Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:13
Mariana colgó el teléfono de inmediato, su mano temblaba mientras lo hacía. La voz de Pablo había sido como una descarga eléctrica, cada palabra impregnada de veneno, de una amenaza latente que la mantenía atrapada en su red. "Creo que tenemos cosas pendientes, ¿no?" La frase se repetía en su mente, como un eco que la paralizaba. La guerra con Pablo no había terminado, y lo peor de todo era que ella lo sabía.
Con un suspiro profundo, se volvió hacia Samuel, que seguía en la puerta, observándola en silencio. La tensión en el aire era densa, pero Mariana ya no podía soportarlo más. "No puedo seguir así," pensó, "no puedo estar atrapada entre Samuel y Pablo, entre lo que quiero y lo que temo."
—Lo siento, Samuel. Necesito irme —dijo, su voz cargada de incertidumbre.
Samuel la miró fijamente, pero no intentó detenerla. No le dijo nada, pero sus ojos reflejaban la misma tristeza y desconfianza que había sentido desde que la relación comenzó a tambalear. ¿Qué más podía decirle? Había tratado de darle espacio, pero nada de lo que hacía parecía ser suficiente para resolver lo que sentían. Mariana se sintió culpable, como si su amor por él nunca hubiera sido suficiente para sanar la herida que había dejado su pasado con Pablo.
Mariana se alejó de la puerta, sus pasos lentos pero decididos. Pero cuando ya estaba a punto de dar la vuelta en la esquina para irse, su teléfono vibró en el bolsillo. Era un mensaje de Pablo. No tenía que leerlo para saber que no traía buenas noticias. Con una mezcla de temor y curiosidad, lo abrió:
"Sabes que no puedes irte, ¿verdad? No me dejas opción. Esta vez, no serás libre tan fácilmente."
El mensaje era claro: Pablo no la dejaría escapar. No la dejaría ir tan fácilmente. Mariana apretó los dientes, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a envolverla nuevamente. ¿Qué significaba eso? ¿Qué quería Pablo de ella? Sabía que no era solo un juego de poder; había algo más oscuro, algo más retorcido detrás de todo esto.
Tomó una respiración profunda y, antes de poder procesar el mensaje, el teléfono volvió a vibrar. Esta vez, la llamada fue de Pablo. No dudó ni un segundo antes de contestar.
—¿Qué quieres, Pablo? —preguntó, tratando de sonar firme, aunque su voz delataba su incertidumbre.
—Tú sabes lo que quiero —respondió él, su tono suave, casi demasiado tranquilo—. No puedes irte, Mariana. Ya sabes que no soy un hombre que deja ir lo que quiere. Y tú, querida, eres mía, ya lo sabes. No puedes liberarte de mí tan fácilmente.
El pánico comenzó a apoderarse de Mariana, pero trató de mantener la calma. Sabía que Pablo no era un hombre que aceptara un no por respuesta, pero ella no podía rendirse. No podía dejar que él ganara. No después de todo lo que había vivido, no después de lo que había intentado con Samuel. Su vida no podía quedar atrapada en las manos de un hombre como Pablo.
—No soy tuya, Pablo. Nunca lo fui —respondió con firmeza, aunque su voz temblaba levemente—. Y ya no quiero nada contigo. Este juego que has estado jugando, ya no lo acepto.
Hubo un silencio al otro lado de la línea, un silencio que la hizo temer lo peor. ¿Qué haría Pablo ahora?
Finalmente, él habló, y su voz sonaba más fría que nunca.
—Lo que tú quieras, Mariana. Pero déjame ser claro: esta vez, no eres tú quien decide. Yo decido.
El teléfono se cortó de repente, y Mariana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Pablo estaba jugando con ella. Y esta vez, no se iba a detener hasta conseguir lo que quería.
Decidió que no podía quedarse parada, no podía seguir en el limbo entre lo que quería y lo que temía. Su única opción era enfrentarse a Pablo de una vez por todas, aunque eso significara ir contra todo lo que había construido con Samuel. Si Samuel realmente la amaba, él entendería que no podía dejarse atrapar por alguien como Pablo.
Mariana salió del edificio, respirando con fuerza, la adrenalina bombeando en sus venas. Al caminar hacia su coche, su mente no dejaba de girar. ¿Cómo enfrentarse a Pablo? Sabía que cualquier paso en falso podría costarle más de lo que estaba dispuesta a perder. Pero no podía permitir que él siguiera controlando su vida.
El teléfono volvió a sonar, y esta vez, el número desconocido en la pantalla no la sorprendió. Era Pablo nuevamente.
—Dime —contestó con un tono que no podía ocultar su nerviosismo.
—¿A dónde vas, Mariana? —La voz de Pablo era clara, casi como una orden. —No tienes escapatoria.
—No tienes poder sobre mí, Pablo —respondió, intentando no dejar que su miedo se apoderara de ella.
Hubo una risa del otro lado de la línea. Una risa fría, calculadora, como si supiera que no había forma de que ella pudiera escapar.
—Eso es lo que tú crees, querida. Pero te equivocas. Esta vez, no me iré sin tener lo que quiero. Te lo prometo.
La llamada se cortó, y Mariana se quedó allí, con la sensación de que su vida había dado un giro que no podía controlar. Sabía que no podría escapar de Pablo tan fácilmente, y que la lucha entre ellos acababa de comenzar.
La venganza que él había prometido era solo el principio. Y lo peor de todo es que, aunque ella lo odiaba por lo que estaba haciendo, algo dentro de ella aún no podía dejar de pensar en él. La conexión, aunque oscura, todavía estaba ahí. Y eso la aterraba más que nada en el mundo.
Mariana respiró hondo, su determinación renaciendo. Sabía lo que tenía que hacer. Tenía que enfrentarse a Pablo, de una vez por todas, aunque eso significara perder todo lo que había construido con Samuel. No dejaría que Pablo ganara. No iba a dejar que él controlara su vida.
Pero para eso, necesitaría algo más que coraje. Necesitaba respuestas.