucho.
Niego con mi cabeza. –No puedo hablar de eso, no ahora.
–Vamos a tomar un café al restaurante de la esquina. Tengo que hablar algo importante contigo.
Renji mira furioso en nuestra dirección. –Conor –advierte, pero mi amigo lo ignora.
–No puedo dejar a Dylan solo.
–No está solo –espeta Renji–. Está conmigo. A mi lado siempre estará a salvo y lo sabes –sisea.
Conor frunce su ceño. –¿Qué mierda está pasando aquí?
Me levanto de inmediato y comienzo a tirar del brazo de Conor. No quiero que mi hijo escuche una palabra. Tengo que protegerlo de la verdad lo más que pueda.
Conor camina a mi lado en completo silencio, mirándome de vez en cuando, pero sin decir nada.
Sé que está tratando de entender qué es lo que acaba de ver, pero no quiero decir nada, no todavía.
Cuando nos sentamos en una mesa del restaurante me mira confundido.
–Dylan es hijo de Renji, ¿no? –pregunta confundido y desilusionado.
Asiento y cubro mi rostro con ambas manos.
–¿Mel lo sabe?
Vuelvo a asentir. –Le hice jurar que no te diría nada.
–Ella debió decirme –susurra–. ¿Cómo pudieron mantener este secreto por tanto tiempo, Emma?
Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas cuando me veo obligada a enfrentar la bola de mentiras, que creé a mi alrededor todos estos años. Fui tan ilusa que creí que nunca tendría que enfrentarme a las consecuencias por mentir, pero me equivoqué.
–Voy a matarlo –gruñe y se levanta furioso.
Me apresuro a detenerlo. –No es lo que estás pensado.
–No sabes qué es lo que estoy pensando, Emma.
–Él no me obligó –me apresuro a decir y tiro de él para que vuelva a sentarse–. Estaba muy borracho, y yo quería… Lo quería tanto, Conor, tú sabes que lo quería… Yo… solo pasó. No fue culpa de nadie.
–Renji abusó de mi confianza –masculla–. Pensé que podía confiar en él, pensé que estabas a salvo a su lado. Debió decirme, me debía eso.
Me apresuro a negar con mi cabeza y tomo sus manos. –No lo recordaba, Conor. Renji no se acordaba de esa noche… Hasta ayer.
Conor pasa su mano por su rostro, enfadado conmigo y con todos al parecer.
–No te enojes con Mel por mi culpa –le pido–. Le hice jurar que no le diría a nadie.
–Ahora entiendo tanta tensión entre Mel y Renji. Entiendo su incomodidad… Debió decirme.
–No podía, Conor. No quería que nadie se enterara nunca. Era mi derecho.
–No lo era –contradice–. Todo hombre merece saber que va a ser papá, Emma. Le quitaste eso a Renji.
Bajo la mirada y me apresuro en secar mis lágrimas. –Pensé que le estaba haciendo un favor, pensé que arruinaría su vida… Pensé tantas cosas.
–Te equivocaste. Tú y Mel lo hicieron. Y no solo por lo de Renji, le quitaron la opción a Dylan de tener un padre, de crecer junto a él. Si alguien me hubiese quitado la oportunidad de ver crecer a Colin...–Su cuerpo se tensa visiblemente–. No podría perdonarlo nunca.
Mi cuerpo se sacude cuando rompo a llorar. ¿Qué fue lo que hice? Siempre quise proteger a mi hijo, pero nunca quise dañarlo.
Mi pequeñín merecía crecer junto a un padre, claro que lo hacía, pero fui egoísta y quise tenerlo solo para mí. Me equivoqué
–Renji quiere quitarme la tuición de Dylan –sollozo–. Sé que hice mal, pero si me quita a mi hijo… No podría resistirlo.
Conor acaricia mi brazo, todavía molesto. –Hablaré con él. Nadie podrá arrebatarte a tu hijo, Emma. Renji tendrá que pasar sobre mi cadáver.
–¿Listos para ordenar? –interrumpe una mesera, mirándome con preocupación–. ¿Necesita ayuda?
Niego con mi cabeza. –Estoy bien –miento–. Un café negro –le pido.
–Lo mismo –pide Conor y espera a que la chica desparezca antes de hablar: –Quizá no es el mejor momento, pero ya estoy aquí –dice y me pasa una foto–. ¿Sabes quién es él?
Miro la foto y mi corazón deja de latir.
Recuerdos que mantenía enterrados en lo más profundo de mi memoria comienzan a salir de su encierro.
Recuerdo el sonido de su voz risueña persiguiéndome por un enorme jardín. Recuerdo cómo me sentía en sus brazos, a salvo y amada. Recuerdo el sonido de sus pasos y el olor de su colonia. Recuerdo cómo se sentían sus manos en mi cabello cuando intentaba trenzarlo y el sonido de su risa cuando fallaba estrepitosamente.
Lo recuerdo.
–Es mi papá –susurro sin dejar de mirar la foto–. La última vez que me sentí amada y a salvo fue en sus brazos.
–¿Lo recuerdas? ¿Por qué no nos dijiste que tenías un papá?
–Porque me obligué a olvidarlo –trato de explicarle–. Era más fácil soportar la vida que tenía en ese yate si no tenía un recuerdo feliz, si no extrañaba a nadie. Me obligué a dejarlo ir.
–Emma –susurra mirándome con dolor.
–¿Dónde está?
Conor suspira. –Ha estado buscándote por dieciocho años. Tu foto está en todas las comisarías –dice pasándome una foto de una mujer muy parecida a mí con distintos cortes y colores de pelo–. Tu papá no se ha rendido nunca.
Rompo a llorar nuevamente, pero esta vez es por mi papá, por lo que ha pasado en su vida. Yo pasé por un infierno, pero él también, y no lo merece.
–Quiero verlo –le pido a Conor tomando sus manos–. Necesito verlo. No quiero que siga sufriendo.
Asiente y me abraza. –Pronto verás a tu papá, Emma. Pronto volverás a sentirte segura y amada.
Sonrío con sus palabras. Pronto veré a mi papi.