En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 12
Helena caminaba por las calles oscuras del barrio más peligroso de la ciudad. Sabía que no debería estar allí, pero ya no tenía otra opción. Su desesperación por encontrar pruebas que demostraran la inocencia de su padre la había llevado a tomar decisiones arriesgadas. Y aquella noche, estaba a punto de cerrar un trato con alguien que muchos evitaban.
El contacto era conocido en los bajos fondos, un hombre con un historial cuestionable y lealtades dudosas. Al llegar al punto de encuentro, un callejón mal iluminado, Helena sintió el frío recorrerle la espalda. El peligro era palpable, pero estaba decidida.
—Así que tú eres la hija del acusado —dijo una voz rasposa desde las sombras. Un hombre apareció, sus ojos oscuros evaluándola—. No me esperaba que vinieras tú misma.
—No tengo a nadie más en quien confiar —respondió Helena, tratando de mantener la compostura—. ¿Tienes lo que te pedí?
El hombre sonrió de manera siniestra, sacando un sobre de su chaqueta.
—Lo tengo, pero quiero asegurarte de que entiendas las reglas del juego. Esto te puede costar mucho más que dinero. Si te descubren, no habrá vuelta atrás.
Helena tragó saliva. Sabía que ese trato no solo ponía en riesgo su seguridad, sino también su moral. Estaba jugando con fuego, y lo sabía.
—Lo entiendo —dijo, extendiendo la mano para tomar el sobre—. Estoy dispuesta a asumir las consecuencias.
El hombre soltó una carcajada corta y seca.
—Eso espero, señorita. Porque cuando te metes con la gente con la que yo trabajo, no hay segundas oportunidades.
Helena sintió que el peso de sus palabras la aplastaba, pero no se echó atrás. Estaba dispuesta a todo para salvar a su padre, aunque eso significara adentrarse en el oscuro mundo de la corrupción.
Con el sobre en la mano, comenzó a alejarse rápidamente del lugar. Sabía que había sellado un pacto peligroso, pero no podía detenerse ahora. La verdad estaba cerca, pero el precio por descubrirla podría ser más alto de lo que jamás imaginó.
Helena avanzaba por la calle con el sobre firmemente agarrado en sus manos. El frío de la noche la rodeaba, pero el miedo en su interior era mucho más intenso. Mientras más se alejaba del oscuro callejón, más sentía el peso de lo que acababa de hacer. Sabía que había cruzado una línea, pero no tenía otra opción.
Su respiración se aceleraba a medida que giraba por una esquina, queriendo salir de aquella parte de la ciudad cuanto antes. Miró alrededor, esperando no haber sido seguida. Sin embargo, la paranoia comenzaba a invadirla. Cada sombra parecía ocultar un peligro , y cada sonido la hacía estremecer.
—¿Qué he hecho? —murmuró para sí misma, mientras su mente volvía a las palabras del hombre. “No hay segundas oportunidades”. Helena lo sabía, pero lo había ignorado en su desesperación. Había hecho un trato con alguien a quien nunca debería haber confiado. Y ahora, su vida estaba en peligro, tanto como la de su padre.
El teléfono en su bolso sonó, sobresaltándola. Lo sacó rápidamente, temiendo que fuera alguien del otro lado de ese trato. Al ver el nombre en la pantalla, *se detuvo en seco. Era Iván.
Dudó un momento antes de contestar, tratando de calmar su respiración.
—¿Helena? —La voz de Iván sonaba fría, distante, como siempre—. Necesito hablar contigo. Hay algo nuevo en el caso.
Helena cerró los ojos un segundo, tratando de recomponerse.
—Claro, Iván. Dime dónde nos encontramos.
Sabía que estaba jugando con fuego, no solo con el hombre del trato, sino con Iván también. Él no podía saber lo que acababa de hacer. Si él lo descubría, todo podría desmoronarse.
Helena llegó a su apartamento y cerró la puerta rápidamente, apoyándose en ella para tratar de calmar su respiración. Su corazón seguía latiendo con fuerza. Sabía que había tomado un riesgo enorme al hacer ese trato, pero ahora no había vuelta atrás. El sobre con las pruebas estaba en sus manos, y todo dependía de lo que contenía.
Con las manos temblorosas, lo abrió. Dentro había varias fotos y documentos. Su mirada se clavó en una en particular: un informe que contradecía todo lo que se había presentado en el juicio de su padre. Su pulso se aceleró. Esto era lo que necesitaba. Pero, ¿cómo lo utilizaría sin levantar sospechas? Sabía que Iván estaría observándola de cerca.
Mientras estudiaba los papeles, su teléfono vibró de nuevo. Era otro mensaje del hombre con quien había hecho el trato. Esto es solo el principio. Si fallas, no te salvará ni el mejor juez".
Helena sintió un nudo en el estómago. Cada vez estaba más atrapada, y lo peor era que no tenía idea de en quién confiar.
Con el informe en la mano, se desplomó en el sofá, mirando al vacío. ¿Hasta dónde estaría dispuesta a llegar por la verdad? Sabía que, a partir de ese momento, su seguridad estaba comprometida y cada paso que diera sería vigilado. Pero también sabía que no podía detenerse. Había llegado demasiado lejos para dar marcha atrás.
—Papá, prometo que voy a sacarte de esto —murmuró para sí misma, sintiendo el peso de su propia promesa.
El reloj marcaba la medianoche, y mientras el silencio se instalaba en la habitación, Helena comprendió que el juego acababa de comenzar, pero las reglas ya no las controlaba ella.