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FÉNIX

FÉNIX

Status: En proceso
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Mujer despreciada
Popularitas:153.5k
Nilai: 5
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

⚠️✋🔞

"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.

Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.

¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El enojo del lobo...

—Mami, por favor… vámonos juntas. Tengo todo planeado. Nadie nos encontrará, nadie lo notará, y para cuando lo hagan, tú y yo ya estaremos muy lejos —suplicó Karina, con la voz quebrada por la urgencia y el amor.

Amanda negó con la cabeza, tragando saliva.

—No, mi amor. A mí aún me quedan cosas por resolver con tu padre. Afortunadamente, ahora que está con esa mujer, no me ha vuelto a golpear. Vete tú. Yo estaré bien, lo prometo. —Miró a ambos lados con nerviosismo, temerosa de que alguien las escuchara—. Date prisa —agregó en un susurro apremiante.

Karina sintió que algo se le rompía dentro. Apretó los labios para no llorar, pero no pudo contener las lágrimas que le nublaron la vista. Se acercó a su madre y la abrazó con fuerza, cuidando de que nadie notara la despedida.

—Madre… vendré por ti. Te amo. Cuídate, por favor —dijo en un susurro desesperado, aferrándose a ella como una niña pequeña en busca de refugio.

Amanda le acarició el cabello con ternura mientras las lágrimas rodaban silenciosas por sus mejillas.

—Yo también te amo, hija. Eres más valiente de lo que yo nunca fui. Corre… ahora corre.

Madre e hija se separaron, con los ojos hinchados por el llanto. Karina se secó las lágrimas con la manga de su abrigo y tomó los paquetes de ropa que había comprado. Se acercó a la dependienta y le pidió una bolsa grande, en la cual escondió discretamente su bolso con los documentos, el dinero y su pasaporte.

Salió con paso rápido, evitando mirar a las escoltas. Aprovechó un descuido y entró a la sección trasera de la tienda, donde estaba una salida de emergencia que había memorizado semanas atrás.

Su corazón latía con fuerza, como si quisiera salirse de su pecho. Las manos le sudaban, los nervios la hacían temblar, pero la determinación la mantenía firme. Corrió por los pasillos estrechos, saltó un pequeño muro de mantenimiento y salió al exterior por una puerta oxidada que daba a una calle secundaria del centro comercial.

Sin mirar atrás, detuvo un taxi con la desesperación de quien huye por su vida.

—A la terminal de autobuses, por favor. Lo más rápido que pueda.

El conductor la miró por el retrovisor, sorprendido por su tono, pero arrancó sin hacer preguntas.

Una vez en la terminal, Karina cambió parte del dinero por boletos. Su destino: Rusia. Sabía que allá estaba Anastasia, una amiga a quien no veía desde hace años, pero en quien confiaba plenamente. Ella había vivido su propio infierno, y sabría cómo ayudarla.

Mientras el autobús arrancaba y se alejaba de la ciudad, Karina respiró hondo por primera vez en años. No estaba a salvo aún, pero había dado el primer paso. Por fin, era libre… y nadie la detendría.

Amanda continuó mirando ropa sin real interés, simplemente ganando tiempo. Cada segundo era oro para que su hija lograra escapar. Era la primera vez que hacía algo verdaderamente valiente, y en lo más profundo de su alma, se sentía orgullosa. Siempre había admirado el temple de Karina, esa fuerza indomable que no se dejaba doblegar por nadie. Su hija le estaba demostrando con hechos que no había que aceptar la violencia como un destino inamovible. Que existían más caminos. Caminos de dignidad, libertad y coraje.

Motivada por ese impulso, Amanda decidió que, por primera vez en mucho tiempo, ella también sería valiente.

Cuando creyó que ya era prudente, salió de la tienda fingiendo ignorancia, como si no tuviera la menor idea de lo que acababa de suceder. Mantuvo la cabeza en alto, como quien continúa con una jornada normal de compras. Sabía que las escoltas la estarían vigilando con atención, y por eso no podía dar ni una señal que delatara su complicidad.

Karina había escogido con inteligencia aquella tienda: sabía que las cámaras de seguridad estaban dañadas desde hacía semanas, una información que había descubierto durante una de sus visitas anteriores y que ahora le daba una ventaja crucial. Nadie sabría con certeza por dónde había escapado ni cuándo exactamente.

Las escoltas, confundidas y cada vez más angustiadas, comenzaron a recorrer el centro comercial de un lado a otro. Entraron y salieron de tiendas, preguntaron a dependientes, revisaron baños, estacionamientos y accesos de emergencia. Pero fue inútil. Karina se había esfumado como un fantasma. Había desaparecido sin dejar rastro.

Con el rostro desencajado y las manos temblorosas por la tensión, una de las escoltas sacó su teléfono y llamó a su jefe.

—Señor Morales… —dijo con la voz temblorosa—. La señora Karina… ha desaparecido. La hemos perdido de vista.

Del otro lado de la línea, un silencio ominoso se hizo presente antes de explotar en furia.

—¡¿Cómo que desapareció, estúpidas?! —rugió Juan Diego, la voz tan alta que la escolta alejó el teléfono de su oído—. ¡Imbéciles inútiles! ¡Su única maldita tarea era no perderla de vista!

—Señor, lo sentimos mucho. Revisamos todo el centro comercial, pero no hay rastro de ella. Parece que salió por una zona sin cámaras...

—¡No me interesan sus excusas! ¡No se atrevan a regresar sin Karina! —bramó él, fuera de sí—. ¡Y si regresan sin ella, más les vale que tengan una buena coartada para justificar su existencia!

La llamada terminó con un golpe seco del teléfono al ser arrojado con furia contra la pared de su oficina. Juan Diego, enloquecido de ira, comenzó a destruir todo lo que tenía a su alcance: jarrones, copas de cristal, papeles. Su respiración era errática, los ojos desencajados.

—Maldita sea, Karina —gruñó entre dientes, apretando los puños—. No te vas a salir con la tuya.

Pero esta vez, sí lo había hecho. Karina se había marchado, y él no tenía ni la menor idea de hacia dónde.

El magnate caminaba de un lado a otro por su oficina, fuera de sí. La ira lo consumía como un fuego incontrolable. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos grises chispeaban con rabia. Golpeó con el puño el escritorio, haciendo volar un portapapeles.

—¡Piensa, piensa! —gruñó para sí mismo—. ¿A dónde pudo haber ido esa estúpida? ¡No tiene amigos, no tiene familia cercana, no conoce a nadie! ¡A nadie le importa esa insolente!

Tomó el teléfono fijo de su oficina, ya que su móvil había sido destruido minutos antes en un arranque de furia.

—¡Ernesto! —rugió en cuanto atendieron del otro lado—. Mi mujer se ha ido. Tienes dos horas para encontrarla. Estaba en el centro comercial con la vieja Amanda. ¡Haz lo que tengas que hacer, pero no vuelvas sin resultados!

Cortó la llamada sin esperar respuesta. Sabía que Ernesto no se atrevería a fallarle.

Juan Diego se quedó en silencio unos segundos, con la respiración agitada. Luego, como si un rayo lo hubiera alcanzado, abrió los ojos de golpe.

—¡Amanda! Claro, esa vieja debe saber dónde está.

Sin perder más tiempo, marcó un nuevo número. Al otro lado de la línea respondió una voz grave, afectada por los años, pero aún impregnada de arrogancia.

—Juan Diego, qué placer escucharte —dijo Fernando Sotomayor, con ese tono de falsa adulación que al magnate le resultaba repugnante.

—Deja tu hipocresía para después —interrumpió Juan Diego con tono gélido—. Tu hija se ha escapado. Estaba con Amanda en el centro comercial. Si quieres mantener el estatus que ahora tienes gracias a mí y la estabilidad de tus empresas, encárgate de sacarle la información a tu mujer. Averigua dónde está Karina. No te estoy pidiendo un favor, Fernando. Es una orden.

No hubo tiempo para réplicas. La llamada terminó con un clic seco. Juan Diego ya estaba marcando otra línea.

Fernando se quedó mirando el teléfono en silencio, con el ceño fruncido. Aunque odiaba que lo trataran como un sirviente, sabía que tenía demasiado que perder si se negaba. Se levantó de su butaca con rabia acumulada y salió directo hacia su casa. Haría que Amanda hablara, a como diera lugar.

Mientras tanto, Amanda mantenía su papel a la perfección. Lloraba con moderación, se mostraba angustiada frente a los empleados y las escoltas, y suplicaba que buscaran a su hija como si realmente temiera por su vida.

—¡Pero búsquenla bien, por favor! —decía con voz entrecortada—. Tal vez se extravió… tal vez le pasó algo a mi princesa…

Por órdenes directas de Juan Diego, Amanda fue llevada de regreso a su casa. Las escoltas la escoltaron hasta el interior y se retiraron sin sospechar nada.

Ya dentro, Amanda dejó caer la máscara. Sus lágrimas cesaron, sus hombros se relajaron, y una sonrisa se dibujó en sus labios, una de esas raras sonrisas que no nacen de la comedia, sino de la esperanza.

Se dirigió a la cocina con paso tranquilo, sirvió un vaso de jugo de fresa con hielo y lo llevó a sus labios con una paz que no recordaba haber sentido en años. Cerró los ojos y respiró hondo.

—Vuela, mi princesa… —murmuró con ternura—. Renace como el ave fénix. Busca la libertad que tanto añoras y te mereces. Sé valiente, como siempre lo has sido… porque yo… yo fui una tonta cobarde.

La dulzura del jugo contrastaba con los años de amargura que cargaba en el alma. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía verdaderamente útil, parte del cambio.

De pronto, un estruendo sacudió la entrada principal.

—¡Amanda! —retumbó la voz autoritaria y escalofriante de Fernando desde el vestíbulo.

El grito fue como un trueno en medio de la calma. Pero ella no se inmutó. No esta vez. No como solía hacerlo antes, temblando de miedo. Bebió otro sorbo de su jugo y miró hacia la entrada con la serenidad de quien ya no le teme al monstruo.

Por primera vez en su vida, Amanda iba a enfrentarlo...

1
Olga Ortiz
que bueno que se decidió a decir la verdad y a enfrentar a ese desgraciado, quiero ver qué hará de ahora en adelante ese desgraciado
Yuleima Lucena
ojalá Massimo la ayude a vencer sus miedos
Olga Ortiz
es un hombre de ensueño ese Massimo, deberían haber una cantidad infinita de hombres como él
Olga Ortiz
esa Alexander es la perfecta para ese trabajo, nadie puede con ella
Olga Ortiz
bueno también es bueno poner claras las cosas desde un principio y que no haya confusiones, aunque Massimo es un caballero y nunca pensaría eso de Karina
Olga Ortiz
esa pareja cuando se iban serán impenetrables nada los vencerá
Olga Ortiz
Karina eres fuerte y saldrás adelante de la mano de Massimo
Olga Ortiz
Massimo ya sabe que está enamorado de Karina y Sara su vida por ella y al sacarla de ese infierno tendrá su recompensa
Olga Ortiz
pobre Karina es algo tremendo el miedo a ese hombre y el temor al daño que le pueda hacer a Massimo, ella no sabe todavía quién es él
Olga Ortiz
que escoria de hombres, ahora sí se enfrentarán con Massimo y se les caerá el teatro
Olga Ortiz
Massimo ha sido inteligente y se está ganando su amor gota a gota
Olga Ortiz
Massimo es lo máximo
Olga Ortiz
Karina ha tenido suerte, lastima que la mayoría de mujeres que han sufrido igual que ella no han tenido esa suerte
Olga Ortiz
como no enamorarse de un hombre así
Olga Ortiz
ese par de hombres son unos degenerados
Mary Gonzlz
más capítulos escritora
Olga Ortiz
que bueno que Karina está dejando atrás esos recuerdos tan traumantes, no creo que pueda es olvidar como murió su bebé
Olga Ortiz
ya empiezas tú nueva vida, debes volverte cada día más fuerte, segura y empoderada
Olga Ortiz
quisiera ver qué vas hacer cuando sepas que mataste a tu propio hijo
Olga Ortiz
Juan Diego vas a saber en carne propia lo que es perder y estar en el suelo con golpes
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